CAPÍTULO DIECIOCHO Erec estab sentado en la larga mesa de banquete, Alistair estaba a un lado, Strom en el otro y sus centenares de hombres de las Islas del Sur llenaban los bancos, de cara a ellos, al otro lado de las mesas, estaban Krov y sus centenares de hombres del Peñasco. Había sido un largo día de festejos y el interior del castillo de Krov se había convertido en un tumultuoso salón de banquete, colgado arriba de una colina al borde del mar. Una pared entera tenía esculpidas ventanas altas y arqueadas, de cara al océano, por donde se colaba la luz, inundando la sala con el fresco aire del océano y el romper de las olas allá abajo. No era como cualquier otro castillo en el que Erec hubiera estado, todos los otros castillos normalmente se construían con pocas o ninguna ventana por m