Nina sintió como el alma se le iba del cuerpo hacia un plano astral. Se había olvidado de respirar, y lo único que deseaba en ese momento era que su espíritu fuera libre para poder gritar despavorida con todo su ser sin ser escuchada. Sentía como un golpe de nerviosismo bajaba hasta los pies, y cómo la hipoteca se iba de sus manos lentamente.
Yan tenía su mentón prisionero entre sus dedos. Las miradas se cruzaron como en un duelo de espadas, solo que Fernanda había decidido tirar su arma al instante. Cerró sus ojos, esperando a través de sus oídos su sentencia. El aire le faltaba, y no estaba demás, pero estaba a punto de ser descubierta.
— Nina —volvió a repetir Yan.
En un impulso inconsciente por mantener su verdadera identidad oculta, Fernanda cerró los ojos para dejarse llevar p
