Capítulo 3

1328 Words
Melody Vans, una chica de ojos castaños, cabello color miel y piel blanca, su delicado perfil, esos ojos finos y los labios rosados, era como una muñeca de porcelana. Barry la había buscado en re.des sociales, tenía algunas fotos, sola, con amigas, en la universidad, parques y hasta un par de bares, pero nada más, buscó entre sus contactos y no había nadie más con el apellido Vans y tampoco alguna mujer mayor que pareciera ser una madre. Pensó en llamar al detective para que pudiera averiguar algo sobre la chica y poder llevarla a casa, estaba seguro que al menos su madre estaría preocupada, dijo que ella trabajaba. –¡Barry! –le habló el señor Greg. –Yo me encargaré del asunto, no tienes que preocuparte. –Eso espero, ¿qué te pasa hijo? –preguntó el hombre mayor –. Hoy te veo distraído. Había pasado el almuerzo callado y solo asintiendo a lo que su cliente decía. –No es nada, solo problemas en el trabajo. –Bueno, es lo único que puedes tener –mencionó el hombre –. No tienes esposa, ni hijos. –No señor –se levantó antes de que le diera el sermón de su vida –. Estaré en contacto para dejarle los contratos. Barry se despidió y se alejó de Monty Greg, ese hombre de sesenta años a cargo de una farmacéutica con la que había trabajado toda su vida, también tenía una esposa e hijos esperándolo en casa, era de las pocas personas que habían logrado una vida personal y laboral plena, ese era el motivo por el que se empeñaba en sermonear a Barry sobre la importancia de una familia. Está vez subió al auto y le pidió al chófer que lo llevará a la oficina, tenía que volver a su apartamento pronto por la chica que prácticamente había dejado encerrada. Al llegar a su oficina se encontró a Christopher, su asistente, sí, era hombre, algo que había aprendido con el tiempo, es que tener un hombre como asistente era la decisión más sensata que pudo tener en la vida, de esa forma evitaría que se enamorará de él, sabía perfectamente que a Chris no le gustaban los hombres y cuando estaba demasiado estresado podían ir a beber algo juntos porque su lista de amigos para beber e ir a ver mujeres se había reducido muchísimo desde que sus amigos lo habían cambiado por una mujer. –Señor Stand, creí que se tomaría el día –mencionó Chris al ver a su jefe. –Acabo de tener un almuerzo con Monty Greg, hablamos sobre los contratos de sus trabajadores, necesito empezar con eso. –Pero lo podemos empezar mañana. –No, mañana tengo otras reuniones y saldrá algo más. –Tiene razón, empezaré ahora mismo a descargar la información. Al entrar a su oficina se encontró con Robert Anderson sentado en su escritorio viendo la foto de su madre, Robert era el abogado director del bufete, un amigo que había durado décadas antes de que lo cambiará por Elizabeth Pierce. –Robert. –¿Por qué no me dijiste? Las pocas veces que Barry había usado su máscara de frialdad podía contarlas con los dedos de las manos, siempre mostraba una sonrisa, eso hacía sentir a las personas que era alguien de confianza, él mantenía contacto con las personas y era importante para su imagen, pero cuando la tristeza lo invadía, era mejor mantener un perfil neutral. –Fue algo imprevisto. –La muerte siempre es imprevista. –Así fue, no le dí muchas vueltas y terminó pronto. Ambos hombres se vieron por varios segundos, a ninguno le gustaba hablar sobre sus sentimientos, pero se conocían lo suficiente para saber cuando uno necesitaba del otro, de hecho Barry siempre vivía metido en la vida de Robert. –¿Y qué es lo otro? Barry enmarcó sus espesas cejas confundido por lo que preguntaba Robert. –¿A qué te refieres? –Siempre te viene más de un problema encima –mencionó Robert –. Recuerdas la pascua del dos mil dos. –Eso fue una tontería. –Pues es lo que tienes siempre, ¿qué es lo que sucede? Probablemente sería buena idea decirle sobre la chica de veinte años que había dejado encerrada en su apartamento, pero como era Barry, no lo hizo. –Nada. –¿El trabajo? –Me reuní con Greg, estoy renovando contratos, Chang quiere abrir una nueva sucursal y tengo que hacer la nueva política de su empresa, además de la demanda que tiene los Doyle con la empresa telefónica, lo mismo de siempre. Robert lo dudo, que Barry no hiciera bromas y respondiera directamente sobre lo que tenía que hacer, era algo rarísimo, debía estar triste o angustiado por algo para que su mente no pudiera maquinar una respuesta ingeniosa. –Deberías ir a descansar. –Tengo trabajo, Robert, déjame en paz. Robert le colocó la mano sobre el hombro antes de salir de la oficina. –No fue una sugerencia. Barry sabía lo que significaba, había algo importante entre ellos, un acuerdo que tenían y era que por nada del mundo tenían que permitir que el bufete se viera afectado. Aunque realmente él no se quedaría, solo dejó todo lo suficientemente organizado para poder regresar al apartamento, Barry nunca pensó que llegará el día en que realmente tuviera prisa por ir a casa. –Señor Stand, ¿quiere ir al club está noche? –preguntó Chris al entrar –. Yo invito… Se detuvo cuando lo vió apagando el ordenador. –Otro día, ahora debo irme –respondió Barry –. Cancela mis citas de mañana, tengo un asunto que resolver. –Sí señor. Barry salió de la oficina por el pasillo a toda prisa. –¡Señor Stand! –exclamó Darla la asistente de Robert al verlo por el pasillo. –Lo lamento Darla, tengo prisa. Ella se quedó confundida al ver lo rápido que iba, le iba a dar el pésame por su madre, de hecho la señora Inés Stand, era conocida por la mayoría en la oficina, especialmente por visitar a su hijo y llevar deliciosos postres en cada uno de sus cumpleaños. Barry llegó al apartamento y se encontró a Melody en el sofá viendo el televisor, estaba confundido. ¿Acaso había pasado ahí todo el día? ¿Se daría cuenta que estaba encerrada? ¿Tomó algo de sus cosas? Ella tardó un poco en verlo y le sonrió, un gesto particularmente agradable para Barry, luego ella vio el televisor y su sonrisa se desvaneció, entonces él se acercó y se dio cuenta que era un canal infantil. ¿Por qué no debería de sorprenderle? –Lo siento –murmuró –. No tenías buenos canales, así que le hice un par de ajustes y ahora tienes variedad. –¿Qué es eso? –señaló. –Bob esponja –sonrió ella –. Es una serie entretenida. –Una caricatura. –Una serie de Nickelodeon. Era una caricatura, pero Barry no se iba a poner a discutir sobre eso con ella, así que en lugar de eso, se quitó el saco del traje y caminó a su habitación. –¿Quieres que te preparé algo? –preguntó ella al seguirlo –. Espero que no te moleste, pero habían muchas cosas en el refrigerador y tenía hambre así que hice de comer, también encontré dulces de leche en el frasco de vidrio del gabinete de arriba, me costó un poco bajarlos, pero estaban deliciosos. –Asaltaste mi cocina –la detuvo. El repentino comentario con la actitud de Barry de plantarse frente a ella, la tomaron desprevenida y la dejaron sin palabras. –Yo… te… te… –titubeo –. Te lo voy a reponer. Él se dio la vuelta para entrar en la habitación y cerrar la puerta, ya se le estaba haciendo costumbre cerrarle la puerta en la cara a Melody.
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