Ahí, en aquella sala de conferencias, estaba él: Joseph, tan imponente, dando un discurso para que los estudiantes de la carrera de finanzas se unieran a su grupo de banqueros. Y Grace no podía estar más encantada.
—Cuando conseguí una estupenda oferta de Morgan Stanley, no pude mirarme al espejo durante los siguientes tres años. Conseguirán el Porsche, pasarán las navidades en la playa en Pocket, pero, ¿y luego? Esa no es vida. Yo tuve que buscar un lugar donde pudiera marcar una diferencia, una inversión con impacto. No digo que podamos curar el cáncer, pero lo intentamos. Esteban Clarke, William More y Claudio Agorta alcanzaron su sueño, que no era hacer una fortuna. Soñaron con cambiar el futuro para bien, y la fortuna les llegó por hacerlo bien. Si les suena interesante, registrémonos en el sitio web.
Todos aplaudieron, y se podía ver en sus caras cómo estaban fascinados por aquellas palabras. A pesar de que Grace no pertenecía a esa área, incluso ella quiso ser parte de algo así.
—Creo que los convenciste —dijo Grace sonriendo cuando Joseph se acercó a ella.
—Aunque no lo creas, soy de los chicos buenos. —Joseph sabía que la reputación de los de su rama no era muy buena y quería cambiar esa imagen de él.
—¿De los chicos buenos que invierten? —Ambos rieron—. Descuida, eres menos despreciable de lo que pensé.
—Este día ha sido muy largo, ¿quisieras tomar una margarita?
Grace asintió encantada, pues con cada segundo que pasaba conociendo a este hombre, le gustaba más.
—¿Es en serio? Una belleza de Georgia… —Joseph parecía estar coqueteando con Grace.
—¿Es tan difícil de creer? —respondió Grace, riendo mientras tomaba un poco de su margarita.
—Bueno… no te imagino con una tiara…
—No usé una tiara porque no fui princesa; usé una corona porque fui la reina de la escuela. —Grace dijo argullosa mientras miraba coqueta a Joseph.
Joseph se quedó callado por un momento, observando a Grace. Parecía tener un pequeño destello en los ojos al verla.
—Por lo que percibo, fuiste criada de buena forma.
—No fue malo, pero siempre quise más. Desde pequeña, siempre quise expandir mis horizontes y busqué una gran ciudad para hacerlo.
—Te entiendo. Y Nueva York fue una gran opción. Nada más grande que esta ciudad —dijo Joseph.
—Yo quería aventura, noches locas… —dijo Grace de manera nostálgica, soltando un suspiro.
—¿Y cómo te ha ido con eso? —preguntó Joseph al notar su semblante.
—No lo sé —Grace soltó una pequeña sonrisa ante su dilema—. Georgia no era suficiente, pero Nueva York podría ser demasiado.
Joseph asintió, pareciendo entender cómo ella se sentía en ese momento.
—Tengo una casa en los suburbios. A veces me quedo allá y otras veces en la ciudad. Siento que crear una familia es demasiado difícil aquí. Por eso estoy planeando mudarme definitivamente.
Grace soltó un "wow" asombrada de lo centrado que era Joseph y de cómo sabía lo que quería de manera tan precisa. Era tan perfecto que Grace solo estaba esperando que algo saliera mal. Y cuando escuchó el nombre de Joseph saliendo de la boca de una mujer a lo lejos, creyó que se trataría de ella.
—¿Qué haces aquí? —La mujer, con un vestido elegante, cabello rubio y una sonrisa encantadora, se acercó a él y lo saludó con un fuerte abrazo y un beso. Nada fuera de lo normal.
—Vine de visita. Pero te presento a Grace —dijo Joseph. La chica se quedó mirando a Grace y, con esa misma sonrisa, también la saludó.
—Mucho gusto, Grace. Tienes mucha suerte… —dijo la chica, dejando desconcertada a Grace.
