Grace se miró al espejo de su baño notando como su bata de dormir estaba desgarrada y había marcas rojas en sus brazos y piernas. Un sentimiento extraño rodeó su interior. Se sentía culpable, pero al mismo tiempo la forma en la que Joseph tuvo sexo con ella, le decía que esto iba a marcar un antes y un después en su relación. Y la pregunta de si sería para bien o para mal la tenía pensativa.
La mirada de su esposo se encontró con la suya a través del reflejo del espejo. Él parecía un poco culpable por lo que acababa de pasar, tal vez debían de hablar más a fondo de esto, pero Grace sabía que Joseph solo desviaría el tema, reduciéndolo a algo sin significado.
—Volveré tarde hoy del trabajo. Tengo la junta con los directivos y el nuevo proyecto…
Grace no supo que responder, así que solo asintió. Después de que Joseph saliera de la habitación, directo a su auto, ella tomó su celular y le llamó a Miranda.
—Hola, Miranda. Se que es algo apresurado, pero, ¿podrías venir a cuidar a los niños?
No podía más, sentía que cada segundo que pasaba en aquella casa inmensamente grande, ella se hacía más pequeña. Su corazón se estrujó por que era un sentimiento difícil de descifrar. Quería estar ahí, pero al mismo tiempo, todo la estaba superando.
Al saber que Joseph se había enterado de la verdad, aquello que la estaba atormentando por días solo se hacía cada vez más real. Quería salir corriendo.
Grace colgó el teléfono y dejó escapar un suspiro tembloroso. Sabía que enfrentarse a sus sentimientos y a lo que había sucedido con Joseph no sería fácil, pero también sabía que quedarse en casa, sintiéndose atrapada, no era una opción.
Grace sabía que su matrimonio estaba en una encrucijada. Las decisiones que tomara hoy podrían cambiarlo todo. Decidió que necesitaba salir, aclarar su mente y poner sus pensamientos en orden y el único lugar que se le vino a la mente fue ir a ver a Rita, su mejor amiga.
Se cambió rápidamente, optando por unos jeans y un suéter cómodo. Después de que Miranda llegara, tomó su bolso y salió de la casa, sintiendo un nudo en el estómago mientras bajaba las escaleras y se dirigía al garaje. Subió a su coche y encendió el motor, sintiendo el suave ronroneo del motor bajo sus pies.
Mientras conducía por las calles directo a la ciudad, su mente seguía regresando a esa noche con Alexander y a lo que había ocurrido esta mañana con Joseph. Se dio cuenta de que estaba atrapada entre dos amores: uno que la había dejado sintiéndose viva y el otro que la había hecho sentir segura. Pero, ¿cuál de esos sentimientos era más importante para ella? ¿Podría alguna vez dejar ir completamente a Alexander y concentrarse en su matrimonio con Joseph?
Las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas mientras aceptaba que había llegado a un punto crítico en su vida. No podía seguir viviendo dividida entre el pasado y el presente. Tenía que hacer algo al respecto para dejar ir todo esto que la atormentaba.
Para ella regresar al mismo lugar donde vivió aquella época de locura y libertinaje hicieron que los recuerdos remontaran en su memoria. Tal vez esa era una de las razones del por que jamás volvió a visitar a Rita. Aunque tenía que admitir que la extrañaba demasiado. Sabía que ella era la única persona que podría ayudarla a entender todo lo que sentía, y si no lo hacía, al menos la haría entrar en razón respecto a aquellos pensamientos destructivos.
Porque, estar loca por revivir su pasado con la persona que más la lastimó en lugar de ser feliz con su hermosa familia era definitivamente un pensamiento destructivo, que estaba segura no la llevarían a nada bueno.
Cuando estacionó su auto afuera del edificio donde se encontraba el apartamento que solía compartir con Rita, su corazón comenzó a latir de manera apresurada. El edificio no tenía elevador por lo que tuvo que subir por las escaleras, al tercer piso, se encontraba cansada a pesar de tener una buena condición física, pero poco le importó y siguió caminando hasta la puerta del apartamento y dar unos golpes fuertes.
Eran las nueve de la mañana por lo que supuso que Rita seguiría durmiendo después de haberse quedado hasta tarde en el bar.
—Soy yo, Rita. Abre. —Grace dijo para que supiera que se trataba de ella y así abriera.
Rita abrió unos segundos después y Grace no esperó a que la invitara a pasar. Rita se veía sorprendida de ver a su amiga ahí mismo, luego de tanto tiempo.
—Rita… ya no puedo más. —La voz de Grace se quebró, tenía tantas ganas de llorar. Sin embargo, Rita seguía con la misma expresión y luego desvió la mirada, mirando detrás de ella.
Grace frunció la mirada. Algo le decía que no estaba sola y cuando se dio la media vuelta fue como si todo su mundo se viniera abajo.
Esos ojos azules, ese cabello largo y aquella sonrisa. ¿Sonrisa? ¿Por qué le estaba sonriendo? Sus ojos viajaron por su cuerpo, aquel que parecía exactamente el mismo, sexy y malditamente caliente. Pero entonces algo la regresó a la realidad.
Grace Miró a Rita, quien se encontraba en bata. Su expresión ahora se había trasformado a una culpable y entonces lo supo.
Rita había pasado la noche con Alexander.
—Grace… déjame explicarte.
Ella se alejó de Rita apenas quiso tocarla. Su amiga sabía cuanto había amado a Alexander, cuanto había sufrido por el.
—Grace… —Escuchó la voz de Alexander llamándola, pero no quería saber de nadie.
—Quiero irme. —Fue lo único que dijo antes de abrir de nuevo la puerta y salir corriendo de ahí.