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Sin Piedad

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Blurb

Abigail Moretti pierde a su madre y cree que su padre tiene algo que ver, así que decide vengarse de su progenitor, pero todo se complica cuando él le asigna a ella un guardaespaldas, arrogante, misterioso y atractivo, quienes empezarán a sentir un amor/odio entre ellos.

¿Y si ella no es la única que quiere vengarse de su padre?

Nada es lo que parece, no se puede confiar en nadie, las mentiras y la traición rodearan a Abigail sin Piedad.

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Capítulo 1
En mis ojos solo había fuego.... Inmensas llamas cubrían la mansión frente a mí y estaba a punto de empeorar, todo lo que creí vivir era una mentira, todas las personas que pensé que me amaban... todas ellas, eligieron mentirme y traicionarme como si no les importara en lo más mínimo, ellos me destrozaron sin Piedad. Empecemos por donde todo se complicó, donde mi hermosa realidad se rompió y me obligó a cargar el peso del odio y la venganza, todo empezó aquella tarde de otoño.... 15 de octubre 4:15 pm Una ráfaga de aire sacudió mi cuerpo, como protección me abracé para mantenerme caliente, lo cual resultaba inútil por mis delgados brazos, esta mañana antes de salir de casa mi madre me había dicho que me arropara bien, yo sin más me vestí con lo primero que encontré, muy tonto de mi parte. Las últimas hojas de los árboles se desprendían de sus ramas y caían al suelo lentamente, bailando con al viento. Camine junto al lago del parque principal, tenía muchas hojas secas sobre él, flotando sin ningún propósito. El inicio del otoño era mi favorito, el viento era refrescante y los árboles empezaban a cambiar sus hojas verdes por el colorido amarillo, naranja y rojo, dándole más vida a la naturaleza, o dándole inicio a su etapa de vejes, ya que ahora en sus últimas semanas parecen troncos desnudos con ramas ligeras y aburridas. Suspiré, queriendo llegar rápido a casa, darme una ducha caliente y abrazar a mamá. Hoy era un día importante por lo cual había salido apurada en la mañana, era la entrega del último proyecto en la universidad, ahora ya era libre de disfrutar las vacaciones. Me tambalee un poco hacia atrás por un golpe seco en mi hombro — Disculpe — mencioné ante la mirada enojada del hombre, tal vez fue culpa de los dos chocar por ir distraídos, pero él no se disculpó. Me faltaban unas cuadras para llegar a casa, seguí mi camino, mirando hacia atrás de vez en cuando, no sabía porque razón, pero presentía que alguien me estaba siguiendo. Doble a la izquierda y pegué mi espalda al gran muro que se encontraba allí, me asomé con cuidado, deseando que solo fuera mi paranoia y no otra cosa. El hombre salió de su escondite, era aquel con el que me había chocado hace un rato, cargaba las manos dentro de los bolsillos de su saco n***o y miraba con precaución en varias direcciones. Los nervios se apoderaron de mi cuerpo y empecé a caminar con rapidez, con miedo de mirar hacia atrás, él estaba lejos, no había forma de que me alcanzara, mire otra vez sobre mi hombro, se estaba acercando muy rápido, empecé a respirar con dificultan y no dude en correr, el hombre siguió mi ejemplo, empezando a correr hacia mí. No sabía que estaba pasando ¿Quién era él? ¿Qué quería? Vi mi casa y apresuré mis pasos, corrí hasta subir los escalones del porche y abrir la puerta, cerrándola a mi espalda con seguro. Suspiré. Ya estaba en casa... cerré los ojos por unos segundos, intentando controlar mi respiración. —Tranquila —me animé. apartándome de la puerta miré con discreción por la ventana, cubriéndome un poco con las cortinas. No había nadie. —¡Abi! —Di un respingo ante el grito de mi madre, mirándola despavoridamente. —Madre, me asustaste. Llegué hasta ella quitándole la bandeja de galletas de las manos y colocándola a un lado. —¿Estás bien? —pregunté envolviéndola en un abrazo. —Yo sí, pero tú.... —me apartó suavemente frotando mis brazos —Estás pálida y ¡oh, cariño! Te advertí que hacía frío, estás congelada —sus ojos me reprendían, pero cambiaron al instante en una mirada dulce y preocupada. —Lo siento mamá, me daré una ducha y bajaré a cenar —tomé una galleta y le di un mordisco, deleitándome con su exquisito sabor —Saben de maravilla como siempre. —Cómo hoy empiezan las vacaciones y se lo mucho que has estudiado quiero llevarte a cenar a tu restaurante favorito —propuso con una enorme sonrisa. La idea de salir nuevamente de casa me ponía un poco nerviosa ¿Y si aquel hombre aún seguía por ahí? Le sonreí, quitándome esa idea de la cabeza, no quería asustarla