La camioneta se estacionó en la mansión, Agradecí en mi interior el haber llegado rápido, ya no soportaba más la incomodidad de nuestro silencio, Darío permanecía callado al igual que yo.
Tenía tantas preguntas, pero no era capaz de pronunciarlas y sabía que él estaba igual que yo.
Abrí la puerta y su mano atrapó la mía, capturando mi completa atención.
—No puedes decir ni una sola palabra de lo que sucedió hoy, mucho menos que tu padre se entere de que estuviste ahí.
Desvíe la mirada, él me soltó lentamente y corrí fuera del auto hacia el interior de la mansión.
Llegué a mi habitación justo a tiempo cuando las lágrimas empezaron a fluir sin control de mis ojos, pegué mi espalda a la fría puerta y me deslicé en ella hasta caer al suelo.
Quería gritar, pero me mantuve y lloré en
