Fernanda entró con un vestido que demostraba la elegancia de una mujer experta en los negocios. Nada recargado, con ese toque natural y esa sutileza que gritaba superioridad ante los ojos de los demás. Claro, se veía reflejada en la ropa de alta gama a la que la muchacha tenía acceso, con tal de llevar a cabo su trabajo y deshacerse de la deuda. Caminó sobre sus tacones de tres mil dólares, con una sonrisa sutil vestida de labial rosado, su cabello recogido y unos discretos aretes de pandora de treinta y cinco mil dólares sobre sus orejas. Yan, quien estaba impaciente por tener su reunión, se encontraba sentado en la sala de espera de la oficina. Al escuchar la voz femenina, no pudo evitar subir la mirada para ver a mujer cerrar la puerta tras de ella. Ahí estaba la mujer que había estado