CAPÍTULO DIEZ Cuando cruzó la puerta principal de su casa en Richmond once horas más tarde, Kate podía aún sentir el peso del caso —de los asesinatos no resueltos de Frank Nobilini y Jack Tucker— como si los cargara sobre sus hombros. Dejó caer sin cuidado el único bolso en el piso, fuera de la cocina, y fue a echarse en el sofá. Estaba molesta pero su lado racional comprendía la decisión de Durán —y que no tenía sentido para él asignarle a ella el caso en primer lugar si iba a estar preocupado por la imagen del Buró. Para apartar su mente de ello, se estiró en el sofá y envió un texto a Melissa. De regreso en casa. Caso sin pistas. ¿Cómo están tú y la pequeña? Luego tomó su portátil de la mesa de café y abrió su correo. Envió un correo electrónico breve y dulce a Durán, con copia a DeM