El georgiano sabía que Márquez había trabajado como “independiente” para los Guerini en numerosas ocasiones; generalmente, en contratos que los corsos no podían atender o tenían problemas para ejecutar. Los corsos eran buenos presionando el gatillo en una pelea entre pandillas en su propio territorio, pero planificar un asesinato en lugares donde no eran tan conocidos definitivamente era tarea para un asesino experimentado, un asesino como Juan Márquez. Esa relación con los corsos le había permitido al equipo una oportunidad para establecer una base y analizar su próximo movimiento, por un precio, desde luego, porque los corsos eran implacables negociantes, y la “renta” por su estadía en una de las casas seguras de los Guerini era, según la mayoría de los estándares, astronómica. Pero co