Capítulo 3

4408 Words
Caminó hacia su ropero, donde guardaba secretamente su diario de vida. Se sentó en el escritorio y hojeó con lentitud las últimas páginas que había escrito las dos noches anteriores. Encendió la laptop para poder escuchar música, además hace mucho que no hablaba con su amiga Cristina así que decidió llamarla en caso de no encontrarla conectada. Se quedó leyendo una parte en particular, recordó cuando su abuela le había llevado muchas tartas de fruta y aquellos brownies especiales. A veces tenía la convicción de que su abuela se había quedado estancada en los años sesenta cuando no le importaba absolutamente nada más que sentirse libre y vivir en armonía con la naturaleza. Ahora que la edad le pasaba la cuenta y sufría de vez en cuando de dolores musculares y de huesos, se dio cuenta que los remedios convencionales no le causaban mejora, así que se decidió por volver a consumir cigarrillos de m*******a como en su época dorada. Su madre se ponía histérica cuando la encontraba fumando, su abuelo la adoraba y también le recordaba aquella época que pasaron juntos, su padre era indiferente frente al tema, sus hermanitos no tenían idea y ella, bueno ella entre que se reía y le parecía algo extraño. Fue ese día que sus abuelos fueron a visitarlos, cuando le pasó el evento más tragicómico de su vida. Desayunó los brownies que su abuela había preparado, pero Emily no tenía idea que eran para sus padres y que estaban preparados con la receta especial de su abuela, con unas hojitas o especias particulares. En el colegio había hecho el loco todo el día, en el recreo se lo pasó bailando, cantando y haciendo piruetas, incluso fue capaz de darle a Patricio el primer beso entre ellos. Por suerte solo sus amigos sabían la verdad y, más tarde, se lo contó todo a Patricio, que encontró que su abuela era única. Levantó la vista y miró la pantalla de la laptop. Tenía unos cuantos mensajes en su bandeja de entrada y una solicitud de amistad. Revisó de quien se trataba y casi se le cae la mandíbula de la impresión. —¿Y este idiota que pretende? —Se preguntó a sí misma. David le había enviado una solicitud para que ella lo agregara entre sus contactos. Achicó los ojos y lo meditó un momento, no aceptaría de inmediato, se tomaría su tiempo, emitió una leve sonrisa maliciosa al decidir aquello. Cristina estaba conectada así que le habló de inmediato. Conversaron de todo, por supuesto que le preguntó que cómo se encontraba y también se percató de que estaba cambiando. Emily ya no le daba respuestas cortas como "sí" y "no", ahora agregaba más palabras y le habló acerca de su día. Omitió lo relacionado con David, no le tomó real importancia, además a su amiga le había gustado desde que el chico llegó al colegio, a principio de ese año, pero él nunca la tomó en cuenta. Pero entonces Emily recordó a ese amigo o quizás no tan amigo de Cristina, Ángel. Al cual conoció cuando la chica la invitó a ella, Erik, Isabelle y Patricio a su nueva casa. Entonces se juntaron con los nuevos amigos de Cristina. Emily le preguntó cómo iban las cosas con él, porque bien sabía que su amiga mantenía una cierta atracción hacia Ángel, aunque la mayor parte del tiempo se lo pasaban discutiendo por cualquier tontera y, a pesar que la junta más tarde se transformó en fiesta y duró pocas horas, fue testigo de eso. Cristina le contó los últimos sucesos, cuando había pillado a Ángel discutiendo con alguien por teléfono. Entonces su pusieron a rebuscar un montón de hipótesis acerca de que sería ese misterioso secreto del chico y que, de vez en cuando, lo hacía faltar a clases, cosa que antes nunca hacía. —¿Drogas? —Preguntó Emily, la cosa más lógica en estos casos, cuando hay cambio de actitudes normales. Claro que en su caso se debía a la muerte de Patricio. —No lo sé, puede ser una opción. Anda abstraído en su mundo, mucho más que antes. —Ahora que lo pensaba, podía ser una opción viable, pero esperaba que no fuera eso. —¿Y por qué no se lo preguntas? —¡Ni loca! A mí