Pésimo bailarín

1660 Words
Grace bajó por las escaleras de su casa con un paso ligero, su vestido ajustado resaltando cada curva de su figura. El color azul profundo del vestido reflejaba la luz cálida del pasillo, haciendo que Grace brillara como una estrella en una noche despejada. Era el mismo vestido que Joseph le había regalado aquella tarde después de regresar del trabajo. El vestido se ajustaba a la perfección, destacando sus hombros descubiertos y la figura esbelta que había trabajado con tanto empeño. Se sintió segura y hermosa, lista para disfrutar de la noche que Joseph había planeado. Se dirigió a la cocina, donde encontró a Eva, la esposa del compañero de trabajo de Joseph, que estaba esperando para llevarse a los niños. Eva era una mujer amable y siempre dispuesta a ayudar, y Grace le estaba muy agradecida por quedarse con ellos esta noche. —Eva, no sé cómo agradecerte lo suficiente por quedarte con los niños —dijo Grace con sinceridad, abrazando a Eva. —No es nada, Grace. Me alegra poder ayudar. —Eva sonrió y miró a Grace con complicidad—. Además, sé que esta noche será especial para ti. He oído que tienes grandes planes. Grace se sonrojó ligeramente, sintiendo un pequeño cosquilleo en el estómago ante la insinuación. Aunque el comentario de Eva era sutil, no pasó desapercibido. Ambas sonrieron cuando escucharon la voz de Joseph quien soltó un suspiro enamorado al ver a su esposa con aquel vestido. No cabía duda de que era hermosa. —Estas hermosa. —L a abrazó por detrás inhalando el rico perfume, ambos sonrieron y Eva no pudo evitar sonreír ante la bella pareja—. Ya podemos irnos, Tom se acaba de quedar dormido. Ambos tomaron sus cosas y con una ultima mirada de agradecimiento hacia Eva se marcharon. El auto avanzaba lentamente por las calles iluminadas de la ciudad. El sonido del motor y el suave zumbido de la radio creaban un ambiente relajado, pero Grace no podía dejar de pensar en el pesado silencio que llenaba el espacio entre ella y Joseph. A pesar de la promesa de una noche especial, la sombra del pasado seguía presente. Joseph hablaba animadamente sobre su trabajo, compartiendo detalles de proyectos y reuniones, mientras Grace escuchaba con atención, pero su mente vagaba. El hecho de que él evitara por completo mencionar el incidente de esa mañana, el doloroso descubrimiento de su diario, la vida que ella había llevado antes de conocerlo, la herida que eso había causado—todo eso la mantenía distraída. Joseph había decidido que no quería hablar de eso. A pesar del dolor y la decepción que sentía, su único deseo era volver a una normalidad que él prefería no cuestionar. Lo amaba por eso, por su capacidad de querer olvidar y seguir adelante, pero también entendía que eso dejaba muchas cosas sin resolver. Al llegar al bar, Joseph estacionó el auto y se dirigió hacia la entrada con Grace a su lado. La música de fondo era animada y las luces de colores daban un ambiente festivo al lugar. El bar estaba lleno de gente disfrutando de la noche, y el bullicio del lugar contrastaba con el sentimiento de incertidumbre que Grace llevaba consigo. —Voy a buscar algo para beber —dijo Joseph, dándole una sonrisa reconfortante antes de alejarse hacia la barra. Grace asintió, sentándose en una mesa cercana. Mientras observaba a su alrededor, notó la atmósfera vibrante del bar. La música envolvía el espacio, creando un ritmo alegre que se reflejaba en las luces que danzaban por las paredes. La gente se movía al ritmo de la música, y algunas parejas se besaban y se tocaban cariñosamente. Grace fijó su mirada en una pareja a unos metros de distancia. La forma en que se abrazaban, se besaban y se dejaban llevar por la música hizo que sus pensamientos se deslizaran hacia el pasado. Recordó cómo solía ser con Alexander, cómo el deseo y la pasión a menudo los llevaban a lugares similares a este, y cómo se sentía tan viva y atrapada en esa intensidad. Era un recuerdo que, a pesar de su dolor, también contenía una chispa de la emoción que una vez la había definido. Mientras observaba la escena, Grace se sintió atrapada entre dos mundos: el presente y el pasado. La música del bar continuaba su danza vibrante, envolviendo a los presentes en un ambiente de alegría y ritmo. Sin embargo, para Grace, el bullicio y la euforia eran meros telones de fondo para una tormenta interna que no podía ignorar. Grace se sumió en un estado de reflexión, su mente viajando de regreso a una época que había intentado enterrar. Las luces parpadeantes y el ritmo contagioso de la música evocaron recuerdos de un pasado que había dejado una marca indeleble en ella. Ese tiempo con Alexander, pensó Grace, esa época de amor burbujeante y adrenalina incontrolable. Recordaba cómo su relación con él era un torbellino constante de emociones intensas. Cada encuentro, cada