CAPÍTULO DOS
MARSELLA – MARZO DE 1965El alemán estaba sentado en el extremo de la cama; sus dedos entrelazados con furia y frustración apenas contenidas mientras observaba sus dos “jefes de alto rango”. Era alto, corpulento, el cabello gris en las sienes y estaba sudando, debido a la combinación de la temperatura mediterránea y el traje de lana que vestía. Una furia contenida plagaba su rostro; el ceño fruncido parecía una característica permanente.
Su base consistía de una serie de habitaciones conectadas en el piso superior del hotel Azure, con vista al viejo puerto de Marsella. Las habitaciones eran utilizables, cuando mucho. De hecho, eran asquerosas y sin duda eran más adecuadas para clientes que querían acostarse con las putains que esos chulos corsos vendían.
La única cosa a su f
