Un paisaje paradisiaco era lo que ella esperaba, con aguas turquesas casi transparentes, un oleaje tranquilo que bañara una playa de arenas finas y blancas. Su realidad era muy distinta, en vez de brisa marina, soplaba un viento cálido que le agotaba las energías, desganándola completamente y dejándola solo con la energía necesaria para tumbarse sobre el suelo alfombrado de su habitación, con la vista perdida en el techo blanco. Las largas cortinas de su ventana de vez en cuando le hacían cosquillas en los cabellos, cuando esa brisa calurosa irrumpía colándose por el ventanal. No se atrevía ni a caminar hacia la terraza para sentir, quizás, menos calor, puesto que, el sol daba de lleno y ya se imaginaba un desmayo apenas llegara al lugar. Sintió pasos en su puerta, supuso que eran los de