beso y cada momento compartido estaban impregnados de una pasión que la consumía por completo. Era un amor que la llenaba de vida, a pesar de su naturaleza caótica y a menudo destructiva. Grace se acordó de las noches en las que se dejaba llevar por la música en clubes, bailando con una libertad salvaje que la hacía sentir invencible. Alexander había sido el guía en ese mundo que le resultaba al mismo tiempo aterrador y fascinante. Él la había introducido a una forma de vivir que desafiaba las normas y la llevaba a explorar los límites de su propio deseo y emoción. La adrenalina que sentía cuando estaba con él, recordó Grace, era casi adictiva. Grace parpadeó, intentando sacudirse el peso de sus pensamientos. **Estar pensando en Alexander estaba mal**, lo sabía. No solo por lo que implicaba para su relación con Joseph, sino porque revivir ese pasado la hacía sentirse fuera de lugar. El bar, con su ambiente vibrante y luces brillantes, le recordaba demasiado a aquella vida que había dejado atrás, una vida llena de caos y decisiones impulsivas. **Estar ahí, en ese lugar, también lo era**. Volvió su mirada hacia Joseph, quien todavía estaba en la barra, esperando que el barman tomara su orden. El corazón de Grace latía más rápido, sus nervios aflorando a la superficie. Sentía que había algo que no encajaba, algo que no debería estar sucediendo. **Tenía que irse de ahí**. Decidida, se levantó y caminó hacia él, esquivando a las parejas que bailaban al ritmo de la música. Su mente seguía inundada por las emociones contradictorias que ese lugar despertaba en ella. —Joseph, quiero irme —dijo con voz firme, aunque una parte de ella temía su reacción. Joseph la miró, sorprendido y un poco frustrado. Él había planeado esa salida como un escape, una manera de liberar las tensiones que ambos llevaban acumulando desde lo ocurrido esa mañana. Sabía que las cosas estaban delicadas entre ellos, pero había esperado que esa noche sirviera para reconectarse. —Grace, no. —Joseph negó con la cabeza—. Hemos venido hasta aquí para relajarnos. Necesitamos esto. —No me siento bien —insistió Grace, tratando de mantener la calma, pero sintiendo el peso de su pasado y su presente colisionando—. De verdad, prefiero que nos vayamos. Antes de que Grace pudiera decir algo más, la música en vivo comenzó a sonar, inundando el bar con un ritmo contagioso. Joseph, decidido a que la noche no terminara así, la tomó de la mano de forma inesperada y la jaló hacia la pista de baile. —Ven, solo un baile —dijo con una sonrisa insistente—. Vamos a olvidarnos de todo por un momento. Grace, aún con nervios, no pudo resistir la firmeza y el entusiasmo de Joseph. El sonido de la música se filtraba en su piel, las luces titilaban a su alrededor, y en medio de todo, Joseph la sujetaba con fuerza, invitándola a dejarse llevar. Él la miró con esa mezcla de seguridad y cariño que siempre había logrado derribar sus barreras, y aunque una parte de ella seguía sintiéndose inquieta, Grace decidió ceder. Quizá bailar un poco podría ayudarla a despejar su mente. Grace no pudo evitar sonreír mientras observaba a Joseph intentar seguir el ritmo de la música. **Él odiaba bailar**, y era evidente en cada paso torpe que daba. Pero ahí estaba, esforzándose por ella, por hacer que la noche fuera especial, incluso cuando claramente no era lo suyo. **Eso es lo que amaba de Joseph**. No era perfecto, ni pretendía serlo. Era un terrible mentiroso, y esa torpeza en la pista de baile lo demostraba. Intentaba aparentar que sabía lo que hacía, pero sus movimientos erráticos, sus pisotones y risas nerviosas lo delataban. Sin embargo, su esfuerzo, su voluntad de poner su incomodidad a un lado para hacerla sonreír, le recordaba por qué lo había elegido. Mientras se movían de forma descoordinada al compás de la música, Grace lo miró a los ojos, y su corazón se llenó de cariño. **Joseph era un terrible bailarín, pero un hombre maravilloso**. Él siempre estaba ahí, dispuesto a apoyarla, a hacerla sentir segura, incluso cuando las cosas se complicaban. —Eres terrible en esto —dijo Grace entre risas, sin poder evitar bromear. —¿Terrible? —Joseph fingió estar ofendido, pero su sonrisa traviesa lo delató—. Te he estado engañando todo este tiempo. Soy un bailarín de clase mundial. Grace soltó una carcajada, sintiendo cómo su ansiedad se desvanecía lentamente. Se apoyó más en él, permitiéndose disfrutar del momento. —Quizá deberías dejar de mentir y seguir siendo ese hombre maravilloso que hace lo imposible por hacerme feliz —murmuró, besando su mejilla. Joseph la abrazó con más fuerza, y aunque la música seguía sonando a su alrededor, para ellos el tiempo pareció detenerse. **Estar juntos, con todas sus imperfecciones, era lo que realmente importaba**.
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