CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE

2118 Words
ZARA   Tom me pone sobre la cama suavemente y empieza a besarme con tanta pasión que pareciera otra persona completamente, tan diferente al chico callado y un poco tímido que se sienta en la sala de reuniones asintiendo a lo que dicen los otros y tomando notas en silencio, aquí ya no es esa persona, aquí es apasionado, dominante, increíblemente sexy, y, de cierta forma, un experto sobre mi cuerpo, pues él parece conocer cuáles son mis puntos de placer y se concentra especialmente en ellos.   Ese punto debajo de mi oreja que envía una corriente por todo mi cuerpo cuando él pasa su lengua por ahí, o cuando muerde suavemente mis pezones al mismo tiempo que los hala hasta hacerme gemir en voz alta por el placer que me provoca, y ni siquiera tengo que mencionar lo que le hace a mi cuerpo sentirlo acercarse a ese punto glorioso entre mis piernas, en dónde su lengua dibuja círculos y toda clase de patrones que me hacen ver las estrellas y gritar de placer.   Mis piernas se cierran y luego se estiran casi dolorosamente cuando estoy llegando al clímax, y tengo que agarrarme fuerte a la sábana con mi mano derecha, mientras intento no usar mi mano izquierda pues sé que me va a doler y si él llegara a ver el más mínimo rastro de dolor, va a parar inmediatamente, y eso es lo último que quiero.   Cuando Tom se levanta y empieza a quitarse la ropa mientras yo lo miro embelesada, el primer pensamiento que se me viene a la mente es que podría hacer esto todos los días sin problema, y eso es nuevo para mí, pues nunca me gustó hacerlo más de dos veces seguidas y definitivamente no más de una vez a la semana, de alguna forma, cuando se acababa la acción, me sentía siempre terriblemente aburrida y fastidiada y sólo quería irme a mi casa a tomar una ducha y dormir, Dominic fue el único que dejé entrar a mi casa, pero ni siquiera él se quedaba a dormir, yo sí me quedé en su casa un par de ocasiones, pero por lo general dormía en la habitación de invitados, no en su cama.   Sin embargo, con Tom es totalmente distinto, ni siquiera hemos terminado de hacerlo y ya estoy pensando en cuántas veces más lo haremos antes de dormir, o si él querrá quedarse, incluso empiezo a planear mentalmente mi agenda para poder tener tiempo todos los días y verme con él, es increíble la cantidad de pensamientos que él me provoca en sólo un par de segundos mientras se desviste en frente mío y se coloca un condón antes de acomodarse en medio de mis piernas.   Suspiro con placer cuando siento su duro m*****o acomodarse en mi entrada, pero él no se mueve, lo cual me hace comenzar a impacientarme y lo miro con curiosidad, Tom me devuelve una mirada traviesa y me susurra en el oído:   “Entonces, ¿cuál es tu respuesta?” con una voz seductora que me hace retorcerme debajo suyo y tratar de obtener algún tipo de liberación rozándome contra él.   “Tom, no es momento de bromas,” le digo quejándome.   “No estoy bromeando, quiero que me lo digas antes de continuar,” él me contesta con su boca pegada a mi oído y su respiración hace que mi necesidad por él crezca.   “¿Qué quieres que te diga?” le respondo con mi voz también en un susurro.   “La respuesta a la pregunta que te hice hace una semana, ¿Quieres estar conmigo, sí o no?” él me pregunta antes de besar mi mejilla y luego bajar por mi mentón hasta llegar a mi cuello.   “No lo sé,” le respondo jadeando.   “¿No lo sabes?” él pregunta juguetón.   “No,” le respondo con un suspiro.   “¿Estás segura?” me pregunta mientras empieza a moverse un poco contra mí, haciendo que me invadan oleadas de placer.   “No lo sé, no lo sé,” respondo gimiendo levemente.   Y cuando menos lo espero, él entra en mí de un solo empujón y yo pego un pequeño grito que es mezcla de sorpresa y placer.   “¿Qué quieres, Zara?” él me pregunta quedándose quieto dentro de mí.   “A ti,” le respondo con un gemido.   “¿Estás segura esta vez?” él me pregunta mientras empieza a moverse lentamente dentro y fuera de mí, haciéndome gemir sin parar.   “Si, si, estoy segura,” le respondo gimiendo en voz aún más alta y él sonríe seductoramente antes de empezar a moverse cada vez más rápido dentro y fuera de mí, mientras yo envuelvo mis piernas en su torso y con mi mano derecho me agarro fuertemente de su cuello y un par de minutos estoy gritando su nombre mientras tengo un fuerte orgasmo, el cual es seguido por su propia liberación y luego él se deja caer junto a mí en la cama, jadeando por el esfuerzo y la satisfacción.   Después de un par de minutos de respiraciones rápidas y silencio, Tom se voltea hacia mí y envuelve mi cintura con su brazo, mientras apoya la barbilla en medio de mis pechos y me mira con sus ojos azules que parecen dos grandes océanos, así que empiezo a acariciar su cabello con mi mano derecha y él me pregunta en su susurro:   “¿Realmente quieres hacer esto?”   “Estoy dispuesta a intentarlo,” le respondo con suavidad y él esboza una gran sonrisa antes de levantar la cabeza y acercarse a mí para besarme en los labios con tanta ternura que de alguna forma se siente mucho más íntimo que lo que acaba de pasar.   No es necesario decir que pasamos el resto de la noche jadeando en mi cama y tratando de no lastimar mi brazo, mientras nos reíamos de las poses locas que se nos ocurrían con tal de no tener que usar mi brazo izquierdo; y ni siquiera nos dimos cuenta en qué momento nos quedamos dormidos tan profundamente que la alarma de mi teléfono sonó durante bastante tiempo hasta que Tom se levantó a apagarla y cuando se dio cuenta de la hora, maldijo en voz baja y se puso su ropa de forma apresurada, luego se inclinó para darme un beso en la frente y creo haberle escuchado decir que nos veríamos en la oficina después, pero no estoy segura, pues estaba demasiado dormida para saberlo con seguridad.   ------------------------------------   Los días fueron pasando tan rápido que pronto se convirtieron en semanas, y no pasó mucho tiempo antes de que Susan, mi asistente, se acostumbrara a verme llegar a veces un poco tarde, o a veces con el cabello aún mojado pues no alcanzaba a secarlo antes de que se me hiciera tarde para llegar a la oficina; así que ella suplió el baño de mi oficina con toda clase de cosméticos y productos para el cabello, para que pudiera llegar a arreglarme allí cuando se me hiciera tarde.   Afortunadamente ella no hizo ninguna pregunta y eso fue un alivio, pues no creo que pudiera contestarle honestamente, pues aún no hemos decidido con Tom cuando dejaremos que las demás personas se enteren, hasta ahora no le he visto ningún reparo a mantener las cosas así, pues hace que todo sea más fácil, aunque sé que él se puede llegar a sentir un poco mal a veces cuando las personas hacen comentarios sobre Dominic y creen que aún sigo con él.   He hablado con Dominic un par de veces por semana, principalmente porque su firma nos está representando con las demandas en contra de los trabajadores que se fueron y la empresa de los McMillan, pero también nos preguntamos de vez en cuando por nuestras vidas y aunque él no diga mucho, sé que algo raro le pasa, al principio pensé que era por su madre, pero me dice que ella se ha estado sintiendo un poco mejor, así que eso definitivamente no es.   Mi apuesta es a que tiene algo que ver con su nueva asistente, pues el chico que había contratado fue a trabajar una semana y luego simplemente se desapareció de la faz de la tierra y no pudieron volver a contactarse con él, por lo que lo más fácil fue llamar a la pelirroja que vi ese día en su oficina, ya que ella había sido la segunda mejor y él no quería llevar a cabo más entrevistas; le pregunté si ella también era inepta, y para mi sorpresa, y sospecho que para la de él también, me dice que de hecho es bastante buena, sin embargo, esto en vez de alegrarle, parece molestarle un poco.   A Tom aun le molesta un poco que hable con Dominic, pero no me dice nada, pues sabe que es necesario por el trabajo y que además somos amigos, aunque intento que mi contacto con él no lo haga poner incómodo, creo que tomará mucho tiempo para que él se acostumbre, y no puedo decir que lo culpo, pues yo aun no me acostumbro al hecho de que él esté trabajando codo a codo con la rubia, y más aún después de haber visto las actitudes coquetas de ella hacia él.   Es en esos momentos en donde me gustaría mandar todo al carajo y besarlo en frente de todo el mundo, para que ella y las demás tontas que le hacen sonrisitas y lo invitan a almorzar todo el tiempo, sepan que él está conmigo y que no les va a prestar atención, pero como no puedo hacer eso aún, tengo que tragarme la rabia y contentarme con ser aún más fría con ellas que lo que soy usualmente, por lo que ya me he ganado el apodo de Cruella, según lo que Tom me contó.   Él no la está pasando mucho mejor, pues por la posición en la que se encuentra, no se puede dar el lujo de ser descortés con los clientes o socios que intentan coquetearme en las reuniones, porque se arriesgaría a ser despedido por su superior y si yo quisiera intervenir para que eso no sucediera, nos pondría en evidencia, por lo que él si tiene que hacer cara de póquer y fingir que no le afecta los comentarios de otros hombres, o la forma en que me miran.   Hoy es uno de esos días, estamos en una reunión con un cliente interesado en el diseño de un software para su empresa y una aplicación móvil, por lo que James y su equipo, incluyendo a Tom y la rubia, se encuentran aquí para poder hacer la presentación del producto; sin embargo, el cliente no ha dejado de coquetear conmigo desde que llegó y aunque he sido distante con él sin ser descortés, parece no llegarle el mensaje y sus coqueteos han seguido, para molestia mía y rabia de Tom.   En un momento, la rubia se inclina para decirle algo al oído y yo le enarco una ceja antes de voltear a mirar hacia la pantalla de proyección y fingir que no me molesta, pero en menos de un minuto, mi celular vibro y cuando lo miro, noto que hay  un mensaje de Tom, así que lo abro inmediatamente y leo:   “Te ves sexy con esa cara de brava,” él me escribe y yo tengo que suprimir la risa.   “Sigue acercándote a esa rubia tonta y me verás extra sexy,” le respondo y unos segundos después escucho a Tom tosiendo para disimular la risa, lo cual causa que todos lo miren con curiosidad y él pida disculpas mientras se sonroja.   “Preferiría verte extra sexy en la cama, o en tu oficina, o en el ascensor, o incluso en esta misma mesa cuando los demás se vayan,” él me escribe y yo siento que empiezo a mojarme levemente tan solo con leer su mensaje.   “Hay cámaras aquí, que no se te olvide,” le respondo.   “En tu oficina no, podría pasar más tarde a entregarte el informe que nos pediste para la reunión de mañana,” él me escribe.   “Ese informe necesitará una larga y minuciosa explicación, y no podrás volver a tu puesto hasta que no esté satisfecha con tus argumentos,” le respondo y lo veo sonreír maliciosamente.   “Por supuesto, jefe,” él me responde y antes de que pueda escribirle otro mensaje, las luces se encienden nuevamente y tengo que hacer un esfuerzo extra humano para concentrarme en lo que están diciendo, pues lo único en lo que puedo pensar, es en lo que pasará en mi oficina más tarde.
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