TOM
Doy vueltas en mi cama sin poder conciliar el sueño, creo que se debe en parte a que ya me estaba acostumbrando a dormir en el sofá de la suite de Zara, el cual es el sofá más cómodo del mundo, incluso más cómodo que esta cama, y en parte porque no he parado de darle vueltas en mi cabeza a todo lo que acaba de pasar, parece demasiado para asimilarlo.
No sólo estuve con Zara de esa forma tan íntima con la que llevaba años deseando, sino que por primera vez en lo que parece una eternidad, ella logró abrirse a mí y relajarse estando a mí lado, así fuera por unos pocos días y sólo de noche, me habló de muchas cosas de las que nunca habíamos tenido oportunidad de hablar, se desahogó conmigo sobre lo difícil que está siendo su nuevo rol como CEO, sobre sus miedos y sus inseguridades.
Y yo estaba tan perfectamente feliz con esto, que por un momento olvidé no sólo que ella es mi jefe, sino que a los ojos del mundo su corazón le pertenece a otro, aún cuando ambos sabemos que eso no es cierto; pero la realidad eventualmente aparece con un fuerte golpe y te hace notar lo insignificante que puedes llegar a ser en la vida de alguien que realmente te importa.
No sé si mi reacción hace un rato fue exagerada, no sé si debí haberme quedado a hablar las cosas con ella, pero lo que si sé, es que no podía seguir en esa habitación viendo a esas flores, las cuales son un recordatorio latente de que Zara no me considera lo suficientemente bueno como para estar conmigo de forma pública, que siempre seré el perdedor al que ella esconde en su cama, mientras alardea ante el mundo sobre el novio perfecto que tiene.
Incapaz de permanecer más tiempo dando vueltas en la cama, decido levantarme y dirigirme hacia el bar del hotel, pues recuerdo de mis días como bartender, que un par de tragos de escocés siempre fueron eficaces para inducirme el sueño, y honestamente, con todo lo que acaba de pasar, recurrir al alcohol como alivio a mis problemas ya no parece tan descabellado como lo hacen ver en esas propagandas contra la bebida.
Tan pronto como llego al bar, me siento en uno de los taburetes altos junto a la barra y ordeno un escocés doble, pero cuando me doy cuenta que me lo bebo completo en un par de sorbos, sé que sólo dos tragos no serán suficientes para calmar mi mal humor, así que ordeno el segundo y me acomodo en un mesa de un rincón.
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Hace un par de horas estoy sentado en esta mesa bebiendo y, para mi molestia, buscando en Google información sobre el imbécil ese, no sé por qué me torturo de esta manera, no necesito saber que fue básicamente un niño genio en su escuela secundaria, ni que se graduó suma c*m laude de Oxford, ni que su padre y su abuelo fueron jueces prominentes en Inglaterra, pero que él decidió hacer su propio camino en américa.
No necesito ninguna de esa información, y aún así, no puedo evitar abrir uno tras otro los artículos de noticias que lo mencionan o tienen algo que ver con él, es sorprendente ver que hay igual número de artículos sobre sus logros como abogados, que los que hay sobre su vida amorosa, o mejor dicho, sobre su falta de vida amorosa, parece ser un donjuán que nunca ha tenido una relación estable, esto es, hasta que llegó Zara, por supuesto.
Me enoja muchísimo leer la forma en que los describen como si fueran la pareja perfecta, como todos parecen fascinados con la mujer que por fin logró que el elusivo Dominic Pemberton “sentara cabeza”, quiero decir, sé que Zara es impresionante, ella es, sin lugar a dudas, la mujer más increíble que he conocido en mi vida, así que no es sorprendente la fascinación de la prensa con ella, pero me molesta que siempre la asocien a él de alguna forma, como si ella no tuviera mérito propio, o como si no fuera relevante una noticia en donde no se mencione su vida amorosa.
Me pregunto ¿qué pensará Zara de esto?
No logro comprender cómo podría ella estar satisfecha con ese tipo de cubrimiento mediático, siempre se ha jactado de ser independiente y no han sido pocas las veces en que se ha quejado de la misoginia que existe en el mundo de los negocios, ¿cómo puede ella querer tener una relación de ese tipo?
Necesito saberlo, voy a ir a preguntarle y así saldré de la duda, si, eso es, iré a su habitación ahora mismo y la cuestionaré sobre esto.
Decidido a ir a enfrentar a Zara, me pongo de pie de un salto, pero inmediatamente me arrepiento, pues todo empieza a dar vueltas a mi alrededor y siento que me voy a ir de bruces contra la mesa, pero en el último momento noto unos brazos delgados que se cierran alrededor de mi torso y me ayudan a estabilizarme un poco.
Todo se ve borroso y soy apenas consciente de una pequeña risita que proviene de la persona que me está guiando hacia afuera del bar, por alguna razón la risa me molesta, esa no es su risa, ella no se ríe como una niña tonta, ella tiene la risa más bonita del mundo, y a veces también es graciosa cuando intenta contener su risa y termina haciendo un tierno sonido como de marranito.
Pero esta no es su risa, esta persona que me abraza no es ella, y me quiero alejar, quiero decirle que me deje en paz, pero los brazos delgados solo se cierran con más fuerza y me guían hacia unas puertas plateadas, sé cómo se llama este tipo de aparato pero no logro recordarlo en este momento, y cuando nos subimos en él, mi mano instantáneamente vuela a marcar el último piso donde sé que ella estará, no obstante, la rubia marca otro número y yo le quiero reclamar por haber hecho eso, pero en ese momento el aparato se pone en marcha y el movimiento hace que sienta náuseas.
Como puedo, logro contener mis náuseas el tiempo suficiente para salir del aparato y cuando llegamos a una puerta negra, los brazos delgados empiezan a hurgar entre mi pantalón y quiero decirle que pare, pero no es necesario, porque su intrusión cesa en el momento en que saca una tarjeta blanca y la pasa por la puerta, así que reconozco mi habitación de hotel e inmediatamente me dirijo al baño para tratar de vomitar, pero los brazos delgados no me sueltan y eso hace que termine vomitando antes de llegar al inodoro.
Escucho a la rubia quejarse en voz alta, haciendo un ruido como de asco, por lo que asumo que también la vomité a ella, pero no me siento mal, se lo merece por no soltarme a tiempo.
Después de que vacío el contenido de mi estómago en la tasa del inodoro, me siento ligeramente más lúcido, pero no mucho, solo lo suficiente para ser consciente de que estoy extremadamente borracho y que Sophia está en mi habitación quitándose el vestido azul que tenía puesto.
Frunzo el ceño con confusión y hago mi mejor esfuerzo para preguntarle qué cree que está haciendo.
“Bueno, pues acabas de vomitar mi vestido, por lo que ahora tendré que usar alguna camisa tuya,” ella me responde con un tono extraño.
“Lo siento,” es todo lo que soy capaz de responder.
“No te preocupes, más bien déjame te ayudo a quitar esa ropa sucia para que puedas dormir más tranquilo,” ella me dice acercándose a mí, pero yo me tambaleo hacia atrás cuando trato de alejarme de su toque.
“Yo puedo solo,” le respondo empezando a desvestirme también y luego me tambaleo hasta llegar a la cama y como puedo me acuesto en ella tratando de no prestarle a la habitación que da vueltas.
“Voy a tomar esta camisa,” me dice Sophia mientras se pone una de mis camisas manga larga de botones, la cual le queda demasiado grande.
Cuando ya siento que mis parpados se cierran, escucho unos golpes en la puerta y soy apenas consciente de que Sophia se apresura a abrir, aunque algo en mí me grita que no la deje hacer eso, estoy demasiado agotado para siquiera pronunciar palabra, pero si levanto la cabeza ligeramente para ver hacia la puerta y me sorprendo cuando me encuentro con los ojos verdes más bonitos y tristes que he visto en mi vida.
Pero no soy capaz de levantarme de la cama antes de que los ojos verdes se vayan apresuradamente y el sueño me invada por completo.