Diane, Carlota y Beatriz, se encontraban sentadas en el jardín, bebiendo un poco de té y conversando acerca de la nueva moda en sombreros, la cual, estaba llegando a la ciudad. Habían empezado esa pequeña rutina recientemente, antes de que las llamaran para entrar a la casa a cenar.
-¿Esos son Edred y Alejandra? – Preguntó Carlota confundida, cuando los vio a la distancia.
-Sí – respondió Beatriz sin disimular su desaprobación. –Pasa todas las tardes con él – culminó el comentario con disgusto.
-¿Y mamá lo sabe? – Volvió a cuestionar Carlota, pero escandalizada ante la acción de su hermana menor.
-No lo sé – respondió con honestidad Beatriz. –Sin embargo, no es correcto que una señorita esté a solas con un joven – finalizó con molestia su enjuiciamiento.
Diane suspiró, sabía que su hermana tenía razón; pero que además, Edred era un empleado, sería una unión desatinada y que con toda seguridad, les causaría dolores de cabeza a sus padres.
-Lo más prudente, es que ustedes no hablen mal de las personas, eso no está bien, debemos ser compasivas y evitar los rumores; especialmente, porque Alejandra es nuestra hermana, es nuestro deber como hermanas mayores, ser buen ejemplo para ella y cuidarnos entre nosotras – la hermana mayor intentó mediar exhortando a la prudencia.
-Diane, pero sólo estamos expresando nuestra preocupación, no era con el afán de juzgar – Carlota intentó excusarse, no deseaba que su hermana creyera que estaba creando chismes.
-Es cierto, es preocupante – Beatriz secundó.
-Lo más apropiado es que yo me haga cargo de esto, porque conociéndolas, van a cometer una imprudencia – habló Diane con resolución, provocando que sus hermanas ya no hablaran del tema.
La cena transcurrió de lo más normal, lo único que aconteció diferente para Alejandra, fue que Diane entró a su habitación antes de la hora de dormir.
-Buenas noches, Diane – saludó con cortesía, pero había desapego en el tono. No estaba acostumbrada a que sus hermanas la incluyeran en sus conversaciones o actividades, era totalmente desconocido para ella la situación.
-Buenas noches, hermana –Diane fue un poco más cálida en el saludo. Se adentró a la habitación, con seguridad y el porte distinguido que la caracterizaba. –¿Cómo están tus clases de álgebra? – Cuestionó con interés mientras caminaba, esa materia ella no la tenía; pero además, buscaba tener un ambiente totalmente relajado.
-Me están ayudando mucho con el trabajo que hago con papá – reveló con orgullo, en lo que se sentó en la cama. Ella, era la única que convivía de forma directa con Edmundo, eso había hecho, que su relación fuera mucho más fuerte que con las otras niñas.
-Me alegro – se giró para sonreírle con honestidad. Terminó por sentarse en la silla del peinador, provocando un breve e incómodo silencio, que su hermana menor no rompió, se quedó a la expectativa. –Alejandra, sé que los conocimientos que se te brindan son meramente académicos, por lo que puede ser, que no estés familiarizada con… ciertas actitudes que podrían malinterpretarse – la menor frunció el ceño sin comprender a lo que se refería. Diane notó su poco entendimiento, lo que hizo que suspirara antes de continuar con su monólogo. –Te estás convirtiendo en una señorita – el comentario le provocó hacer una mueca a Alejandra, ella no ansiaba crecer, ni ser parte de ese mundo que a su parecer, a sus hermanas les encantaba; - estar con un caballero a solas no es correcto – terminó con prudencia, por no querer decirle que el joven pertenecía a la servidumbre.
¿Caballero? ¿Estaba haciendo referencia a Edred?
-Estás exagerando un poco – Alejandra se puso de pie, y caminó unos cuantos pasos hacia ella, le había molestado la insinuación. – Si comprendo correctamente, estás hablando de Edred – su hermana mayor asintió. – Él es mi amigo, somos como hermanos y él jamás, jamás, me haría daño – sentenció con convicción.
-No estoy hablando de su relación, ni estoy intentando sugerir que él es un salvaje – se sintió ofendida ante la reacción de la menor. –Lo que estoy tratando de decirte, es que las personas que están a tú alrededor, pueden decir mentiras acerca de ustedes dos – y aunque también había molestia en su tono, le simplificó la situación.
Alejandra sonrió con condescendencia. – No puedo controlar a otras personas, Diane; no me importa lo que ellos puedan pensar o hacer – dijo con seguridad.
Diane se puso de pie para confrontarla. – No se trata solamente de ti, sino de todos nosotros, de nuestra familia – Alejandra, no comprendió a lo que hacía referencia. – Lo mejor, será que dejes de salir a jugar con él – se encaminó hacia la puerta, después de darle la resolución definitiva.
La pequeña se tiró a la cama boca abajo, totalmente frustrada por la conversación, dio un grito sobre la almohada, para liberar un poco el malestar. Para ella la situación era simple, y no estaba dispuesta a desprenderse de su relación con Edred, era la única persona cercana a ella. Y sin ser previsora, continuó saliendo al bosque con él, siendo su infortunio, el ser vista por sus hermanas de nuevo.
Ese particular día, en el que Diane terminó sus actividades diarias con prontitud, decidió que necesitaba escalar de nivel la situación de su hermana. Fue hacia la sala principal, donde su madre solía pasar las tardes cosiendo.
-Mamá, puedo hablar un minuto contigo – Diane le pidió a Catalina.
-Por supuesto, Diane – le habló con ánimo, mientras su atención y sus manos continuaban en la costura. Su hija mayor entró en completo silencio, sentándose a un lado de ella; eso fue suficientemente preocupante, por lo que dejó de lado su actividad, prestándole toda su atención. -¿Qué sucede? – Cuestionó intranquila.
-Es Alejandra – Catalina frunció el ceño. –No quisiera que te preocuparas… - la actitud que su madre tomó, la inquietaron; pero estaba decidida a decírselo.
-Sólo dime lo que está sucediendo – la exhortó con tono autoritario.
-Alejandra sale todas las tarde al bosque con Edred – fue directa, no sólo porque se lo ordenó, sino porque además le tenía confianza.
-¿Ha hecho algo inapropiado? – Cuestionó horrorizada ante la idea.
-No puedo aseverarlo – hizo uso de esa palabra, porque realmente no podía encubrir a su hermana, ni decir mentiras, de cualquier forma, alertó a Catalina. -La actitud y pensamientos de Alejandra, demuestran que siguen siendo de una niña, no es consciente de que su cuerpo está cambiando y su edad está aumentando. Aunque ella no lo quiera, se está convirtiendo en una señorita y… Edred también está creciendo, no sé qué piense él, pero con toda seguridad tiene ideas totalmente diferentes a las de ella – presentó sus ideas de forma elocuente.
-¿Has escuchado algo por parte de él? – Indagó, porque quizá le había dado demasiada confianza al joven.
-No – aceptó. –Pero es una persona diferente y mayor que ella – expuso su punto.
-¿Has escuchado algún comentario de los empleados o alguien más en esta casa? – Preguntó con consternación Catalina, ya que si Diane lo estaba mencionando, podía ser notorio para alguien más.
-De Carlota y Beatriz – reveló con sinceridad.
-Está bien Diane, yo me haré cargo, no te preocupes más por tu hermana – al final le dio una sonrisa amable, con la que Diane se tranquilizó.
La situación por supuesto que la alarmó; pero tenía la seguridad de que todo podía ser solucionado sin llegar a ningún castigo severo, después de todo, esas actitudes inadecuadas, eran algo que aún se podía corregir.