Artemisa se sentó en el lado derecho e invito a Eros al asiento apuesto al de ella y le avisó del auricular en su oído y él se lo guardó en el cuello de la camisa. Una mesera que viste su gorra sin techo y su camisa de cuello color vino tinto y un delantal n***o sujetado por detrás de su cuello que le caía hasta por encima de sus rodillas y sus piernas cubiertas por un pantalón del mismo color que el delantal, atenta de sus clientes, fue en su dirección a atenderlos y les facilitó la carta de helados que ofrecían. —Quiero este que se llama: la dama blanca con sabor a vainilla y fresa y un batido de fresa —dijo Artemisa y la mesera apuntaba el pedido en una pequeña libreta con su lapicero—. ¿Y tú, qué vas a pedir? —preguntó formando una sonrisa y mirando directo a los ojos verdes de Eros.