—Tú fuiste la que recolectó la información, de eso estoy seguro, ¿por qué omitiste el informe de dos puntos? ¿Tristeza y fetiche? —preguntó Eros a Deméter, después de haber comido y tomando el papel donde estaba eso escrito—. No lo encontraste o decidiste no mostrármela.
—En cierta forma no se puede encontrar información de un fetiche que no está registrado, eso es muy personal. En cambio, las tristezas, sí, solo que Afrodita me ordenó eliminarlas, pues tú tienes que descubrirlo por ti mismo. —Ella abrió los brazos de Eros y se acurrucó en su pecho como un polluelo en las alas de su madre—. Además de que Afrodita estaba esperando la confirmación de un asunto y es posible que te llame para avisarte.
Y como si fuere una vidente, el celular de Eros empezó a sonar. Deméter lo tomó y se lo mostró a Eros. Era Afrodita, Deméter presionó para responder la llamada y lo sostuvo en la oreja del castaño.
—Afrodita —dijo él, hablando primero a su maestra.
—Mi querido Eros, estaba esperado una información que tiene que ver con tu tarea... Sí vas a salvar a esas mujeres de igual modo puedes protegerlas, pues también te enseñé a cuidar a las demás personas —hablaba ella con la autoridad y confianza que la distinguen—. Además de asistir a la universidad, también te convertirás en su guardaespaldas. Así podrás estar más tiempo con ellas y podrás conocerlas mejor. Preséntate mañana a las novecientas horas en la mansión Walton. Prepara tu currículo.
Cuando Afrodita terminó de hablar, Deméter volvió a colocar el celular en la mesa.
—Lo ves, eso era lo que te decía, ahora serás un auténtico guardaespaldas. —Apenas dijo esas palabras, Deméter, empezó a buscar en so bolso y sacó otra carpeta—. Toma, aquí lo tienes, ya lo había preparado para ti.
Eros le dio una ojeada y vio que todo estaba perfecto e impecable, justo como lo haría una secretaria con el profesionalismo de la castaña de puntas rubias. Dejó el documento encima del primero y abrazó con fuerza a Deméter.
—¿Te han dicho que eres la mejor? —Apartó el cabello de Deméter y le susurró en su oído—: eres la mejor.
—Sabes Eros, todos tenemos un destino y cuando nos enfrentamos a él, podemos cambiar de muchas formas —dijo ella con tristeza en su voz.
—¿Por qué lo dices de esa manera tan apagada, Deméter? ¿Qué tienes? —preguntó él, preocupado.
Si había dos personas que le importaban a Eros, eran Deméter y Afrodita, pero eso era por ahora, pronto alguien que no sería ninguna de ellas, lograría despertar emociones tan fuertes en él: ¿pasión? Quizás, ¿deseo? Tal vez, ¿amor? ¿Quién sabe? A Eros se le había dado la orden de no enamorarse ni mucho menos debía amar a alguien. "Tú solo debes dar placer a las flores y no involucrar los sentimientos, porque el amor es una dolorosa prisión, que mantiene cautiva a nuestra alma y ciega nuestro entendimiento", fueron las palabras de Afrodita y las que hicieron que el castaño se insensibilizara y perdiera todo afecto por las relaciones de apego y ternura.
—Este es tu destino: enamorar a esas mujeres, y presiento que te cambiará por completo, Eros. Es por eso... —Ella se dio la vuelta y le dio un cálido beso—. Esta será nuestra despedida.
Eros la despojó de su camisa y le desabrochó el brasier y ante su vista quedaron los grandes senos de Deméter; a los que se le dibujaba una mediana areola que rodeaba el ya endurecido pezón. La agarró por la cintura y la acostó en el sofá. Eros la besaba de forma lenta mientras colocaba su entrepierna en el sexo de ella. Pasó sus labios por el cuello y luego bajó hasta los pechos. Los succionaba y los dejaba húmedos con su saliva, fue dando pequeños besos por la barriga, los cuales hacían estremecer y jadear a Deméter.