sobre todo no me lo diría ni aunque lo amenazara y aún en ese caso yo creo que le daría lo mismo. No se lo ha contado ni a Ismael que es su mejor amigo. —Si te dedicaras a conocerlo en vez de pelear con él... —Es un insoportable. —Cristina sabía que si se comportaba toda simpática con él se reiría en su cara y no sacaría nada. —Inténtalo. Cristina lo pensó un momento. Dejar de pelear con Ángel y comenzar a actuar con madurez. La verdad, ahora que lo pensaba, no le parecía una idea tan descabellada, quizás si lograba ganarse su confianza podrían llegar a ser amigos y eso era algo que, muy en el fondo, le atraía bastante. —Lo intentaré. —Sentenció. ***J***     Cristina estaba en la cafetería, fue una de las primeras en llegar puesto que sabía que Ángel almorzaba rápidamente para toparse con la menor cantidad de gente posible, era un antisocial de tomo y lomo, definitivamente. Lo vio en la barra, miraba hacia el interior del mostrador, parecía que se estaba decidiendo por qué comer, aunque Cristina ya sabía que al chico le encantaba la comida a base de muchos carbohidratos, si le ponían una ensalada y una hamburguesa con papas fritas para elegir, seguramente se inclinaría por la segunda opción. Mientras pensaba todo esto en una fracción de un segundo, se dio cuenta que sabía muchos detalles de Ángel de los que ni siquiera se había dado cuenta. Suspiró haciendo un leve movimiento con sus hombros y tomó la determinación de ir hacia la fila, no había nadie al lado de Ángel, era su oportunidad de oro. Caminó con tranquilidad, pero de todas maneras se tropezó justo cuando llegaba a la barra y tuvo que poner sus antebrazos sobre el mesón para no caer estrepitosamente junto a Ángel. —Torpe. —Ángel la miró de reojo, ni siquiera la ayudó a enderezarse, simplemente fue a buscar su jugo pasando olímpicamente de ella. Cristina no sabía si estaba roja de la vergüenza que había pasado o de la rabia por ver a Ángel más indiferente que nunca. Tampoco sabía en qué momento se había tomado en serio las palabras de Emily, hace días que había mantenido aquella conversación con ella, pero no se había atrevido a hablarle a Ángel más que sus usuales peleas. Fue entonces cuando se dio cuenta que así no llegarían a ni un lado, por esto tomó la decisión de hablarle de algo interesante, que llamara su atención, pero no tenía idea qué sería eso. Cuando ya estuvo de pie se sobó los brazos, le dolían mucho, seguramente le quedaría un feo moretón que le recordaría por algunos días las palabras de Ángel: "torpe". Miró hacia el interior del mostrador, a través del vidrio y eligió una lasaña que se veía demasiado apetitosa, luego agarró un jugo de entre una docena que se encontraban sobre una bandeja y fue a sentarse junto a Ángel. Los demás no tardarían en llegar así que tenía poco tiempo para hablar con él sobre algo que él llamaría "inteligente". Dejó su bandeja sobre la mesa y se sentó con tranquilidad, aunque sentía el corazón palpitarle a mil. Ángel la miró de reojo, ella ni siquiera lo notó. Con la llegada de la primavera el tiempo también estaba cambiando, ya no hacía tanto frío y el sol emanaba cierto calor, no como el sol en invierno que no sirve para pasar los tiritones causados por el frío. Cristina seguía la moda de todas las chicas en el colegio, ya no usaban esas feas medias de color gris y ahora podía ver un poquito más de piel. Había muchas chicas de hecho a las cuales mirar, pero por alguna razón las piernas de Cristina eran diferentes, o quizás era un efecto causado luego de haberla visto sin pantalones aquella vez en su cuarto cuando por equivocación entró pensando que era el baño. Eso fue muy cómico y tan solo recordarlo le sacaba una pequeña sonrisa. —¿De qué te ríes, loco? —De tu torpeza. —Respondió como si nada. Cristina lejos de inmutarse, que era una reacción que Ángel se esperaría luego de molestarla, le quitó una papa frita de su plato y se la comió como si nada. —¿Pero qué haces? —Preguntó Ángel observándola como si se le hubiese soltado un