Fernanda experimentó por primera vez ese temor a ser reconocida. Por lo general en la sociedad siempre se nos ha dictado que el reconocimiento es una parte del éxito. Lo cierto es que para la chica el reconocimiento, en ese momento, no era otra cosa salvo una amenaza a no cumplir sus planes. Pera tal parecía que el destino estaba jugando con ella y ese ensimismamiento de ponerla frente a Yan Boyer. Fernanda sonrió con cierto nerviosismo. Con la mirada en los pies, rogando que su cabello en la cara fuera suficiente para cubrir su identidad. Quería que la tierra la tragara. Que el sudor de las manos fuera un ritual que abre una puerta a otra dimensión, donde ella fuera rica. Pero no era así. — ¿Qué fue lo que dijo el señor Dávila? —fingió su voz Fernanda. — Sé que debo ser más sensible