Estaba indignada, demasiado para mi gusto, miré a mi padre y luego a mi nuevo guardaespaldas quien compartía el mismo sentimiento e indignación que yo en esos momentos.
—Señor Moretti, con todo respeto, no creo que su hija necesite un guardaespaldas, es mejor que siga siendo el suyo —Darío intentó convencer a mi padre, pero este solo se limitó a mirarlo unos segundos para que el chico a mi lado retrocediera y accediera a sus órdenes —Si señor, como usted ordene.
—Escucha, él tiene razón, no necesito un guardaespaldas, estoy bien así, en serio papá —esa palabra me amargaba la boca.
—Está decidido Abi, después de este atentado no puedo arriesgarme a que mi familia esté vulnerable, al igual que tú, tus otros hermanos tendrán siempre seguridad —destapó su botella de whisky y sirvió un p
