—¿En donde estamos? —pregunté, estaba de noche y no podía ver absolutamente nada. Desde la mañana me había dicho que tenia una sorpresa y que debería de estar lista a las ocho de la noche, aunque Lucia quería venir con nosotros, tuvimos que dejarla, por esa razón Alessandro le había prometido que pronto tendrían una cita de padre e hija, solos. —Ahora necesito cubrirte los ojos —cada vez me emocionaba más, sacó de su chaqueta una pañoleta y me volteé para que tapara mis ojos—. Ahora espérame, saldré primero. Asentí, sonriendo. No podía imaginar en donde estábamos, solo sabía que estábamos a las afueras de la ciudad. Se tardó varios minutos en abrir la puerta del copiloto, minutos que fueron eternos para mí. —Te tardaste —susurré, sintiendo como su mano agarraba la mía y me jalaba