Capítulo 1
Sus pies la guiaron hacia la sala, estaba completamente vacía, lo cual era obvio si todos estaban almorzando. Se fue a sentar a su puesto y en eso casi como una imagen subliminal que pasa como un rayo, vio una figura cerca de la ventana. Caminó en esa dirección con algo de miedo, pero segura de que quizás era su imaginación. Cuando se acercaba a su mesa sintió el sonido de una silla c******e, pero detrás suyo, sobresaltada se dio la vuelta con todos sus sentidos alerta.
—Perdón. —Se excusó David, el causante del ruido y de sus alucinaciones, probablemente.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Acabo de entrar. —Respondió con tranquilidad, sentándose en su puesto.
Emily fue a sentarse a su asiento y miró por la ventana, más para cerciorarse de que no estaba loca y que quizás si había algo allá afuera, pero solo estaba el árbol de siempre, nada más. Apoyó sus codos sobre la mesa y hundió su rostro entre sus manos, dando un sonoro suspiro, no era la primera vez que le pasaba aquello. Hasta había llegado a pensar que se trataba de Patricio que de vez en cuando le recordaba que estaba siempre presente junto a ella.
—Estas pálida. —David la miraba detenidamente, sus piernas cruzadas reposaban con desgano sobre la silla de Erik, junto a él, así que su cuerpo quedaba mirándola directamente.
—Estoy bien.
No quería sentir la mirada del chico fija en ella, pero era inevitable si eran los dos únicos en la sala y el silencio era demasiado incómodo. De todas maneras, no tenía ningún tema de conversación que compartir con él, siempre se habían llevado mal.
—¿Puedes venir?
—¿Qué? —Preguntó sorprendida.
—Ven, te quiero enseñar algo.
—En ese caso, ¿no puedes venir tú? —Preguntó aún dudosa, ese chico sí que era raro y no se fiaba de él.
—No te cuesta nada, ven —Sacó sus piernas de la silla y la limpió con una mano, ya que sus zapatos habían dejado un poco de tierra en ella.
Emily lo escudriño por un momento, pero no vio en sus ojos algo que la hiciera negarse, de hecho, por primera vez veía sinceridad en David, nada de esa mirada hostil o llena de sarcasmo que ponía antes de comenzar una pelea verbal, donde siempre la molestaba y desquiciaba al punto de hacerla perder la cabeza y la paciencia. Se levantó con lentitud y desconfianza.
—¿Qué quieres? —Le preguntó con los brazos cruzados y totalmente alerta, dispuesta a mandarlo a la punta del cerro si se trataba de una broma.
—Mira esto. —Por la mesa le pasó un cuaderno que tenía varios dibujos pequeños en la portada.
Sin preguntar nada, lo acercó a ella para verlo mejor, corrió la portada y vio muchos dibujos en la primera hoja, todos hechos a grafito y otros con lápiz de tinta negra. Eran todos muy detallados y algunos más abstractos, pero todos eran hermosos.
—¿Tú los dibujaste? —Preguntó sorprendida, nunca pensó que David tendría un talento como aquel, para ella era un simple inútil.
—Sí.
—Debiste participar en ese concurso de dibujo de principio de año. —Dijo con sinceridad. —Son hermosos. —Siguió hojeando y luego de pasar las primeras páginas se encontró con el dibujo detallado de una chica sonriente, parecía que bailaba. Aquella chica le pareció familiar, pero al mismo tiempo como si se tratara de alguien a quien había visto hace tanto tiempo atrás, de un pasado muy lejano.
—Si participé y de hecho gané con este dibujo. —Se acercó un poco a ella y hojeó otras páginas hasta llegar a un boceto en específico, una chica dibujada delicadamente a grafito y en primer plano, solo podía verse su cara.
Miraba hacia un lado y mantenía su rostro serio, pero con algo de nostalgia; su cabello largo estaba un poco desordenado producto del viento, un efecto que parecía bastante real, aunque se tratara de un dibujo.
—S-soy...
—Tú, sí.
—Pero... ¿Por qué?
Aquello sin duda no se lo esperaba, se suponían que ellos dos se odiaban y resultaba que ahora, repentinamente y sin percatarse de nada, David se acercaba peligrosamente a su rostro, pero su cuerpo no respondía, estaba demasiado perpleja con toda esa información que estaba recibiendo y asimilando. El timbre que anunciaba el término del almuerzo se escuchó por todo el colegio, pero David lo ignoró por completo.
