Sin Piedad

Capítulo 3

El impacto de la bomba de hace unas horas aún me aturdía en los recuerdos de la muerte de mi madre. ¿Y si en el lugar de mi madre fui yo quien tenía que morir y por eso las explosiones me persiguen?

Me incliné para lavar mi rostro y quitarme esas ideas locas de la cabeza, esto no era destino final donde la muerte me perseguía, debía aterrizar y concentrarme en mi progenitor ¿quién se creía él para apuntarme con un arma?

Me enderecé y sequé mi rostro, el reflejo de este en el espejo me demostró cuán pálida estaba, las ojeras se veían muy marcadas debajo de mis oscuros e intensos ojos marrones.

—Te ves cansada —di un respingo y toqué mi pecho ante el susto. ¿Qué hacía aquí?

—¿Te puedo ayudar en algo? —pregunté, terminando de secar mi rostro e intentando disimular que su presencia me había alterado.

—Silvina me comentó que habías perdido tu equipaje en la mansión, ya sabes, debido a la explosión y eso —agitó la mano restándole importancia. Su corto cabello rubio se veía perfecto. Me tendió un par de ropa muy bien dobladas y sonrió de lado —Es bueno tener a una chica de mi edad aquí, pero si tocas algún guardaespaldas te mato, son míos —me amenazo con su dedo índice, se veía de cierta forma adorable.

—Entendido —levanté las manos en forma de paz y sonreí.

—Soy Mey —Estreché su mano.

—Y yo Abigail, pero puedes decirme Abi.

Salí del baño ajustando mi bata mientras ella me seguía, cuando la vi esta mañana sentada en ese comedor con mi padre creí que tendría alguna rivalidad con ella, que era alguna de esas típicas niñas consentidas y que no le agradaría mi presencia. Pero al parecer no era este su caso, se veía segura de sí misma y alegre por tener a alguien de su edad bajo el mismo techo.

—¿No te molesta que tu padre tenga una hija por fuera? —pregunté aún sabiendo que era imposible que tuviéramos la misma sangre, pero debía sacarle información.

—De hecho, Leonardo Moretti no es mi padre, cuando mi madre se juntó con él yo tenía 7 años, desde entonces me crió y educó muy bien, estoy agradecida. Sus ojos celestes se iluminaron de repente y me mostró una sonrisa de oreja a oreja. —Por cierto, el espectáculo de hace rato donde tu padre te apuntó con el arma, fue estupendo, amé tu valentía de retarlo, en serio eres muy valiente.

—Valiente no es la palabra que determina esa acción, fue muy estúpido de su parte señorita Moretti —el chico apuesto del aeropuerto se encontraba parado bajo el marco de la puerta, sus hombros relajados y sus manos entrelazadas detrás de su espalda.

Antes de poder insultarlo por su trato de esta mañana Mey habló primero, interrumpiéndome.

—Dario, ella es Abi, nueva hermana, él es Darío, guardaespaldas de la familia y mano derecha de nuestro padre —nos presentó, aparté mi mirada de él y observé a la rubia, quien me fulminada con la mirada —recuerda lo que te dije de ellos —caminó con pasos decididos y desapreció por la puerta, no sin antes acariciarle el pecho a Darío y guiñarle un ojo.

Él se aclaró la garganta y lo miré.

—¿Se te ofrece algo? —mi voz no podía sonar más fría e indiferente.

—Solo quería decirte que tu padre te espera en su oficina, te mostraré el camino —hizo una reverencia, formando una coqueta sonrisa de medio lado.

—Bien, me cambiaré y salgo —antes de darle tiempo a responderme cerré la puerta en sus narices, no estaba de humor para soportarlo.

Me coloqué la ropa que Mey me había traído y desenredé mi cabello húmedo, al salir de la habitación El pelinegro me esperaba con la espalda apoyada a la pared y una mirada aburrida.

—Creí que nunca saldrías —chasqueó la lengua y se dispuso a caminar.

—Eres un idiota, lo sabes ¿verdad? —puse los ojos en blanco mientras lo seguía. La casa era acogedora, sus paredes coloridas y bonitos adornos en cada esquina que pudiera ver.

La oficina de mi padre estaba protegida por dos guardaespaldas con expresión fría. Al entrar Leonardo se levantó y caminó con pasos seguros hacia mí, quise alejarme pero él me tomó entre sus brazos y me envolvió en un fuerte abrazo que sentí que rompería mis huesos.

—No puedo creer que mi pequeña está aquí —su expresión de amargura y desprecio habían desaparecido —Necesito que me cuentes muchas cosas, pero primero debes disculparme por lo de esta mañana, pero tú presencia aquí me ha alegrado mucho, hija.

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Quería escupirle en la cara, empujarlo y maldecirlo tantas veces, pero eso no sería apropiado para mi plan. De hecho, ni siquiera tenía un Olán para vengarme de él, pero de algo estaba segura y es que si le demostraba mi odio podía poner una barrera entre los dos y eso complicaría las cosas. Lo necesita comiendo de la palma de mi mano.

—Está bien, creo que todos estábamos muy alterados, me alegro que nadie resultara muy herido.

—También yo mi pequeña, también yo —me volvió abrazar y acariciar mi cabello.

¿Cómo podía soportar esto?

—Bien, iré a buscar algo, en seguida vuelvo —Mi padre salió de su despacho cerrando la puerta y dejándome a solas con Darío.

—Sabes.. también quería pedirte disculpas por cómo te traté, no debí ser tan brusco —su voz era tan suave que me maldecí a mi misma por querer derretirme ante su voz.

—Veo que todos aquí actúan como animales —mencioné, él se acercó a mi y puso un mechón de cabello detrás de mi oreja. Dejé de respirar ante su toque.

—Te lo compensaré —su mano acarició mi mejilla hasta llegar a mis labios, los cuales estaban entre abierto ya que me estaba costando respirar ante su cuerpo cerca del mío

¿Qué me estaba pasando? Acababa de conocerlo.

Lo aparté de mi de un manotazo y lo empujé.

—¿Qué crees qué haces? —solté, mostrándole mi irritación.

—Tengo una idea perfecta —mi padre entró muy emocionado, ni siquiera se percató del ambiente tenso que habíamos formado Darío y yo. —Darío, eres mi mano derecha, eres como un hijo para mí, por ese motivo quiero que seas guardaespaldas de Abi.

—¿¡Qué!? —gritamos al mismo tiempo el chico irritado a mi lado y yo.

No no no. Él no podía ser mi guardaespaldas, necesitaba estar sola para poder planear mi venganza, lo último que necesitaba era un estupido guardaespaldas siguiendo.

Debía hacer lo posible para quitármelo de encima.