así que asentí —De acuerdo, estaré lista en veinte minutos. Corrí a mi habitación y me apresuré a ducharme y alistarme rápido. Una vez listas nos subimos al coche, no sin antes percatarme que aquel sujeto no estuviera cerca. Mientras salíamos a la autopista ella cantaba alegremente las canciones de la radio, fascinada por la música de los noventa, que le traían recuerdos de su adolescencia. Mi madre paró en la estación de gasolinas, al bajarse la note un poco nerviosa. —Mamá.. ¿Todo está bien? —Si, si ¿puedes ir a pagar mientras yo lleno el tanque? Asentí, pero antes de alejarme me tomó del brazo, acarició mi mejilla y me dio un beso en la frente. —Mamá... —La mirada incrédula no desaparecía de mi rostro —¿Qué pasa? —Abi, si algo me llegara a pasar, el único que puede protegerte es tu padre, lo sabes ¿no? Tragué grueso. —¿Por qué me dices esto? —No es nada —su cara dejó de verse preocupada y me sonrió ampliamente —Todo está bien cariño, sabes que te amo, ahora necesito que entres a pagar —me dio la espalda para empezar a llenar el tanque. —También te amo... —susurré, alejándome de ella hacía el local. Que extraño. Al entrar, el aire acondicionado refrescó mi cabello, un hombre robusto se encontraba detrás del mostrador masticando un chicle despreocupadamente. Le sonreí como saludo y mientras sacaba el dinero de mi bolsillo un estruendo impactó con las enormes ventanas de vidrio haciéndolas pedazos, caí al suelo cubriéndome la cara y ahogando un grito. Mis oídos tardaron en recuperar su audición, todo daba vueltas y el lugar era un caos total. Solo un pensamiento pasó por mi cabeza, al levantar la vista pude ver como el auto que tanto le había costado a mi madre comprar estaba envuelto en llamas, con las ventanas rotas, todo estaba completamente destrozado. Nadie que estuviera cerca pudo haber sobrevivido a la explosión. Mamá... . . . Y así cambió mi vida, de estar rodeada de amor a encontrarme absolutamente sola, en un pozo sin fin. Al pasar los días los sentimientos negativos se vuelven parte de uno, en ocasiones sentía tristeza, otras veces enojo o desesperación y al final mis sentimientos se reducían a nada, no sentía nada. Era como un agujero oscuro el cual me rodeaba y me asfixiaba en el momento que intentaba escapar, así era el dolor, el dolor de perder a un ser querido, o en mi caso, perder a lo único que tenía. Apreté el tallo de la rosa, clavándome varias espinas en la palma de la mano, a veces solo el dolor físico me distraía del dolor y sufrimiento interno. —¿Roma, en serio? —Sentía su aliento cerca de mi cuello al hablar y podía sentir su mirada en mí, intentando ganar mi atención. —Si, Miguel, me iré a Roma —por fin despegué los ojos de la tumba para mirarlo, el tragó grueso ante mi mirada, vacía y sin gracia. —Abi, fue un accidente, tu padre no tiene nada que ver con esto... —¡Mi padre! —exclamé, pero de inmediato bajé la voz y suspiré —Mi padre es responsable de esto, lo sé —Los anteojos del chico a mi lado se empañaban por la humedad del lugar. —Dejarás toda tu vida aquí en New York, para irte al otro lado del mundo a buscar un padre que no has visto durante años ¿solo porque crees que él fue el responsable de la muerde de tu madre? —Miguel —me puse frente a él para mirarlo a los ojos, esos verdosos ojos que admiraba ver desde la infancia —Mamá dijo que él me iba a proteger. —Pero sabemos que no es por eso que irás allá, Abigail, la venganza es cruel y despreciable, tú no eres así. —Si no te has dado cuenta, las cosas cambian de un segundo a otro —una lagrima se me escapó, deslizándose lentamente por mi mejilla. Miguel la limpió con su pulgar y me sonrió con tristeza, sabía que no iba a cambiar de opinión. —Ven aquí —me envolvió entre sus brazos, apretándome contra él. Hundí mi rostro en su pecho, derramando alguna que otra lagrima y sollozando en el momento. Quería que todo aquel involucrado con la muerte de mi madre pagara, quería justicia. Yo sabía que eso no había sido un accidente. Después de un rato nos separamos, le di un beso a la rosa blanca antes de dejarla sobre la lápida de mamá. —¿Vamos? El vuelo sale en una hora —Asentí en respuesta, lo agarré del ante brazo mientras caminábamos fuera del cementerio. Estaba lista para lo que vendría. Llegamos al aeropuerto justo a tiempo, me volteé hacia él, sus gafas aún se empañaban y se las quitó para limpiarlas, dejándome admirar sus ojos, acaricié su mejilla, regalándole una sonrisa. No me gustaban las despedidas y el hecho de no ver a mi mejor amigo durante un largo tiempo me aterraba, siempre estábamos juntos, por eso no podía ocultar la tristeza que reflejaban mis ojos cafés. —Prometo