—David ¿Qué haces? —Lo empujó por los hombros, alejándolo inmediatamente de ella.
—Tenía que intentarlo...
—Pero, ¡¿qué creías imbécil?! —Se levantó del asiento perdiendo el control, dispuesta a alejarse de él raudamente.
David la tomó por la muñeca para impedir que se alejara, había un último asunto del cual debía hablar con ella, no podía aguantar más tiempo con aquel secreto, quizás no era el momento más indicado para hacerlo, pero como había dicho, tenía que intentarlo.
—Voy a hacer que te enamores de mí. —La miró fijamente, con la promesa de sus palabras grabadas en sus ojos.
Emily quiso decirle unas cuantas cosas, pero justo en ese preciso minuto algunos compañeros ingresaron a la sala. La chica tuvo que agradecer que no se tratara de Erik o Isabelle, esta última, sobre todo, que no perdería oportunidad para interrogarla. Así que aún con el rostro desfigurado por la sorpresa, caminó hacia su asiento y como siempre hacía, miró hacia la ventana.
Ahora sentía una confusión desbordante, ella estaba profundamente enamorada de Patricio, todavía. Estaba segura que nunca dejaría de quererlo; puesto que había sido su primer amor. Ahora resultaba que el chico con el cual se llevaba mal, a quien odiaba desde hace mucho y no había hecho más que molestarla desde que había llegado al colegio, estaba enamorado de ella, pero Emily no estaba dispuesta a abrir su corazón, así como así, se le hacía imposible siquiera pensar en su futuro lejos de Patricio.
—Entonces yo paso a buscarte antes de ir donde Erik.
—¿Ah?
—Emily, no digas que no ahora. —Dijo Isabelle con el rostro entristecido.
—Ah, no, claro que iré. —Trató de esbozar una sonrisa, pero no le salió, solo parecía una especie de mueca.
De ahora en adelante haría todo lo que pudiera para retomar su vida, tenía que volver a juntare con sus amigos con normalidad, llevarse bien con sus familiares también. Pero todo eso no necesariamente incluía a David, solo esperaba que las palabras que le había dicho no fueran ciertas o se tratara de una de sus tantas bromas; puesto que no estaba dispuesta a enamorarse de nuevo. Eso sería algo que dejaría en manos del tiempo.
Llevó su mano al pecho y apretó el anillo con el colgante que Patricio le había regalado, nunca se lo quitaba. Entonces decidió que, por ahora, estaba concentrada en seguir con su vida, tal como le había prometido a Patricio.
Luego del colegio, Emily fue a su casa, estaba tirada en su cama observando el techo blanco, su mente se concentraba en aquellos momentos felices junto a Patricio, habían pasado meses desde su fallecimiento, pero para ella parecían años. Algunas lágrimas escaparon por la comisura de sus ojos, pero tampoco se tomó la molestia de enjugárselas. No era la primera vez que hacía eso, la mayoría de las tardes se las pasaba encerrada en su cuarto luego de asistir al colegio.
Pasó una semana desde aquel día, en donde David le había soltado tremenda declaración, pero desde entonces no le dirigió la palabra, es más, hizo como que nada sucedía, como si no fuera a cumplir lo que había dicho. Aunque Emily se sentía muy aliviada por ello, no dejaba de extrañarle que David no le hablara ni la mirara, si se mandaba una declaración como que se encargaría de enamorarla de él, no podía hacer como que nada hubiese pasado. Si se trataba de una broma no estaba de humor para recibirla, eso era algo que él debería saber, puesto que de hecho todo el colegio se daba cuenta de su estado casi depresivo, pero tampoco iba a darle en el gusto de encararlo para que se siguiera mofando a costa suya. Sin duda que David, lo único que había causado era más caos en su ya confundida cabeza.
Se levantó de golpe y se sentó en la cama. Se llevó una mano a la frente por el esfuerzo que ese rápido movimiento había supuesto. Repasó con la mirada su cuarto y recordó que hace muchísimo tiempo que no escribía en su viejo diario de vida. Fue a buscarlo donde lo dejó la última vez, a principio de año, sobre su armario junto a muchas revistas ya olvidadas. Muchas cosas sucedieron en todo ese tiempo y no había escrito nada, tenía que ponerse al día, así que fue a tomarlo rápidamente y se sentó en el escritorio, pasó la mano sobre la capa de polvo que se había juntado en la tapa y sopló otro poco, estaba dispuesta a pasarse todo el tiempo que le tomara rellenar esas hojas con sus vivencias más importantes.
