Insolente

1784 Words
Capítulo 4 Erick Llego a mi casa, una casa bastante acogedora y de un tamaño considerable para un hombre de treinta años, soltero y sin la responsabilidad de una familia. Es de dos pisos y en el interior es blanca, con sus luces blancas y la mayoría de los muebles en n***o. Soy de los que les gusta estar en la claridad, no me agrada el interior de un lugar que esté a oscuras, no sé si eso se debe a que estoy acostumbrado a las luces blancas de un hospital o que le tengo miedo a lo que la oscuridad pueda hacerme sentir. Subo las escaleras con lentitud, a medida que avanzo me voy desprendiendo de mi corbata y la sujeto en mi mano. Llego directo a mi habitación y entro de una vez a la ducha. Una vez duchado y vestido, bajo a mi despacho para así atender la otra responsabilidad que tengo. Al entrar, lo primero que hago es encender mi computador e ir directamente a la página web que manejo y abrir mi correo electrónico. Mientras eso ocurre, voy hacia la cocina para prepararme algo de comer. Abro mi refrigerador y no pierdo mucho tiempo. Al ser un profesional de la salud, me tomo muy en serio el tema de la alimentación. Soy un hombre que le gusta ejercitarse, comer sano y cuidar mi cuerpo, si hacemos eso, cuidamos nuestra salud. Así que a la hora de comer, soy un hombre bastante cuidadoso y hasta quisquilloso. Tomo unas lechugas romanas, un poco de aceite de oliva, preparo unas pechugas de pollo a la plancha y listo, tengo lista una ensalada fresca con un vaso de agua. Simple, rápido y sano. Camino con el plato de ensalada y el vaso de agua hacia mi despacho donde comeré mientras me actualizo. Tengo una página web donde de forma gratuita instruyo a personas el cuidar su salud a través de una buena alimentación. Son miles de personas que me comentan o me hacen preguntas respecto al asunto y yo los oriento con los conocimientos que he aprendido con los años. Dejo allí consejos recetas, tips para las mismas, también rutinas de ejercicios que hago. Ahora, si la persona requiere de mi asistencia de manera presencial, allí si tienen un costo que pagar, pero es un costo considerable. Mientras como mi ensalada, un correo llama mi atención. Leo con sumo cuidado y se trata de un hombre con un apellido que me resulta algo familiar. O es eso, o no he dejado de pensar en mi paciente de esta mañana. —Interesante —sigo leyendo, y al final del mensaje hay un número de teléfono, una dirección de una empresa y el nombre de la persona que desea verme. Anoto todo en un papel y sin perder tiempo me dispongo a llamar. —Habla Napoleón Roldán, ¿con quién tengo el gusto de hablar? —responde el hombre con voz profesional. —Un placer hablar con usted señor Roldán, habla el doctor Erick Butler. —El placer es mío doctor. —Lo llamo porque acaba de leer su correo electrónico y me parece interesante el caso que me está presentando, quiero decirle que me gustaría trabajar en el. —No sabe lo feliz que eso me hace doctor— lo oigo suspirar aliviado. —¿cuándo podremos vernos?. —Estoy libre esta tarde, podemos vernos y allí me presenta a su hija. Me gustaría más conocerla de forma amigable. Si voy a trabajar con ella, considero que es mejor que nos conozcamos primero. Verá, las personas que abusan de la comida y que de alguna manera llenan sus vacíos con ella, suelen normalmente estar en negación hasta que sus vidas se ven completamente afectadas hasta el punto de estar en riesgo. —Comprendo todo lo que me dice doctor. En parte, me siento culpable de esto, realmente deseo poder ayudar a mi hija. Alguien me comento de su página web y no dude un segundo en contactarlo yo mismo directamente. Aunque le advierto que mi hija no es fácil, suele tener un temperamento bastante fuerte. —Por todo lo que me plasmó en el correo, ese temperamento es una manera de protegerse señor. Pero no se preocupe, soy un profesional y he liado con muchos tipos de temperamentos y miles de pacientes— lo tranquilizo con una leve sonrisa de cortesía. —Me alegra oír eso. Nos vemos esta noche en casa entonces, así cenamos los tres juntos y se la presento, le dejaré en su correo la dirección. —Nos vemos.