La clase de gimnasia terminó, los deportes no se me daban tan bien, pero tampoco me desagradaban demasiado.
–¿Tú eres Christine Walsh? –me cuestionó una linda chica, la miré… su rostro se me hacía familiar, pero no podía recordar de dónde.
–Sí. –contesté sin mucho ánimo de darle explicaciones.
La hermosa chica, emitió una sonrisa burlona, yo alcé la ceja sin entender sus pretensiones.
–Me urge hablar contigo. –me dijo.
No entendí, pero debido a que soy la “vicepresidenta” del consejo estudiantil, debo atender las dudas e inquietudes de los demás estudiantes, es decir, tuve que hacerle caso.
–¿En qué puedo ayudarte? –le cuestioné intentando sonar amable.
–Necesito que me acompañes de compras. –me dijo con un tono pedante.
La miré sin entender, y parpadeé.
–¿Disculpa? –le cuestioné, porque esa no era la clase de servicios que se prestaban en el consejo estudiantil, la idea era orientar a los alumnos con algún problema académico, incluso personal, apoyo en alguna beca, en un trámite escolar o alguna cuestión extracurricular quizás, pero no en asuntos meramente triviales o totalmente banales.
–No voy a repetirte las cosas dos veces. –me expresó con fastidio. –Lex me habló del “acuerdo” que tienes con él, me dijo que debes hacer todo lo que él te pida o… bueno. –hizo una pausa y abrió sus inmensos ojos azules. –Tú sabes que pasará.
¿Me estaba amenazando? ¿Qué estaba mal con esta niña?
–¿No tienes a alguien que te apoye en eso? Estoy segura de que tienes gente que puede ayudarte con tu día de paseo, yo estoy ocupada. –le contesté de forma tosca y eso fue porque no deseaba que ella me hablara de manera tan grotesca como acababa de hacerlo, debía marcar mis límites con ella.
–¡La tengo! ¡Pero quiero que seas TÚ la que me acompañe! –me dijo y entonces, me sujetó del brazo, yo me aparté enseguida.
–¡” Princesa” no soy tu sirvienta! ¡Búscate alguna del montón de chicas que te siguen! –Le dije con mayor claridad.
–¿Entonces piensas resistirte? –me cuestionó.
–Por supuesto.
–¡Entonces, tendrás que arreglártelas con Lex! –me amenazó y sacó su celular para marcar un número que contestó a gran velocidad, me extendió el artefacto.
Mi lado enfurecido me decía que tirara esa maldita baratija y saliera corriendo de ahí, pero ahora me doy cuenta de que ella es la tan anteriormente mencionada: Amber Grant, me abstuve de mi lado visceral y sujeté el aparato con vigor.
–¿Sí? –cuestioné, en espera de que alguien me respondiera, me aparté un poco de la “princesita”, no deseaba que escuchara lo que tenía que decirle a ese maldito presidente de consejo estudiantil.
–Chris, tengo una junta con la directora, ¿podrías acompañar a Amber a hacer unas compras? –me cuestionó.
–No.
–¿Espera, que? –me interrogó esa voz varonil.
–Mi trato es contigo, no con ella, además… no puedo creer que le hayas hablado a ella del acuerdo al que llegamos. –le reproché.
–¿Hay algún problema que le hablé de ello a mi novia? –me informó, quizás si debí ponerle más atención cuando me platica de asuntos de su vida diaria.
–¡¿Novia?! –chillé.
–¡Es una orden! –me expuso y colgó la llamada.
–¡Desgraciado! –blasfemé, giré mi mirada y me acerqué a ella, la chica solo se estaba mirando las uñas, mientras esperaba a que sus caprichos fueran cumplidos.
–¿A qué hora nos vamos? –cuestioné entre dientes.
–¡Esa actitud me gusta más! –sonrió con malicia y soberbia, no tenía que conocerla mucho para saber que estaba tratando con la superficialidad hecha persona.
Ya saben que hice después… maldecirme internamente, mientras deliberaba sí mi secreto valía o no la pena. Sí, si lo valía, así que me aguanté y la seguí.
Ahora que lo recordaba, el año pasado Amber estuvo en mi salón, creo que intentó copiarme en un examen: sociología, se lo impedí, si algo me enoja es la gente que no se esfuerza, ¿era posible que estuviera haciendo esto por esa razón? O solo estaba haciendo tontas especulaciones al respecto, mis prejuicios se anteponían.
Honestamente lo que más me enojaba era que el maldito y odioso de Lex la había hecho partícipe de algo que según yo, era privado o eso quise pensar cuando no me humilló frente a la escuela.
Llegamos a un centro comercial, aún teníamos el uniforme del colegio, pasábamos tienda tras tienda, ella me daba más bolsas para cargar, no pesaban, pero eran demasiadas. Casi no venía a plazas comerciales por lo cual estaba totalmente impresionada por los exorbitantes costos, los múltiples letreros y la inmensa variedad de artículos y accesorios dentro del sitio.