No había nada malo en Joseph. Lo que mostraba era lo que era. Era un hombre intachable. Incluso en ese momento se sintió avergonzada; aquella mujer es la clase de chica que se casa con un hombre como Joseph. Brillante, alegre… Si se hubiera acostado con medio Nueva York como ella, no dejaría que nadie lo supiera. Cuando Joseph se despidió de la mujer, Grace no esperó para soltarle una verdad.
—¿Es tu exnovia, verdad?
—Sí, así es… —Joseph respondió un poco apenado—. Salimos por un tiempo. Ella es una gran mujer y se casó con un gran tipo. Incluso fui a su boda.
—¿En serio? —Grace no lo podía creer. Joseph asintió.
—¿Acaso tú no te llevas bien con tus ex?
Grace se recordó a sí misma en el sofá de su apartamento mientras lloraba desconsolada por su última ruptura. Definitivamente, no era amiga de sus exnovios.
—No mucho…
Y así fue como Grace lo decidió: por una vez en su vida, dejaría su boca cerrada. No diría nada de Alexander ni de sus demás relaciones fallidas, y las guardaría en una caja.
Grace creyó que algún día ella le contaría todo su pasado, pero los días fueron pasando con tanta felicidad y tanto amor, ¿Por qué se iba a arriesgar a perderlo por eso?
Pero Grace regresó a su realidad y se dio cuenta de dónde estaba parada en ese momento, cómo su esposo ahora sabía lo que ella había estado escondiendo durante tantos años. Al volver a ver a sus hijos, de pronto todo lo malo se le olvidó: lo que había pasado con Alexander, el descubrimiento de Joseph. Ser madre era como si las heridas se curaran solas o, al menos, como si una bandita las cubriera para que no dolieran tanto.
De lo único de lo que estaba completamente consciente es de que amaba a sus hijos más que a cualquier otra cosa. Tenía que pensar en ellos antes de tomar cualquier decisión.
—Duendecito, ya llegó papá. —La voz de Joseph se escuchó cuando salió al jardín, mientras Grace y Tom jugaban. El pequeño corrió hacia su padre y lo abrazó fuertemente—. ¿Qué hiciste hoy, campeón?
—En la escuela hice un dibujo de una casa del árbol.
—¡Wow! ¿Por qué no traes ese dibujo para que lo vea? —El pequeño Tom entró a la casa emocionado por mostrarle su dibujo a su papá, mientras Grace se limitó a recoger algunos juguetes que estaban regados en el césped.
Se sentía extraña. No sabía cómo comportarse con su esposo después de todo lo que estaba pasando. Pero cuando Joseph se acercó a ella, la tomó de la cintura y la besó apasionadamente, no supo qué pensar ni cómo reaccionar.
Joseph no parecía molesto; al contrario, estaba actuando como siempre.
—¿Dónde está Sofí? —preguntó Joseph.
—Ella está tomando una siesta —respondió Grace, tratando de comportarse con normalidad.
Joseph le sonrió y dio unos pasos hacia atrás.
—Te traje algo. —Parecía alegre, lo que desconcertó aún más a Grace.
De pronto, su esposo sostenía una bolsa de ropa de una exclusiva marca de la ciudad.
—¿Pero qué es esto? —Grace no pudo esconder su sorpresa, y una pequeña sonrisa se formó en sus labios cuando abrió la bolsa y vio un hermoso vestido n***o en su interior—. Joseph, ¿esto es por lo que leíste…?
—No digas nada… —Joseph la interrumpió—. Ve a probártelo.
—Sé que me queda. Lo que no entiendo es, ¿por qué?
—Te voy a invitar a un concierto. Hoy se presenta Midnight Reverie, y sé que es tu banda favorita, así que espero puedas acompañarme.
Grace estaba tan emocionada por lo que su esposo estaba haciendo por ella que, por un instante, volvió a estar segura de que no necesitaba nada más que a su esposo y a su bella familia. Pero eso solo fue por un instante.