Gorila se había calmado, se arregló y fue a buscarla. Sabía dónde estaba el café y solo esperaba que no la hubieran d*********o. La arrastraría de regreso, pateando y gritando si era necesario. Tenía antigüedad en esa operación y no pensaba permitir que una novata diera las órdenes. Tomó su arma, se puso su chaqueta y salió de prisa del apartamento hacia la calle. Desde su apartamento hasta el puerto viejo le tomaría unos veinte minutos caminando, más rápido si tomaba un taxi. Avanzaba a paso enérgico. Era un hombre de negocios, disfrutando un paseo en la tarde, quizás de camino a encontrarse con un conocido y sin querer llegar tarde. Sabía dónde estaba ella, además llevaba un llamativo abrigo rojo, que facilitaba encontrarla a simple vista. Había que seguir a Caperucita Roja. Llegó al c