Sábado, 25 de septiembre de 2010.
Ahora por fin encuentro un nombre para ti, hace mucho tiempo, cuando era solo una niña me pregunté cómo debía llamarte. En ese entonces había leído "el diario de Ana Frank" entonces pensé que al igual que ella podría llamarte de algún modo más personal, porque eres mi diario.
Patricio, siempre te recordaré y cada cosa nueva que haga día a día te la escribiré a ti, como si aún estuvieras conmigo. Te escribiré como si me encontrara frente a ti conversándote de mil cosas e imaginaré tus ojos azules observándome con atención y esa leve sonrisa tuya cuando te contaba algo chistoso. No hay día que no estés en mi mente, espero que donde sea que estés también recuerdes que te amo y lo haré por siempre. Ahora empiezo una nueva etapa o espero hacerlo como te prometí, seguiré con mi vida, al menos lo intentaré y sé que estás conmigo en todo momento porque así lo siento, entonces soy capaz de juntar fuerzas para no perderme como una persona muerta en vida y seguir adelante.
Te amo, Emily.
Emily se había pasado todo el fin de semana escribiendo en su diario sus memorias de los últimos meses, estaba decidida a ponerse al día y lo consiguió, no se le había escapado ni un solo detalle de todas sus vivencias. Despertó el lunes en la mañana con el cuerpo totalmente atrofiado; puesto que, se había quedado dormida sobre el escritorio, con sus brazos cruzados como almohada para así apoyar su cabeza. Miró para todos lados aún somnolienta y asustada por saber qué hora era. Estiró sus brazos y espalda al mismo tiempo que emitía un sonoro bostezo, luego se levantó y miró el despertador que había olvidado programar para ese día lunes, así que no había sonado y ahora se estaba dando cuenta que tenía diez minutos para estar lista antes que Erik, su mejor amigo, pasara a buscarla como de costumbre.
Corrió hacia el baño y se duchó lo más rápido que su aún dormido cerebro le permitía. Se felicitó a sí misma por haberse lavado el cabello el día anterior, así no tendría que perder tiempo secándoselo o yendo al colegio con este aún mojado. Para cuando estuvo lista corrió escaleras abajo justo cuando llamaban a la puerta, maldijo en silencio porque no tendría tiempo ni de tomar el desayuno, aunque al pensarlo mejor, concordó que raras veces comía por las mañanas, por lo menos desde la muerte de Patricio su dieta también había dado un cambio drástico.
Su rutina habitual había cambiado cuando Patricio, su novio, había fallecido repentinamente producto de un coágulo cerebral que se había alojado en su cabeza por meses. Ella sabía que ese momento llegaría en cualquier minuto, pero nunca se puede estar preparado para afrontar la muerte de alguien tan cercano y a quien amaba profundamente. Patricio fue su primer novio, pero además él le gustaba desde hace cuatro años, cuando se había cambiado a su colegio, desencadenado la revolución hormonal entre las muchachas del establecimiento. Pero en ella no era un simple encaprichamiento, a Emily siempre le gustó su sonrisa amable y aquellos ojos azules que prácticamente la hipnotizaban; además, siempre estuvo muy segura de que él era diferente al resto de los chicos, que se trataba de una persona única, buen amigo y buena persona. Y no se equivocó, de hecho, Patricio era mucho mejor que eso.
Luego de pasar años siendo compañeros de colegio, ya se conocían de rostro por lo menos, y de vez en cuando se saludaban en el pasillo como cortesía.
Generalmente era Patricio quien le sonreía cuando pasaba a su lado, a veces la saludaba con un corto movimiento de cabeza o le decía "hola", pero Emily era incapaz de preguntarle cualquier cosa con tal de seguir la conversación.