Se probaba prenda, tras prenda, curioseaba bolso tras otro, se probaba zapato tras par de zapato, y yo… solo sentía como mis pupilas se movían de un sitio al siguiente intentando distraerme en esa eterna tortura que era estar con ella, sin descalabrarme, sin estallar, simplemente estando ausente de mí misma.
> pensaba al verla pagar una y otra vez cantidades exorbitantes con una tarjeta de crédito. Era increíble lo que gastaba, cavilaba todo lo que yo pudiera hacer con el precio de solamente una de las prendas de alta costura y diseñador que había adquirido en nuestro recorrido porque… lo derrochaba como si este en realidad no tuviera un valor simbólico para ella y esa tarjeta negra, pasaba y pasaba sin ser rechazada en ninguna tienda.
Me harté, tenía cosas que hacer.
–¿Ya mero acabas? –le cuestioné totalmente fastidiada, traté de ser cortés, quizás de esa forma me liberaría de sus garras.
La hermosa chica, solo me ignoraba, lo cual no estaba mal puesto que prefería no dirigirle la palabra, pero en esta circunstancia debía saciar mi duda, hice una mueca, sobreentendí que no… que aún no acababa y solo sentía como se me iba acumulando la ira poco a poco, gota a gota.
–¡Christine! –me dijo sacándome de mis pensamientos. –Una más. –me extendió la mano ofreciéndome otra molesta bolsa.
Rodé los ojos y como pude, la sostuve.
–¡Mi querida Emma! –exclamó Amber a una hermosa chica rubia que caminaba con unas cuantas bolsas a través de los pasillos de ese centro comercial.
–¡Hola Amber! ¿Qué haces por aquí? –afirmó acercándose a ella y depositando un beso en su mejilla.
–Lo habitual… unas cuántas compras. –afirmó muy orgullosa la pelirroja y me señaló con cierto desinterés.
–¿Unas cuantas? –observó Emma al ver, las al menos diez bolsas que yo intentaba sostener, tenía cara de que iba a objetar algo más al respecto…
–Emma, veo que tú cargas tus propias bolsas. –exclamó asombrada Amber, como si se tratara de una terrible abominación.
–Claro… disfruto hacer las compras por mí misma. –afirmó esa bella rubia, su hermosura era magnífica y angelical, su piel era nívea y sus ojos azules eran preciosos, su cabello era largo, lacio y tan fino que, pensé que se trataba de una verdadera princesa o algo similar, además… tenía en su hermoso rostro una mirada indulgente y cálida.
–Yo no querida, por eso traje a la servidumbre. –afirmó.
–¡¿Servidumbre?! ¡Pensé que ese término se quedó dos siglos atrás! –exclamó escandalizada. –¿Y es esa pobre chica que no puede con su propia existencia?
–¡Sí! ¿No quieres que cargue las tuyas también? –preguntó.
–¡No, no, está bien! –afirmó la hermosa princesa, esa niña se notaba más dulce que Amber. –Por cierto, me he enterado que estás saliendo con Lex Maxwell. ¡Felicidades! ¡Lex es tan difícil de atrapar, nadie lo había logrado!
–Ese inútil… por culpa suya tuvo que venir esta niña a ayudarme. –bramó Amber aún muy enojada, era una verdadera “Afrodita”.
–¿Inútil? –cuestionó la rubia.
> me eché a reír de forma interna, al menos eso me había causado un poco de gracia.
–¡Como sea! ¡tengo que irme estimada Emma! ¡Fue un gusto saludarte! –se acercó y se dieron un forzado abrazo.
–Cuídate, Amber. –le dijo finalmente.
–Gracias. –le dije a la bella princesa al pasar junto a ella, solo me miró con misericordia y se despidió de mí con un ademán de sus finas y delgadas manos.
Llegué tarde a casa, tuve que ausentarme del trabajo ese día a causa de este evento tan fortuito, me dolían los pies y la espalda, la “´princesa” ni siquiera tuvo compasión en traerme a casa, tuve que tomar el bus para regresar de tan lejos.
Me sentía abrumada, tenía muchos pensamientos en discordia, para mí, era una novedad ver con mis propios ojos la cantidad de dinero que se derrocha en tan poco tiempo y por cosas tan triviales como todo lo que había visto que compró Amber esa tarde, estaba lejos de entenderlo, pero lo que sí comprendía era que su posición social era muy distante a la mía y por ello, podía darse la oportunidad de comprar todo aquello, no quise cavilar más en esa situación que estaba totalmente lejana a mi comprensión, así que… apagué mis pensamientos.
Taché un día más en mi calendario y después de un baño, me fui a la cama, todo pasará… mañana será un nuevo día, con esa idea, cerré mis ojos.
Espero obtener una lección de todo esto.