Capitulo Tres

809 Words
Familia Real Minoujin. Tercer elemento, aire.  Caballeros. Dicha familia es originaria del reino desde que éste existe y su emblema familiar es sin duda alguna el más bello de todos, siempre fueron conocidos por ser sumamente pacíficos y comprensivos, amantes de la filosofía y excelentes cultivadores ya que los campos reales habían quedado a su cargo y dieron las más deliciosas frutas, los vegetales más abundantes y las flores más exquisitas. Dichos caballeros se especializaron siempre en el arco y flecha, excelentes en la puntería al punto de que jamás fallaban y nadie salía ileso de su mortal y terrorífica lluvia de flechas. Desde remotos tiempo eran los segundos al mando de las tropas para defensa y ofensa de Hevolear, y de suma confianza para con los reyes. Siendo tan tranquilos pero impredecibles, eran la única familia que se llevaba excelente con las demás, jamás habían tenido un desacuerdo, ni una discusión con los demás caballeros pero sabían imponer sus opiniones y puntos de vista. Sebastian Minoujin tuvo cinco hijos varones; Jhon, Joshua, Carlos, David y Keith. Los dos mayores estudiaron medicina y se convirtieron en excelentes médicos, casados y con hermosas familias pero ninguno de sus descendientes ni siquiera ellos mismos heredaron la magia de su linaje. Carlos y David eran los rebeldes del grupo pero jamás dieron problemas graves, eran algo jóvenes para definir aún su futuro más el segundo de estos parecía estar enamorado de una jovencita del pueblo mientras que su hermano se negaba a caer en las redes del tortuoso amor. Keith, era el menor y  sólo tenía quince años por lo que sus estudios aún no culminaban, no era el más solicitado a la hora de las citas a pesar de ser el más lindo de sus hermanos.  Todos excelentes en sus labores como hijos pero sólo dos de ellos obtuvieron las habilidades de Sebastian, Carlos y Keith. El mayor de éstos dos perdió el juicio y los estribos cuando se enamoró perdidamente de su prima tercera Cecile Renaldi de Minoujin, a pesar de las advertencias de su padre y de sus hermanos, y los reproches de su madre; el muchacho terminó casándose con ella. —Si te casas con ella no quiero reclamos luego, deberás aceptar lo que se diga de ti y de tú esposa — decía Sebastián subiendo a su automóvil. —Padre, ya no estamos en la antigüedad, mira las tecnologías que hay y los avances, lo mismo ocurre con ésto— defendía Carlos. —Hijo, las tradiciones perduran aún cuando hayan dinosaurios robot— el hombre se preparaba para marcharse ya. —Es que no hay dinosaurios robot papá— ríe el joven. —¡Ya lo sé! — ríe su padre — Es que no se me ocurrió nada más. Un año después el pelinegro de ojos color chocolate cargaba en sus brazos a su hija recién nacida, la pequeña lo observaba en silencio y movía sus pequeños deditos mientras revisaban a su madre que yacía exhausta por el trabajo de parto.  Carlos y Cecile tuvieron su boda meses después del nacimiento, y optaron por celebrar el bautismo de la niña también, debido a ésto la fiesta fué enorme y asistió un centenar de personas, parientes, amigos, conocidos, allegados y demás.  Tiempo después Anette, el nombre que eligieron para la nueva Minoujin,  dejó ver unos hermosos ojos verdes como los de su mamá y ni hablar del cabello cobrizo que volvía loco a su progenitor; definitivamente la bebita poseía los rasgos de su bella madre. —Eres hermosa pequeñita— Carlos paseaba en la habitación a su niña de cuatro meses. —Lo es, ciertamente — su esposa se unió a ellos y depositó un beso en la pequeña cabecita. —Mi padre está embobado con su nieta— Carlos sonríe. —Y pensar que no aceptaba el compromiso en un principio— ríe a carcajadas la peliroja. —Es cierto — deja a la niña en su cuna— Ya tengo lista mi espada. —¿Eh? ¿Para qué necesitas una espada amor?— la mujer lo observa consternada. —Para sacarle la cabeza al primer valiente que se acerque a mi princesa con otras intenciones— mueve sus cejas comicamente. Anette fué otra de los niños que no pudieron recibir la bendición de los reyes, y sus padres no desearon tener más hijos por lo que ella fué su única heredera, no sólo del título sino que también se le otorgaron los dones de su padre; para ser la primer mujer de su familia en portar dichos poderes. Cecile se opuso firmemente a que su hija formara parte de aquella disputa cuando fuera mayor, no le interesaba en lo absoluto que su niña fuera Reina o que tuviera más riquezas y títulos, muy por el contrario quería para su hija algo mejor que eso y estaba decidida a dárselo.  Pero su esposo pudo con ella, sabiendo que no estaba de acuerdo con ese asunto aceptó gustoso y decidió que lo mejor sería enseñar a su hija todo lo que debía saber apenas tuviera la edad suficiente. 
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