Capitulo Cinco

1082 Words
La casa de los Moneth estaba repleta de invitados, la decoración era de un tono plata y daba un aire sofisticado y elegante a la enorme mansión que tenían por hogar. Con grandes ventanales en la sala principal, hermosas cortinas blancas con algunos detalles bordados en azul y muebles color caoba se caracterizaban por ser muy refinados a la hora de elegir como vestir su casa. Aquel día de otoño recibían a las familias vecinas ya que festejaban el cumpleaños de Adrien, el pequeño niño cumplía sus ocho años y sus padres decidieron invitar a sus amigos más cercanos – incluída la familia–.  En el jardín lateral se encontraban los hijos de los caballeros, siendo amigos desde que tienen memoria – a pesar de tener entre siete y ocho años– jamás se habían separado para nada ni siquiera para acudir al Instituto Real Luceth. —¿Crees que la fiesta siga aburrida?— preguntaba Anette mientras cortaba algunas margaritas para su mamá. —Esas fiestas siempre son aburridas— añadía Thomas balanceando sus pies sobre una de las amacas. —A mi me gustan— decía Marianne a su lado. Thomas, Adrien, Anette y Edward se conocieron en el instituto el primer día de clases y jamás pudieron separarse; tiempo después – tres meses luego del inicio escolar– se les unió Marianne Lafourcade, quién conocía profundamente a Adrien ya que vivía en su casa.  La pequeña Marianne era la única hija de Rousey Lahoz y Jackson Lafourcade, quienes trabajaban para los Moneth como ama de llaves y chófer de limusinas. Siendo queridos por sus patrones, ellos adoraron a la hija de sus mejores empleados – y con los que tenían una grandiosa y amorosa relación– por lo que Adrien y la niña se conocían desde que eran bebés y usaban pañales. —Lo dices porque tú no tienes que soportarlas— Anette ríe por el comentario. —No, no puedo verlas— el semblante de la niña se entristeció. —No te preocupes Marianne, no te pierdes de nada— decía Thomas sonriendo. —Además, eres muy bonita para estar en esas aburridas fiestas— agrega Adrien. —Gracias— sonrió— ¿Siempre seremos amigos verdad? —Claro— dijeron todos al unisono. Anette volteó a verlos con una ceja levantada, no entendía porqué esos dos siempre se desvivían por hacerla sentir mejor, no era su deber ni obligación, si Marianne era hija de criados, ¿Por qué debía ser problema de ellos? No lo compendia. Quizás, con el tiempo y la madurez entendería la razón.  En esos momentos Rousey corre hasta donde los pequeños se encuentran, toma a su hija de la mano y susurrándole algo al oído la apremia a despedirse de sus amigos; sin decir más que un simple adiós, ambas desaparecen en el interior de la mansión. .... El despertador suena indicando las seis de la mañana, un molesto muchacho se remueve en la cama y alcanza el ruidoso aparato para aventarlo con total furia hacia la pared escuchando como cae al suelo –o por lo menos lo que queda de él–. —¡Adrien, ya levántate!— escucha la voz de su hermana Melissa. —No molestes— susurra con cansancio. La noche anterior salió a escondidas de su casa para encontrarse con Ed y Anette en una fiesta muy concurrida y popular; llegó totalmente ebrio y desorientado a su hogar hace aproximadamente dos horas y siente que el mundo va a venirsele abajo en cualquier momento. Tras una larga ducha y muchas súplicas de Melissa para que abandone dicha habitación, hace acto de presencia en la sala principal dónde sus padres y hermana desayunan animadamente. Los Moneth compartían todas las comidas y aprovechaban para platicar sobre su día o sus planes para la semana, siempre había agradado éste acto al menor de los hijos pero con el pasar de los años comenzó a serle tedioso. —Buenos días bello durmiente— su madre le acaricia la coronilla sonriendo. —Buenos días madre— susurra mientras observa el tazón de frutas picadas. El desayuno del muchacho consistía en un abundante tazón de frutas y un vaso de jugo de naranja, era una costumbre que tenía ya hace tres años desde que practicaba esgrima en el instituto y ya no iba a cambiarlo. Melissa – ya con veintitrés años – asistía a la universidad, estudiaba  Economía y Relaciones Internacionales y le iba bastante bien; tenía las mejores calificaciones y pronto una importante pasantía. —Adrien, anoche te ví salir por la ventana trasera del vestíbulo de papá— Su hermana bebe de su chocolatada como si acabara de contar un chiste. Los ojos del chico se abren casi de manera sobrehumana y no puede evitar ahogarse con su bebida para posteriormente escupirla sin ningún tipo de refinamiento, Harry observa a al muchacho sorprendido y frunciendo el seño posa la mirada en Lilianne, su mujer. —¿Quieres explicarme?— pregunta el hombre. Antes de que Adrien pueda idear una excusa lo suficientemente convincente como para que su padre no le dé un sermón de mil horas la bocina de un auto se hace escuchar, tomando una manzana y su mochila, el joven heredero sale corriendo del salón y en el proceso se encarga de que el plato de su hermana hierva tanto que termine explotando y salpicando su rostro. —¡Adrien!— grita la joven furiosa. Subiendo al coche de su amigo, ambos se saludan con un choque de puños, el automóvil se pone en marcha y la música estridente suena a todo volumen. —¿Qué tal la mañana?— pregunta Edward. —Mal, Melissa volvió a delatarme con mis padres— bufa molesto. —Que mal, es toda una amargada— ríe el rubio. En aquel Audi blanco ambos chicos son el opuesto del otro, mientras que Adrien lleva el cabello alborotado salvajemente y de color caoba con sus bonitos ojos azules; Ed los posee verdes claro y su cabello – rubio cenizo– medianamente ordenado.  Anette los espera en la entrada del Instituto Real Luceth, con un elegante – pero cómodo– atuendo y luciendo su larga cabellera peliroja en una alta y coqueta coleta, les sonríe a sus amigos. —Pensé que no llegarían a tiempo— dice acercándose. —Tuvimos un inconveniente llamado Melissa— Ed señala con el pulgar a su amigo. —No bromees— rueda los ojos la chica. —Pues si, está decidida a hacerme la vida imposible— masculla Adrien. Decididos a pasar el día de la mejor forma se encaminan a sus respectivos casilleros, los tres tienen clases de esgrima primero y luego control de habilidad – dos materias de varias, que sólo tienen los estudiantes que poseen magia– por lo que deben prepararse; en el camino cruzan miradas con Thomas, quién se encuentra con su grupo de amigos y la tensión entre ambos bandos es palpable al punto de que si no fuera porque se encuentran en un establecimiento educativo sería una terrible y feroz batalla campal.
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