Hasta que el primer día de clases de ese año rompió esa rutina, él la saludó como siempre, con su sonrisa tan sincera pegada en su atractivo rostro, su piel estaba tostada producto del reciente verano que aún no daba indicios de decaer. Después de unos cuantos meses todavía era capaz de recordar esos pequeños detalles. Su cabello castaño desordenado a la perfección, largo y ondulado en las puntas le llegaba a la mitad del cuello. Entonces, Emily supo que era momento de dejar su timidez de lado y afrontar aquello que antes tanto miedo le causaba. Ella siempre estuvo segura que Patricio no era de esos chicos pesados que mientras más conquistas tuvieran más puntos entre sus amigos obtenían, así que decidió continuar la conversación, pasando del simple saludo a preguntarle cómo habían estado sus vacaciones. Fue entonces cuando Patricio la invitó a la fiesta que daría su amigo Ernesto, ese mismo viernes. Entonces comenzó todo, Emily se enamoró de él de inmediato aquel día, era todo lo que había soñado y más, aunque no dejaba de pensar que tenía mucha suerte de haber encontrado a un chico como Patricio, sin duda que era único. Por lo mismo, muy difícil de olvidar. Nunca se repondría del todo a su ausencia, pero por lo menos le había dejado recuerdos inolvidables y la había amado lo máximo posible mientras pudo, enseñándole un montón de cosas, no solamente como amante, sino que sobre todo aprendió lo que era querer a alguien que no fuera familiar o amigo, aunque siempre podía contar con él para lo que fuera. No mantenían secretos, se contaban todo porque se tenían una confianza mutua infinita, tenían gustos en común, aunque de personalidades diferentes. Emily era a veces muy impulsiva, llegando a decir cosas de las cuales después se arrepentía, además contaba con una mala suerte única que siempre la metía en problemas que no dejaban de ser chistosos, mientras que Patricio siempre mantenía la cabeza por sobre todas las cosas, menos con Emily, ya que ella causaba que no pensara con claridad, le había devuelto las esperanzas de pasar sus últimos días de vida con la persona amada y a su vez, Emily le había entretenido la vida con todas sus letras, haciéndola mucho más interesante, llenándola de vivencias únicas y divertidas.
Ahora, sin embargo, Emily se había convertido en un ente carente de vida, sin esa sonrisa típica en su rostro ni su buen humor característico de ella, hasta sus mejores amigos y familia ya ni la reconocían, lo habían intentado todo para subirle el ánimo y despejar su mente, pero fue imposible. Todas las noches Emily se las pasaba encerrada en su cuarto, generalmente llorando y rememorando a Patricio.
Pero aquel fin de semana se había comprometido a cambiar y a dar un giro a su actitud actual, tal como le había prometido a Patricio mientras él seguía con vida. Tampoco pensaba comportarse como si nada hubiese ocurrido, pero debía seguir con su vida, con el recuerdo de su primer amor latente pero dispuesta a salir adelante.
—Emilio, vamos a llegar tarde. —Erik, parado en la puerta de entrada chasqueaba sus dedos frente a la cara de Emily para que se concentrara en él.
—¿Ah? —Preguntó, al mismo tiempo que pestañeaba varias veces como despertando de una hipnosis.
Ya casi había olvidado aquel nombre, hace algunos meses atrás lo había usado como el suyo propio cuando se disfrazó de hombre para entrar en una competencia de Skate en la cual no podían participar mujeres. Aquello lo hizo para demostrar que las mujeres son tan capaces de realizar un deporte como aquel, tachado de masculino, y además para callarle la boca a sus amigos y sobre todo al idiota de David que se habían burlado de ella por querer ingresar al concurso. Así que, con la ayuda de su amiga Cristina se inscribió en secreto y, de hecho, sacó el primer lugar, dejando a su enemigo David en segundo y con la cara enrabia más chistosa que había visto en la vida.
—No me digas Emilio.
—Fueron buenas épocas Emily, no tienes por qué olvidarlo.
Erik tenía razón, eso era algo que había estado meditando todo el fin de semana, tenía más que claro que no quería olvidar esos momentos tan felices, pero también era difícil no sentir esa ya típica punzada en su pecho cuando escuchaba ese nombre, tal como cuando escuchaba el nombre Patricio o cualquier hecho que le recodara esas épocas.
Miró a Erik de reojo, iba concentrado en mirar al frente, su rostro como siempre se mantenía tranquilo y despreocupado, tal cual como él lo era.