—termino la llamada y me quedo pensado en todo lo que este hombre me ha redactado en ese correo. No debe de ser fácil admitir que su única hija tiene problemas de peso debido a su culpa, ya que le permitió todos esos hábitos para que así olvidara la muerte de su madre. Vaya, realmente hay personas que sin intención alguna dañan las vidas de otros. Como aún es temprano, sigo en mi despacho respondiendo comentarios y actualizando un poco el día de hoy. Alrededor de las siete de la noche me encuentro ya listo en mi auto para disponerme a ir hacia la casa del señor Roldán. Me dirijo hacia Extramurs, para ser más específico, iré a la calle de Guillem de Castro, La Roqueta. El un camino es largo, pero me dará tiempo de reflexionar en muchas cosas. Entro a la calle y me doy cuenta de que el señor Roldán es alguien que vive muy bien. El estilo del lugar es modernista y la mayoría de ellos fueron construidos a inicios del siglo XX. Estaciono mi auto y me dispongo a entrar, tengo entendido que es el tercer piso así que sin perder mucho tiempo voy directamente al ascensor. Como es un piso completo, al abrirse las puertas del ascensor ya me encuentro por decirlo de alguna forma, en el hogar del señor Roldán. Me ajusto mi traje, uno n***o a la medida y me dispongo a tocar el timbre. —Buenas noches, soy Erick Butler —le informo de modo amable a la mujer adulta que me recibe. —Buenas noches, señor, adelante. El señor Roldán lo está esperando —informa mientras se adentra al lugar. La sigo admirando el interior del sitio, y la verdad es un lugar fascinante. El espacio diáfano es amplio y luminoso, con orientación a la fachada principal con amplias vistas despejadas. Tal como me gusta. Todo blanco y pulcro. También me doy cuenta de la trabajada iluminación artificial, simplemente radiante. —¡Doctor Butler! —con entusiasmo oigo la voz del hombre a quien he querido conocer desde hace un par de horas atrás. Se acerca hacia mí y me extiende su mano. —Es un placer para mí conocerlo en persona— —El placer es mío, señor. —Vayamos hacia el comedor, ya mi hija pronto se nos unirá —me invita con cortesía y yo lo sigo. Un comedor bastante amplio, dejando a la vista una cocina completamente equipada con electrodomésticos de primera calidad, es igual de luminosa como la amplia sala. Ambos nos sentamos y comenzamos una charla amena. El hombre me cuenta con mucha vergüenza de que su hija intentó quitarse la vida debido a una mala relación. Me parece curioso porque justo hoy tuve un caso igual en el hospital, no le comento ese dato, ya que se nota que necesita desahogarse con alguien. También me cuenta de que su esposa falleció hace años y que él se sumergió tanto en su dolor que olvido por completo el dolor d su hija, y que por ello la consentía en todo lo que ella le pidiese. Me limito a opinar hasta cierto punto, realmente me importa muy poco lo que es el pasado, quiero enfocarme en el presente y ayudar a una vida a ser mejorada y en este caso, ser salvada con buenos hábitos alimenticios. Llevamos ya unos minutos hablando y me parece una falta de respeto de que la hija de este hombre aún no aparezca. —Siempre me hace lo mismo esta niña —dice mirando su reloj de muñeca. Suspira un poco y cuando se dispone a ponerse de pie ambos oímos unos pasos. —¡Papi! Perdón. Me tardé hablando por teléfono con Pam— ese tono de voz yo lo conozco. —No te preocupes mi amor, estamos a tiempo— lo miro algo confundido. Hace unos segundos se estaba quejando de que la hija siempre era impuntual, y ahora actúa como si nada. Como estoy de espalda no puedo ver a la señorita impuntualidad, pero por alguna razón al oír su voz siento que la conozco —Quiero presentarte a un amigo, el Doctor Erick Butler —me coloco de pie y cuando me dispongo a presentarme la veo. Esas cejas, esos ojos, esa nariz fija, y esa forma altanera de mirarme me hacen maldecir mentalmente. —Un placer, señorita —es lo único que digo. Mantengo mi sonrisa porque esto se pondrá interesante. —¡Eres el psicólogo! —afirma y mi sonrisa se esfuma. —Ah, disculpa. Eres el doctor— pero que insolente. La veo sonreír con una inocencia fingida mientras su padre nos observa a ambos algo confundido. La observo a detalle y no puedo negar lo hermosa que es. Lleva puesto un vestido algo ceñido color naranja el cual le queda muy bien. Es sin mangas y se le notan unos grandes atributos. A pesar de que no es el tipo de mujer con la cual suelo estar, por alguna razón, el cuerpo de Samira Roldan me atrae, me prende y me invita a tocarlo con descaro. —¿Todo bien doctor? ¿Se quedó sin palabras? O ¿vino a admirar mi belleza?—pero que insolente. No me gusta para nada lo sarcástica que es. —Todo bien, señorita —respondo con una sonrisa. Ay Samira, deja que sepas a qué vine realmente. Hola, hola preciosas lectoras. Comenzamos de forma oficial esta historia❤ Gracias por la espera y por apoyarme siempre espero contar nuevamente con su apoyo en esta historia. Las invito a seguirme en mis r************* . IG: @yelena_d_a FB: Yelena D A Estoy feliz de que esta historia, fuera de lo común, comience con sus actualizaciones. Aquí hablaremos mucho de salud, problemas de baja autoestima, problemas internos del corazón y conoceremos que detrás de una sonrisa, siempre se esconden más sentimientos. También demostraré que no necesitamos un cuerpo de miss, modelo o de barbie para resaltar, para ser hermosas, para triunfar. Todas somos bellas de la talla que sea❤ Recuerden dejarme un comentario, siempre las leo y amo
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