tornillo. —¿No es obvio? —Cristina pinchó con su tenedor la lasaña y siguió comiendo de su propia comida. —¿Ya están peleando otra vez? —Preguntó Laura llegando junto a ellos, seguida por Ismael, Valeria y Santiago. —Está loca, me está quitando mí comida. —Apuntó Ángel a Cristina, esperando el apoyo y la aprobación de sus amigos por enojarse con ella. —Eso te pasa por mirarme las piernas, aunque quizás yo debería enojarme, ¿no crees? Todos callaron y miraron a Ángel con los ojos abiertos. El chico no sabía que decir, repentinamente se había quedado sin palabras y no sabía que responderle a Cristina, situación única en la vida, cosa que nunca le había pasado puesto que siempre solía tener la última palabra con ella. Miró a Cristina con desconcierto, como si no fuera capaz de comprender lo que había dicho. A diferencia de él, la reacción de sus amigos fue echarse a reír por la situación incómoda en que Cristina había puesto a Ángel, cosa que nunca nadie había hecho por más que lo intentaran, él siempre era demasiado indiferente como para que las bromas lo afectaran. —No seas tan narcisista, Cristina. ¿Yo mirándote a ti? —Bufó, tratando de restarle importancia al asunto. —Por si no sabes lo que significa el termino narcisista... —Comenzó, como siempre, tratando de hacer gala de su "inteligencia". —Se perfectamente lo que significa, Ángel. —Hizo un movimiento de cabeza, sus rizos saltaron de un lado a otro, pero no exageradamente, haciendo un tono de burla al decir el nombre del chico. —Así que ahórrate la cátedra de mitos griegos. Y aquello lo dejó aún más sin palabras. Cristina había intentado entablar una conversación normal con Ángel, pero sabiendo cómo es él, supuso que no la tomaría en cuenta. Mejor usó algo así como la psicología inversa, haciendo uso del propio sarcasmo del chico y su capacidad para molestarla e incomodarla, pero esta vez todo iba dirigido directamente a él y, de paso, Ángel supo que tenía la misma cantidad de neuronas que él. Estaba actuando de manera madura e inteligente. Ángel debía admitir que estaba impresionado, nadie lo había hecho sentir de esa forma y no tuvo más remedio que sonreír de lado. Todos sus amigos observaban la escena como anonadados, si hubiesen tenido una cámara los habrían grabado. Los papeles se habían invertido, no era Cristina la que se mostraba enojada y molesta, ahora Ángel se mostraba estupefacto y la chica seguía comiendo como si nada pasara. Pero alguien tenía que romper el silencio para volver a la normalidad. —Cristina, eres mi ídolo. —Rio Ismael. —Comamos, nos quedan como cinco minutos antes de volver a clases, el tiempo se nos pasó muy rápido. —Dijo Valeria, cambiando de tema. —¿Ya estás bien de tus alergias? —Preguntó Laura, siguiendo esa conversación. —Un poco, estoy tomando remedios y por lo menos ya se me entiende lo que hablo. —¡Carlitos! —Rio nuevamente Ismael, que esta vez se llevó una mirada reprobatoria por parte de Valeria y un golpe en la cabeza por parte de Fabricio, que defendía a su novia. —Ustedes se complementan hasta para callar a Ismael, son únicos. —Comentó Cristina con los ojos brillantes y los codos sobre la mesa. —Más chicos como este deben existir. —Dijo Laura apuntando a Santiago. —Solo hay que salir a buscarlos. —Agregó con una sonrisa maliciosa en la boca. —¿Y eso que quiere decir? —Preguntó Ismael, ahora mucho más serio. —¿Estás pensando lo mismo que yo? —Le preguntó Cristina a Laura, su amiga asintió inmediatamente y ambas exclamaron. —¡Fiesta! —Ustedes las mujeres son tan escandalosas. —Dijo Santiago con la boca llena, tragó y siguió hablando. —Siempre andan gritando por la vida: ¡AAH, ESTA CANCIÓN ME ENCANTA! ¡AAH, VAMOS DE COMPRAS! ¡NOS VAMOS DE FIESTA! ¡SOLO ENTRE CHICAS! —Imitó el tono agudo de una voz femenina y se llevó todas las risas y aprobación de los hombres. —¿Valeria no le dirás nada? —Preguntó Laura sorprendida. —¿Qué le puedo decir? Si hasta a mí me causa risa. —Valeria se encogió de hombros y se notaba que trataba de reprimir las risas de