Caminaba con las manos metidas en los bolsillos y de vez en cuando pateaba algunas piedras. Él siempre había estado apoyándola en todo momento, Erik no era de muchas palabras cuando tenía que expresar lo que sentía, pero con su compañía física había bastado, su cariño y apoyo se lo demostraba con pequeñas acciones que realizaba. Como cuando casi todos los días se empeñaba en sacarla de su solitario cuarto para ir a practicar skate como antes siempre hacían, incluso a veces con Patricio y por eso Emily se empecinaba en no poner un pie en la abandonada cancha de basquetbol donde practicaban; le traía demasiados recuerdos y eso la llenaba de tristeza, de lágrimas por las noches y de vez en cuando pesadillas que le quitaban el sueño.
Acercó con timidez una de sus manos al brazo del chico, antes siempre lo tomaba del brazo o de la manga de su suéter cuando caminaban, desde pequeños que siempre Emily hacia eso, pero con la muerte de Patricio hasta esos pequeños detalles dejó de realizar.
Erik la miró sorprendido cuando sintió sus dedos enrollándose sobre su brazo, miró hacia abajo puesto que él era mucho más alto que su amiga y le sonrió de lado, una sonrisa sencilla, pero que le traspasaba a la chica su comprensión y aprobación. Emily había decidido cambiar y estaba orgulloso de su decisión.
—¿Qué vas a hacer en la tarde? —Le preguntó Erik.
—Tengo que ir a trabajar, pero salgo a las siete.
Los días primaverales ya se venían encima, era un hecho que el clima estaba cambiando de ser frio y lluvioso para darle paso al sol y el calor, aunque no era suficiente como para pasearse por ahí en polera y shorts, pero si para usar prendas más holgadas. Por lo mismo ya no oscurecía tan temprano y a las siete, si bien ya el sol comenzaba a desaparecer era una buena hora para juntarse con amigos.
El trabajo para Emily no le resultaba del todo agotador, lo había conseguido para mantener su mente lejos de aquellos pensamientos que la llenaban de nostalgia y mucha tristeza, para mantenerse ocupada en algo más que solo pensar. Prefería sufrir en silencio y encerrada en su cuarto a que la vieran con esa pena inmensa, no estaba para generar lastima en la gente. Su trabajo consistía en vender discos de música en una pequeña tienda cerca del centro comercial, en el centro de la ciudad. Como Emily adoraba la música, lo encontró un trabajo especial para ella, además no era cansador puesto que poca gente ingresaba a comprar discos de vinilos antiguos y nuevos, solo aquellos coleccionistas y amantes de la música.
—Te paso a buscar, lleva tu patineta.
Emily le sonrió en respuesta, hace mucho tiempo que no sonreía de aquella manera y con total sinceridad, puesto que la mayoría de las veces forzaba los músculos de su rostro o los tensaba en una mueca parecida a una sonrisa, pero estaba muy lejos de ser aquella que demostraba alegría.
Disminuyeron la velocidad de sus pasos, justo cuando iban llegando a casa de Isabelle, su otra amiga y desde hace poco más de tres meses novia de Erik. Ellos habían sido compañeros y amigos desde pequeños, junto con Cristina completaban el grupo de cuatro, pero ella se había mudado a otra ciudad y ahora se veían solo ocasionalmente, cuando ellos viajaban o ella lo hacía. De todas maneras, no perdían el contacto, se comunicaban por teléfono o por internet cada vez que podían.
Isabelle salió de su casa justo cuando iban llegando a la entrada, su casa era bastante grande y acogedora. Isabelle vivía con sus padres y su hermana menor, que era una versión de ella, pero en miniatura, con los mismos ojos azules y el pelo rubio, con la diferencia que su hermanita lo tenía ondulado e Isabelle totalmente liso. La chica se acercó a ellos dando saltitos, como siempre lucia radiante, con su altura y cuerpo esbelto pasaba por modelo de pasarela y su pelo largo meciéndose al ritmo de su caminar.
—¡Hola chicos! —Saludó con una sonrisa radiante.
Emily aflojó su agarre del brazo de Erik para que este pudiera saludar a Isabelle, se acercó a ella y le dio un beso mientras la chica rodeaba su cuello con sus brazos, daba la impresión de que no se habían visto en días, pero tan solo habían pasado unas cuantas horas.
—Ya, ya, apúrense o llegaremos tarde. —Les dijo Emily al mismo tiempo que comenzaba a caminar.
