Héctor “Héroe, domador de caballos y el ancla que retiene”. El sudor le recorría las mejillas y el pecho le brincaba con ligereza. Eros miró su reloj y ya marcaba las siete y treinta am, había estado corriendo por más de dos horas. Himeros estaba sentado, viendo a su dueño y cuando Eros lo llamó se levantó de inmediato, llegando hasta donde él. Eros abrió la puerta de su departamento e Himeros entró con rapidez. Todo estaba como lo había dejado. Fue entonces al cuarto y se encontró a Deméter despierta recostada en la acojinada cabecera de la cama, cubierta por una gruesa sábana blanca. —¿No iras a trabajar? Hoy ni siquiera me acompañaste a correr. —No siento las piernas y me duele el trasero. Fuiste muy intenso anoche, creo que no volveré a caminar. —Hizo una sonrisa pícara y agregó—: