“—Vamos Abi, los girasoles no se van a sembrar solos —desde mi habitación escuché el llamado de mi madre, solté rápidamente mis muñecas y corrí hacia el jardín. Mamá era fan de las flores silvestres y yo amaba sembrarlas con ella.
—Ayúdame aplastar un poco la tierra aquí, solo falta echarles agua —mencionó, busqué con la mirada la regadera, estaba aún lado de la manguera, la arrastré como pude hasta dársela a mi madre, ella sonrió y me ayudó a levantarla para regar donde había puesto las semillas de girasoles.
—Ahora hay que darles mucho cariño ¿verdad? —le pregunté, ella asintió y acarició mi cabello después de quitarse los guantes de jardín.
—Así es tesoro, las plantas necesitan agua, sol y mucho amor, así crecerán hermosas como tú —pellizco la punta de mi nariz, haciéndome reír.