La verdad era que las demostraciones de cariño también le generaban pena, no podía quedarse ahí parada observando a sus amigos besándose; puesto que, eso le recordaba que Patricio siempre la esperaba a la entrada del colegio, se saludaban con ese mismo afecto, como si hubiesen pasados días sin verse, luego ambos caminaban hacia el interior del colegio tomados de la mano y él la dejaba en su sala, puesto que él era un año mayor y ya iba en el último curso. Erik e Isabelle ya estaban acostumbrados a esa actitud suya que trataba de esconder, sabían que le dolía y por lo mismo trataban de guardar sus mimos para otros momentos, aunque a veces claro lo olvidaban.
Intercambiaron un par de palabras cuando iban llegando al colegio, Emily les contó que la noche pasada se había quedado dormida en el escritorio y ahora sufría de un dolor en su cuello y espalda que, al parecer, tenía todas las intenciones de acompañarla el día completo.
—También tienes algo en la cara. —Mencionó Isabelle notando una marca en la mejilla de Emily, se acercó a ella para inspeccionarla mejor.
—¿Qué es? —Preguntó algo asustada.
Erik comenzó a reír mientras le apuntaba la cara.
—¿Qué tengo? —Pero no obtuvo respuesta, puesto que sus dos amigos comenzaron a reír.
—¿Recuerdas que a principio de año tenías una marca en tu cara? —Emily hizo memoria, era imposible olvidar algo como eso, los pliegues de la almohada habían dejado una larga marca que surcaba su mejilla, como si se tratara de la cicatriz de cara cortada. Asintió a modo de respuesta. —Bueno, ahora es más o menos lo mismo, solo que no es tan grande.
—No sé cómo lo haces, pero tienes una suerte... —Comentó Erik ironizando.
—Lo que me faltaba.
Su día de "nueva vida" definitivamente no había comenzado de la mejor manera como ella esperaba y tan solo habían pasado minutos desde que se había despertado. Agarró un mechón de su cabello con desgano y se tapó la cara, no podía darse el lujo de correr al baño porque el timbre estaba sonando en ese minuto, el profesor no tardaría en llegar.
Fue a sentarse a su puesto al lado de la ventana, seguida por Isabelle, mientras que Erik ocupaba su lugar junto a David, quien todavía no había llegado. Aquello le pareció extraño a Emily, él siempre se encontraba en la sala o llegaba justo después que ellos, así era como siempre interrumpía esos momentos en que se quedaba en el pasillo con Patricio.
Desvió la mirada y así también los pensamientos, enfocándose en su árbol favorito, ahora estaba lindísimo puesto que sus ramas estaban repletas de pequeñas flores rosadas. El cielo estaba despejado como pocas veces, casi siempre una que otra nube rebelde arruinaba el espectáculo de un cielo limpio y perfecto, pero esta vez sí se veía así. Apoyo su cabeza en una de sus manos y así, de paso, se tapaba la marca de su mejilla.
—Oye, Emily. —Habló Isabelle, llamando su atención. —Te ves diferente, no tan...desganada... —Quiso buscar las palabras adecuadas para no causar ninguna reacción negativa en su amiga, por suerte Emily sonrió levemente, lo cual terminó por corroborar sus suposiciones.
—Sí, creo que estoy de mejor humor. —Dijo Emily encogiéndose de hombros.
—Qué bueno, me alegra escuchar eso, el...a Patricio también le hubiese gustado verte así.
—Lo sé, por eso quiero intentar empezar de nuevo.
En ese minuto David llegó a la sala casi corriendo, se le notaba agitado y justo cuando se sentó en el asiento junto a Erik llegó el profesor. Suspiró cuando notó que había llegado a tiempo. Emily se percató que llevaba el block de dibujo bajo su brazo y ahora lo depositaba con sumo cuidado en la mesa, era su tesoro más preciado. Sintió un leve estremecimiento al pensar que la mayoría de los dibujos que contenían eran de ella.
—¿Estas mirando a Erik? —Preguntó Isabelle de improviso, haciendo que por poco saltara en su asiento.
—No...eh...a...yo...
—¡Buenos días! —Saludó el profesor y todas las cabezas miraron al frente, incluso la de Isabelle, así que Emily bendijo su suerte por no tener que responderle a su amiga.