su boca. —Es que Valeria tiene sentido del humor, no es grave y sabe que es cierto lo que digo. Por eso eres mi chica. —Santiago la abrazó por la espalda y le dio un beso en la mejilla. —Me dan ganas de apretarlos, son demasiado tiernos. —Cristina los miró con ternura como si juntos conformaran un peluche gigante de esos súper suaves y que dan ganas de abrazar. Ángel a su lado, bufó. Cristina lo miró con el rostro cansado, ya estaba harta de su típica ironía, pero no dijo nada. La chica tomó un sorbo de su jugo y Ángel aprovechó para observarla mejor. Su piel blanca que contrastaba con su cabello oscuro y rizado le daba un aire de muñequita de porcelana, solo que Cristina tenía mucho más carácter. ¿Entonces ella quería un chico cursi como Santiago? Definitivamente no estaba dispuesto a tranzar, él no era de esos...pero, ¿un momento? No entendía por qué estaba pensando todas esas cosas como si la chica fuera a compartir su vida. Se sentía confundido, se terminó la comida lo más rápido que pudo y desapareció del lugar, como últimamente solía hacer. Caminó sin rumbo por los pasillos del primer piso y se dedicó a pensar. ***J***   —Hola Emily. —Saludó Alonso, su jefe. Entró a la tienda con el casco n***o de su moto bajo el brazo mientras con su mano libre se pasaba la mano por entre su desordenado cabello castaño, como peinándolo luego de ser aplastado por el casco. —Hola Alonso, ¿más discos esta semana? —Su jefe solo aparecía por la tienda contadas veces, cuando necesitaba sacar dinero de la caja para alguna de sus fiestas, cuando andaba medio depresivo y se pasaba todo el rato haciendo de dj o cuando llegaban nueva mercancía. Era lógico que le preguntara si su visita se debía a esta última opción. —No... ¿Oye, quien se llevó el de Ed Sheeran? —Preguntó desde uno de los estantes y con sus dedos rebuscaba entre los discos de música británica. —Ah...un chico que...eh...es compañero mío... —¡Rayos! Era el último que quedaba y tenía ganas de escucharlo. —Puso una de sus manos en su cadera y repasó la tienda con su mirada, sopesando qué debía hacer ahora. —Debí sacarlo antes que se lo llevaran. Por eso Emily no entendía para qué Alonso tenía una tienda de discos si amaba la música, para esos se hacía una colección y la escuchaba cuando quisiera en su casa, pero luego supuso que la respuesta era que prefería compartir su buen gusto con los demás y de paso ganaba dinero para solventar sus gastos que, normalmente consistían en fiestas y salidas con amigos o con sus novias. Emily no sabía si tenía más de una, pero siempre lo veía con una distinta, quizás cambiaba constantemente de compañera. —Así que un compañero tuyo... —Comentó mientras se acercaba al mesón. —¿O novio? —No. —Se apresuró a contestar. —Solo compañero de curso. —Emily, tú sabes que muy poca gente viene a este lugar y un chico de tu edad no vendría a comprar vinilos a menos que fuera más fanático de la música que yo, lo cual dudo...de seguro le gustas. —Pero se llevó el disco de Ed Sheeran. —Hum...tienes razón, creo que me salió competencia. —Por suerte para Emily era bien fácil distraer a Alonso y rápidamente el tema se le olvidó. —¿Quieres un café? —Preguntó desde la puerta abierta de la pequeña habitación tras el mostrador. —Claro, gracias. La campanilla sonó cuando la puerta de la tienda se abrió de a poco. Emily levantó la vista y se encontró con David y su rostro serio. Era bien raro no verlo sonreír con la boca media torcida. Iba a decir "Buenas tardes" cuando ingresara, pero al ver de quien se trataba se limitó a rodear los ojos y soltar un suspiro de cansancio. —¿Acaso piensas venir todas las tardes? —Le preguntó con el ceño fruncido y los brazos cruzados, su pose típica cuando estaba molesta. —¿Puedo? —Y ahí afloró el David que ella conocía, con su sonrisa de medio lado. —De hecho, te vine a hacer compañía, el otro día noté que estabas muy sola... —No necesito de tu compañía. —...Y veo que por aquí tienes algunos discos muy buenos así que quizás me llevo otro. —Ni siquiera