Prefacio: La casa del polen
La enorme sala estaba en total oscuridad y de repente se encendieron unas pantallas que apuntaban hacia un hombre que caminaba por una detallada y lujosa tarima rectangular, similar a la de las pasarelas. A los lados se podía apreciar una gran cantidad de personas sentadas en sus sillas, acomodadas de manera escalonada, una fila por encima de otra, como la de los teatros o el cine, pero no se lograba ver sus rostros porque las luces del techo solo iluminaban a la elevada plataforma.
—¡Le damos la bienvenida a todas las distinguidas y hermosas flores a una nueva subasta en la casa del polen! —dijo el presentador, que vestía un lujoso esmoquin de lino azul que combinaba con su antifaz de igual color, anunciando con emoción el inicio del evento que solo se realizaban los fines de semana por la noche.
No era un lugar para cualquiera ni mucho menos se vendía comida o alimentos. Al igual que existían prostíbulos o burdeles para que los hombres satisficieran sus deseos y necesidades sexuales. La casa del polen era un sitio exclusivo para mujeres donde no solo podían llenar sus vacíos carnales, sino cualquier otro que tuvieran. Si necesitaban a alguien que las quisiera, las hiciera sentir deseada, que las escuchara y no las hiciera sentir ignoradas, escapar de la rutina o solo a alguien que lograra satisfacerlas y pudiera calmar su lascivia; si eso era lo que buscaban, entonces, la casa del polen era el punto destino más exclusivo y seguro para hacerlo. El club que ofrecía servicio de acompañantes masculinos entrenados y preparados de forma perfecta para complacerlas. Los cuales recibían el nombre de “colibríes”; eran los hombres más guapos y atractivos que iban desde los dieciocho hasta los cuarenta años de edad. Había para todos los gustos: altos, musculosos, rubios, cabello n***o o rojo, jóvenes, adultos y atléticos. Encontrarían al que sea que buscaran y tendrían por seguro que lograrían complacerlas.
Las flores que asistían al evento eran las mujeres más ricas y poderosas pertenecientes a la elite: solteras, viudas o incluso esposas de políticos y empresarios que venían desde todas las ciudades, e incluso, extranjeras asistían a la casa del polen en busca de un colibrí.
—Mis queridas flores, por fin el momento que tanto estaban esperando —dijo el presentador, captando la atención de todas las mujeres que al igual que él y los scort, portaban un antifaz que hacían juego con sus atuendos —. Nuestros mejores hombres, acompañantes de la realeza: los colibríes de oro, plata y bronce.
A medida que fueron nombrados, cada uno ellos fueron apareciendo en la plataforma. Luego solo se escuchaba la puja de las mujeres que ofrecían cada vez más dinero para lograr tener al que desearan. El valor inicial para la subasta de cualquiera de estos scort de la realeza era de tres mil dólares.
—Después de la espera, al fin aparece nuestro último y mejor acompañante. Él más bello de todos y que incluso no puede ser considerado el rey, si no, la misma deidad de la fertilidad y el placer, con ustedes él único e inigualable colibrí de platino: ¡Eros! ¡Dios del amor y del sexo!
—¡Eros, Eros, Eros!
Se escuchaba el bullicio de las mujeres mientras repetían el nombre del aclamado muchacho. Las pantallas ahora enfocaban al mejor y al más guapo acompañante que podía ofrecer este burdel. Apareció con el traje más fino y del mejor material: un elegante esmoquin de lana color n***o con el dibujo de un colibrí de platino en la parte del corazón y su habitual antifaz del mismo color que el de su metal correspondiente.
—Y la puja inicia en veintisiete mil dólares.
—Veintisiete mil quinientos.
—Veintiocho mil dólares.
—Treinta mil dólares.
Exclamaban las flores VIP, con euforia y entusiasmo por hacerse con el premio mayor de esta casa, el inigualable Eros. Así continuó por varios segundos hasta que por fin la subasta había llegado a su fin. Todas se dirigían a las habitaciones establecidas para cada colibrí, por su puesto las mejores eran la de los cuatro de la realeza. Ellos eran los que más ganancias generaban y los que tenían más privilegios en esta casa.
—Buenas noches mi hermosa flor. Soy Eros, el colibrí de platino y esta noche la complaceré en la forma que quiera. Así que, ¿cuál es su deseo, mi señora? —preguntó él.
—Quiero que llenes mi libido, y he escuchado, que eres el mejor.
—Será un placer —respondió Eros con su voz grave y ronca.
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Advertencia: Mucho erotismo, juegos hot, poliamor y b**m.
El secreto de Eros es la historia del juego de seducción que le encarga Afrodita a su discípulo: Eros; el cual debe enamorar a cuatro mujeres y volverlas sus amantes: a una mujer casada, a una mujer comprometida, a una mujer ruda y a una seductora, a las distinguidas: Damas Walton. ¿Quieres saber por qué a ellas cuatro y no a otras? Averígualo.
"No he venido a destruirlas ni a revelar sus secretos. Yo he venido a salvarlas". Eros Macmillan.
"Esa es tu tarea Eros, seducir a esas cuatro mujeres y llenar el vacío de cada una de ellas". Afrodita Wertheimer.