Acariciaba sus piernas y sus muslos con suavidad, las pegó en tanto las alzaba para despojarla de su última prenda y volvió a abrir de nuevo las piernas de Deméter y las reposó sobre sus hombros. Llevó su rostro hasta la zona mojada. La cálida respiración de Eros hacía que Deméter sintiera un cosquilleo que le ascendió por el abdomen, provocando que se agarrara fuerte del sofá.
—Ahora me toca el postre.
Unió su boca y empezó a disfrutarla como un delicioso dulce de pudin que además se mojaba cada vez más. Los minutos pasaban y Eros seguía disfrutando del deleitable sabor mientas Deméter abría su boca y soltaba jadeos llenos de placer, y en ultimo Deméter colocó sus manos en la cabeza de Eros y lo hundió con fuerza contra ella, sintiendo como algo salía de su interior.
El pecho de Deméter brincaba y su respiración era jadeante. Eros saboreó sus labios y también se quitó su pantaloneta.
Acarició el rostro de la castaña y se adentró con suavidad en ella, mientras apoyaba sus antebrazos en el sofá. Deméter se aferró con fuerza en la gruesa y ancha espalda, clavando sus uñas en la piel de Eros, y abrió más sus piernas.
Sus ojos se miraban con fijeza y parecían brillar por las sensaciones que experimentaban, y por sus frentes bajaban pequeñas gotas de sudor. Eros fue aumentando la rudeza de sus movimientos, provocando que se le escaparan unos jadeos, y a ella, ahora unos suaves gemidos.
—En la ventana —sugirió Deméter y Eros asintió aprobando la propuesta, dándole un pequeño beso.
La sostuvo por sus piernas y por su dorso, y la cargó como una princesa, al tiempo que se iban besando con deseo. La dejó caer con sutileza y ella apoyó sus manos en el vidrio cristalino y sacó su trasero hasta él.
Eros la comenzó a besar por toda la espalda y pegó sus manos sobre las de ella. Se incrustó con fuerza y sintió toda la calidez que brinda el interior una mujer, haciendo que las piernas de Deméter temblaran y de que su cuerpo se retorciera de placer, en tanto Deméter gemía con intensidad antes los profundos ataques de Eros.
Luego de algunos minutos de estar en se posición, Eros, se separó de ella y le dio la vuelta hasta él, la cargó por los muslos y Deméter enrolló sus piernas alrededor de la cintura de Eros y los brazos en su nuca.
Volvió entonces su erguido atributo dentro de ella y continúo con las embestidas a su dama. Deméter abría sus labios y besaba a Eros. Intercambiaban saliva y pegaban sus lenguas, moviéndolas en un gratificante baile torbellino.
Ambos estuvieron más de media hora besándose y entregándose en el acto más placentero que podría vincular a un hombre y una mujer. Las fuerzas de ambos disminuían a cada minuto, pero más era el deseo entre ellos.
Eros se pegó más a ella y le dio una embestida más fuerte que cualquiera de las anteriores y Deméter sentía como algo húmedo la llenaba por dentro. Sus respiraciones estaban aceleradas y el corazón les palpitaba con mucha rapidez.
—Espera —dijo ella entre jadeos—. No me sueltes. Si lo haces caeré acostada en el piso. No podría mantenerme de pie.
—No soy tan semental para provocar eso —bromeó él y ella comenzó a reír.
Eros la acomodó en sus brazos y ella le acariciaba el rostro y no dejaba de mirar los ojos verdes de del castaño.
—Llévame al cuarto purpura —dijo ella con seriedad y le dio un beso de media luna a Eros.
—Acabas de decir que no puedes sostenerte, ¿y quieres ir a esa habitación, Deméter?
—Es una despedida y debe hacerse por todo lo alto. —Sonrió Deméter guiñándole un ojo a Eros—. Quiero que me amarres y me trates con rudeza.