se inmutó ante las palabras de la chica. Se acercó al mesón para quedar justo en frente de Emily y se apoyó sobre la madera con los brazos cruzados, la miraba directamente a los ojos con el rostro inexpresivo para intimidarla. —Aquí tienes, Emily. —Alonso llevaba dos cafés en la mano y le extendió un tazón a la chica, pero rápidamente se percató de la presencia de David y se le quedó mirando. —¿Un cliente o...amigo tuyo? —Este es quien se llevó a Ed Sheeran. —Explicó Emily. —Oh, ya veo. —Alonso estaba serio, tomó un sorbo de su humeante café y entabló una conversación con el chico acerca de música. Quería cerciorarse que Ed Sheeran estuviera en buenas manos. Dos clientes más ingresaron al lugar, seguramente como veían a más gente en el local que de costumbre decidieron echar un vistazo. Solía pasar que la gente no entraba a la tienda porque la veían vacía. Emily les dio la bienvenida como una buena vendedora haría, con la mejor sonrisa falsa que pudiera poner. Ambos eran hombres, el primero era de mediana edad mientras que el otro era joven, como de la edad de Alonso. —...Ahora, por ejemplo, ¿qué disco pondrías? Revisa el lugar si quieres. —Indicó Alonso con su tazón de café aún en la mano. Emily tomó su tazón con ambas manos y mientras lo degustaba observaba a David rebuscando entre los estantes, hasta que dio con un disco que llamó su atención. Lo sacó y le dio la vuelta para leer las canciones que contenía. Sonrió para sí mismo cuando estuvo satisfecho con su elección. Alonso no le quitaba la vista de encima. —Este. —David levantó el disco en una de sus manos mientras se dirigía nuevamente hacia el mesón. —Interesante...realmente una buena elección. —Lo elogió Alonso mientras tomaba el disco de Queen con su mano libre. —Creo que lo tengo por aquí, listo para ser escuchado. —Entonces este me lo llevo. —Dijo David, pero mirando directamente a Emily que, sorprendida y molesta lo miraba con los ojos achicados. La chica realizó todo el procedimiento de la compra en completo silencio. Si David pensaba pasarse todas las tardes ahí le saldría caro, ¿acaso pensaba comprar todos los días un disco nuevo? De mala gana metió el disco en la bolsa plástica y se lo pasó por sobre el mesón. —Me caíste bien, chico. Cuando quieras puedes venir, así le haces compañía a Emily que a veces se queda muy sola. Por cierto, yo soy Alonso. —Le estrechó su mano. —David. Emily emitió un resoplido, sorprendida por el giro de los acontecimientos. Pasaba la vista entre uno y otro, sin comprender nada mientras la famosa canción de Queen inundaba el lugar. Derrotada, fue a sentarse a un banco que se encontraba detrás de la caja. —¿Ustedes dos son novios? —Al parecer, las cosas todavía podían ponerse peor para Emily. Alonso había retomado aquel tema del que no quería hablar, pero tuvo que hacerlo justo cuando el chico estaba presente en la tienda. —No. —Respondió rotundamente. —Aún. —Agregó David con su típica sonrisa. —Excelente, con mayor razón deberías venir más seguido. —Alonso le guiñó un ojo a David, como un gesto de complicidad. —Bueno, yo ya me tengo que ir. —¿Eh? —Emily se asustó, no quería quedarse ahí con David, aunque técnicamente no estaban solos, puesto que, aún los dos clientes seguían en la tienda y, de hecho, en ese preciso momento una mujer de, aparentemente sesenta años, ingresaba por la puerta, haciendo sonar la campanilla. —Sí, recordé que tengo cosas que hacer, no me extrañes Emily. Nos vemos, David. —Mientras hablaba se retiró del lugar caminando apresuradamente, como siempre. Se llevó el casco en la mano y desapareció tras la puerta. —Emily, no me odies. Hasta te traigo buena suerte, de seguro nunca habías tenido tantos clientes en veinte minutos. —Idiota. —Señorita, me llevo este. —El señor de mediana edad se acercaba al mesón con su elección en una de sus manos. Emily miró con rencor a David, pero luego tuvo que mirar al hombre con el rostro más amable que pudiese lucir. La chica ingresó el código y recibió el dinero del hombre. Se percató