llamar seguido —tragué el nudo que llevaba en la garganta. —Por favor, no hagas tonterías —pidió, dejando salir un suspiro. —Sabes como soy, eso es inevitable —bromeé, pero mi comentario no le hizo gracia alguna, él permanecía cabizbajo. Agité sus hombros —Ya, no lo decía en serio, tendré cuidado —Sus ojos se achicaron observándome con una mueca insidiosa —¡De verdad! Ahora déjame ver ese hermoso hoyuelo —Era gracioso ya que solo se le formaba uno en la mejilla izquierda mientras que en la derecha no. —Bien.. —sonrió, lo estrujé entre mis brazos, inhalando su casual colonia que me encantaba. >. —¡Deséame suerte! —besé su mejilla, apresurándome hacía el avión. —¡Ve con cuidado! —lo escuché gritar. Mastiqué un chicle mientras el avión despegaba. Cerré los ojos, solo de pensar con lo que me encontraría en Italia me llenaba de inquietud. Mi madre abandonó Roma cuando yo solo tenía cinco años a causa del trabajo de mi padre que nos ponía en riesgo y ahora estaba volviendo justamente a la boca del lobo. Empecé a memorizar el plan que había escrito en una hoja arrugada, sentada en la esquina de la habitación el día del velorio. Mi rostro se cubrió de una sonrisa burlona al leer lo que había escrito: Llegar, sacar un arma y dispararle a mi padre en la sien. Qué Inepto uno puede llegar a ser cuando no piensa con claridad. Si hiciera exactamente lo que escribí, antes de hacer algún movimiento extraño sus guardaespaldas no dudarían en atravesar mi cabeza con una bala. Debía ser inteligente, después de todo solo tenía una ventaja que los enemigos de Leonardo Moretti no tenían. > Esa era mi ventaja. Tiré de mis maletas fuera del aeropuerto, disculpándome con las personas por golpearlas accidentalmente con mi equipaje. El sol brillaba y las personas se movían con rapidez por el lugar. Estaba completamente perdida, ni siquiera sabía a adónde ir. Una de las ruedas de la maleta quedó frenada, tiré de ella una y otra vez hasta que bruscamente se movió, me fui hacía atrás por el impulso, cayendo sobre unas maletas desconocidas. Me aparté el cabello de la cara y varios mechones que habían terminado en mi boca. Levanté la mirada lentamente ante el sujeto frente a mí. —¡En serio lo siento! —me apresuré a decir, el hombre tenía una ceja levantada y las manos en sus caderas. —Descuida, debe ser difícil caminar con tacones... —se calló de inmediato al ver mis pies y notar que no había rastro alguno de zapatos altos —Olvídalo —Me ayudó a ponerme de pie, sus ojos eran de un bonito azul cielo, su rostro parecía recién afeitado, se veía delicado, cautivador y encantador. —Gracias,soy un poco torpe —mencioné, quitando aún el cabello de mi boca. —Puedo notarlo, tranquila, se te pasará cuando crezcas —murmuró, tomando su equipaje. Chasquee la lengua, no estaba con ganas de discutir con un desconocido, tenía que llegar a la mansión Moretti y poner mi plan en marcha. —¿Vienes de vacaciones? —preguntó el hombre. —Algo así —dije sin más —¿Y usted? —pregunté cortésmente. Él pasó sus dedos entre su cabello, tratando de peinarlo, pero se le hacía difícil tomando en cuenta la gran brisa que parecía estar en su contra. —Regreso a trabajar —me miró de reojo —Y puedes tutearme, si me tratas de usted me haces sentir viejo —soltó, sonriendo de lado y mostrando sus hermosos hoyuelos. —Bueno, tampoco es que te veas tan joven —Volví a quitar el cabello de mi cara. La brisa estaba empezando a irritarme. El hombre me observó por un buen rato mientras que yo intentaba no mirarlo y mantenerme serena ante su mirada penetrante. Luego de unos minutos, que para mí se sintieron eternos, soltó una carcajada, llamando mi atención. El sabía que no estaba hablando en serio, se veía seguro de sí mismo y no como alguien que dudaría de su aspecto. —Torpe, graciosa y hermosa —mencionó antes de subirse a una camioneta que se estacionó frente a nosotros —¿Quieres que te lleve? —preguntó desde la ventana. —Quizás mi destino pueda asustarte. —Ya lo he visto todo, créeme, no hay nada que me asuste. Sonreí, pero negué con la cabeza. —Gracias, pero tomaré un taxi. El apuesto joven sólo se limitó asentir con la cabeza, después de lanzarme una última mirada se fue. Quizás nunca nos volvamos a encontrar. Después de un rato logré conseguir un taxi, el hombre dudó al escuchar la dirección, pero al final aceptó, llevándome y dejándome frente al enorme portón de mi antiguo hogar. Los recuerdos golpean mi mente e intento reprimirlos, no quería recordar esos tiempos y llenarme de melancolía, debía tener la cabeza fría y enfocarme en los único que importaba "Acabar con mi padre."

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