El suave sonido de pies arrastrados sobre el piso de hormigón fuera de su celda fue lo que lo despertó de su sueño.
Dio vuelta la cabeza dentro de la capucha, estirando el cuello, intentando evaluar si era hora de la comida o de otra golpiza. Quizás fuera un truco, otra ejecución falsa, o tal vez esa vez sería de verdad.
El sonido del cerrojo en la puerta de su celda al ser abierto lo hizo tensar los músculos involuntariamente, preparándose para cualquier degradación que tuvieran en mente para esa ocasión, excepto que esa vez no hubo violencia, ni gritos, ni agua fría, ni mangueras de goma, solo silencio y el susurro ocasional y movimientos lentos y cuidadosos de personas desconocidas. Sintió que abrían las esposas antes de que lo levantaran sin contemplaciones y lo hicieran poner de pie
