Capítulo 2

1306 Words
Me sentía tan pequeña frente a la entrada del portón, las puertas estaban abiertas de par en par y no había ningún guardia. Fruncí el ceño, eso era extraño, para ser una enorme casa en la cual vive un hombre importante, debería de estar protegida ¿no? Caminé decidida hacia la entrada, levanté mi mi puño pero la dejé allí, en el aire frente a la puerta ¿En serio iba hacer esto? Sentí la ansiedad crecer sobre mi pecho y la desesperación de querer salir corriendo. —Respira, Abi, respira—susurré para calmarme, di unos pasos lejos de la puerta. Necesitaba un poco más de tiempo. Empecé a inspeccionar las paredes , las ventanas y las pilastras, todo estaba en perfecto estado, caminé un poco hacía la esquina del jardín, rodeando la mansión, había una puerta de madera, era la de los empleados, lo sé porque siempre solía salir por allí después de haberme escabullido a la cocina para tomar las galletas de la señora Silvina, mi nana y ama de llaves de la mansión en ese entonces. Lo sé porque tenía una fotografía con ella y mamá me contaba lo buena que había sido con nosotras. Me pregunto si aún seguía trabajando aquí. Entré por aquella puerta, mis zapatos hicieron ruido por toda la cocina y maldije por lo bajo, aquí también estaba vacío ¿Donde estaban todos? Caminé por un pasillo y me detuve al escuchar voces, mi pulso empezó acelerarse, yo conocía una de las voces, a el no le importó que nos fuéramos, ni siquiera nos buscó para ver si estábamos bien.... Pero las consecuencias de sus negocios sucios fueron los causantes de la muerte de mi madre, yo lo sabía. Asomé la cabeza un poco para ver, un elegante juego de comedor relucía en el centro de la habitación, mi padre sentado en la cabecera de la mesa, como si fuese el líder, y en ciertas palabras, lo era. A su lado se encontraba una señora muy bien vestida, su cabello rubio buen peinado hacia atrás y sus labios color carmesí combinaba con su traje. Frente a ella y al lado contrario de mi padre estaba una chica, podía ver casi su perfil, su cabello rubio casi rozaba sus hombros, dos niños que parecías de la misma edad estaban a su lado, un niño y una niña, parecían mellizos. —¿Qué haces aquí? —di un pequeño respingo ante su voz y me giré bruscamente con la mano en mi pecho —¿Porqué estás aquí? —volvió a preguntar, su tono ya no era divertido como en el aeropuerto, ahora era fría y tenaz. —Yo.... —antes de seguir el ruido de una ventana rota llamó nuestra atención, poniéndonos en alerta, lo siguiente qué pasó fue tan rápido que no entendía lo que estaba pasando. La explosión nos hizo caer al suelo, partes de vidrio y bloques volaron a mi alrededor, golpeándome partes del cuerpo, intenté levantarme, pero solo logré apoyar las manos y volverme a caer, mis oídos eran incapaces de oír algo más allá de este horrible pitido, podía sentir como mi cuerpo pedía ayuda a gritos, hasta que la visión se volvió borrosa. Sentí unos brazos cargarme, mi cuerpo estaba tan débil que ni siquiera podía ver bien quién me había sacado de la mansión, el aire fresco del exterior sacudió mi cabello. La persona que me llevaba en sus brazos me metió en un coche, intenté protestar, pero era inútil y en unos segundos perdí el conocimiento. Mamá... ¿Estás ahí? Te necesito... Eo olor a alcohol me despertó, mi cabeza palpitaba y las cortadas en mi cuerpo a causa de los vidrios ardían. —Bien, ahora que despertaste tienes que explicar muchas cosas —lo miré incrédula, su fría expresión me asustó —¿Quién eres y porqué estabas en la mansión justo en el momento que atentaron con la vida de los Moretti? —¿Qué? —jadee, aún mi cuerpo dolía. —Ven aquí —me agarró fuertemente del brazo sacándome del coche, casi pierdo el equilibro al bajar, pero su mano agarró mi entre brazo para evitar que me cayera. —Espera ¿Donde estamos? —El chico al cual había conocido en el aeropuerto ignoró mi pregunta y me llevó dentro de la casa, no tan grande como la mansión, pero si lo suficiente para pretender a una familia adinerada. Al entrar noté un montón de hombres con traje, igual que él que me llevaba a rastras. Algunos tenían armas en sus manos y otros solo se mantenían firmes con las manos en sus espaldas. En el salón principal se encontraban todos , sus ojos rápidamente me observaron con curiosidad, mi padre estaba frente a los dos niños que estaban sentados en una camilla mientras las enfermeras curaban sus heridas, él se levantó de golpe al verme, sus ojos grises podían intimidar a cualquiera y por un segundo toda la valentía que había tenido para enfrentarlo se había esfumado, pero no podía demostrárselo, no podía verme débil frente a él y mucho menos ante su nueva familia. —Señor, esta es la intrusa que estaba en la mansión cuando lanzaron la bomba —Mencionó el chico junto a mí, soltando por fin mi brazo bruscamente. Dejé de respirar cuando mi padre le quitó el arma al sujeto junto a él y apuntó hacia mi dirección mientras se me acercaba, todo mi cuerpo se paralizó, debía hablar, decirle que era su hija, pero era incapaz de articular palabra alguna. —¿Eres tú quién se atrevió a tentar contra la vida mi familia? —todos mantenían silencio mientras mi progenitor me acusaba. > La valentía volvió a mi cuerpo, miré a mi padre a los ojos y acomodé mis postura sin importarme cuán lastimado estaba mi cuerpo. —Lamentó decepcionarte —di un paso al frente y pegué mi frente al arma —Yo nunca lastimaría a tu nueva familia —su rostro no me decía nada, no podía descifrar su expresión, quizás era confusión mezclada con amargura. —¿Quién eres? —hizo la pregunta del millón. Su voz impaciente. —¿Acaso no reconoces a tu propia hija? —sonreí ligeramente y limpié la sangre que salía de mi nariz. —¡No puedo creerlo! ¡Mi niña ha regresado a casa! —La voz chillona de Silvina me hizo apartarme del arma y mirar en su dirección, su cabello ahora estaba completamente blanco al contrario de la fotografía que se le veía muy castaño, ella caminó hasta mi y empujó el brazo de mi padre para que dejara de apuntarme —Guarda esa cosa Leonardo ¿No ves que es Abigail? Oh mi pequeña —tocó mis mejillas y me envolvió en un abrazo, tuve que inclinarme un poco hacia delante para abrazarla bien. —¿Abi? ¿Cómo es que estás aquí? —preguntó mi padre, con una clara confusión en su rostro. —Le prometí a Mamá que vendría a verte, ella dijo que estaría segura contigo, pero creo que estaba loca al decir eso —dije, el apartó la mirada y frunció el ceño —Solo mírame —me señalé —casi muero a causa de una bomba y mi padre estaba a punto de volarme los sesos. —No digas eso cariño —Silvina acarició mi cabello y limpio un poco el polvo de mi ropa —debes perdonar a tu padre, aveces es muy impulsivo y creo que todos estamos nerviosos por lo acontecido —mencionó, fulminándolo con la mirada —vamos arriba, necesitas ducharte y descansar un poco, mandaré a una enfermera para que te revise esas cortadas. Mientras subíamos las escaleras miré por encima de mi hombro, mi padre, su familia y guardaespaldas nos observaban. Que hermosa bienvenida.
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