Era un hombre grande, poderoso, y a pesar de su edad, era más que capaz de lidiar con novatos, especialmente donde se usaría la violencia. Entonces, lo sorprendió (impactó es una mejor palabra) que diera pelea. Ella era, ante sus ojos, una joven asustada, casi tan delgada como un palillo y, sin embargo, le había quitado un ojo con una crueldad que contradecía su pequeña contextura. Había experimentado un dolor abrazador y supo entonces que su “diversión” ya no sería una opción, pero la muerte de la mujer sí lo sería, definitivamente. Le dio una bofetada en el rostro, lo que la hizo caer al suelo, maldita p***a; luego, la levantó hasta ponerla de pie y lentamente comenzó a apretar su garganta. Ojo por ojo, ¿no era ese uno de los lemas de los israelíes? Muy adecuado. Pero, mientras comenza
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