que David la estaba observando en todo momento, cada movimiento que hacía, lo cual le generaba una extraña sensación nerviosa que no le gustó para nada. Sin querer una moneda del vuelto del hombre se le escurrió entre sus dedos y cayó con un sonido metálico al suelo. Se agachó para recogerla y luego le extendió el vuelto al hombre. —Gracias por su compra. —Sonrió como siempre hacia cuando estaba trabajando, no era su sonrisa de antaño cargada de sincera alegría, pero por lo menos era algo. —David, si vas a quedarte no hagas como que eres cliente y te quedes ahí parado, por último, ayúdame a poner música, de este lado. —Le apuntó el espacio vacío junto a ella, por detrás del mesón, así el chico no se confundía como parte de la clientela. Di que me quieres cerca y ya. —Se acercó, encogiéndose de hombros. —No empieces o te vas. —Lo amenazó. David se quedó rígido, hizo un gesto con sus manos, indicándole que guardaría silencio. Esa nueva actitud suya la desquiciaba, antes él se comportaba como un molesto insecto que aparecía en los momentos más inoportunos para hacerla enfadar. Ahora siempre estaba insinuándole cosas que solo la confundían más, pero ella no quería estar confundida, menos por David. Su único propósito por el momento era sobrellevar el recuerdo de Patricio que seguía causándole un dolor inmenso. —Hoy vas a vender este disco. —Anunció el chico, sacándola de sus pensamientos. Lo miró extrañada mientras él sacaba un vinilo de su funda para ponerlo en el tocadiscos escondido en un hueco bajo el mostrador. —¿Ah? David le hizo un gesto para que guardara silencio y luego observó con suficiencia hacia los dos clientes que se encontraban aun haciendo sus elecciones en las pequeñas repisas cargadas con discos. Emily rodeó los ojos, era una técnica que ella misma usaba, pero cuando algún cliente estaba revisando el disco en cuestión, no se trataba de poner cualquiera y esperar a que alguien lo comprara. Trató de llamar su atención para decirle que su plan no resultaría, pero luego tuvo que callarse, asombrada, cuando la mujer de edad se acercó al mostrador. —¿De quién es esa canción que está sonando? —Preguntó. —Bonnie Tyler. —Respondió David con tranquilidad, se encontraba de brazos cruzados y movía un pie al ritmo de la música. —Lo quiero. —La señora se situó frente a la caja mientras abría su cartera. Emily abrió la boca, pero la cerró inmediatamente con el ceño fruncido cuando David la miró con una ceja enarcada, como diciéndole "te lo dije". Fue hacia la repisa donde se encontraba el disco y luego volvió a la caja para vendérselo a la señora. Si David aceptaba la invitación de Alonso para pasarse todas las tardes, su jefe terminaría contratándolo y aquello la asustaba. Ella había elegido ese trabajo porque era súper tranquilo y le despejaba la mente, así también podía terminar sus tareas, adelantar otras y estudiar. Pero con David ahí significaba que lo vería mucho más que a sus propios padres, es decir, todo el día. Lo vería en el colegio y luego en el trabajo, si David quería perturbarla no dudaba que lo lograría. Él no había mencionado nunca más aquellas palabras que le causaron una noche en vela. Haré que te enamores de mí. Nadie podía mandarse tremenda declaración y luego hacer como que no ha pasado nada, claro que el comportamiento de David hacia ella había cambiado, no la molestaba, pero tampoco se dirigía a ella en el colegio. De hecho, desde esa vez había hablado con él en dos ocasiones, las dos veces que había llegado a su trabajo. Cuando la señora se fue, haciendo sonar la campanilla, miró de reojo a David. El chico apoyaba su peso sobre un codo que a su vez estaba sobre el mesón. Sonreía de lado, Emily le dedicó una sonrisa de burla. —¿Satisfecho? —Le preguntó. —Sí. —Sonrió. —¿Qué vas a hacer después de las siete? —Me iré a casa. —Miró la hora en el reloj sobre su cabeza, en la pared detrás de ella, era medio transparente y tenía el dibujo de un cassette antiguo.
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