Llegué al cubículo de consejo estudiantil después de clases, ahí estaba ese roñoso castaño perfecto.
–¡Buenos días Chris! ¿Cómo te la pasaste ayer con Amber? –me interrogó, yo creo que el idiota tenía la idea de que nos volveríamos amigas o lo que sea… ¿qué está mal con este niño tonto?
–¿Qué clase de mala broma acabas de hacer? –rodé los ojos.
¿Estaba demente? No se daba cuenta de que su “amorcito” era el ser más superficial de todos, ¿lo había dicho con sorna o sarcasmo? ¿Es posible que no se haya dado cuenta de lo materialista que ella es? Sentí pena por él, ese pobre mortal estaba siendo manipulado por la belleza de esa hermosa chica.
La maldita… me amenazó:
–Plebeya…–me llamó, la miré de la peor forma, porque no había manera de ver a alguien tan creída. –Ni se te vaya a ocurrir decirle a Lex lo que sucedió hoy. –me dijo, ahí supe que… lo tenía sumamente engatusado.
–¿Por qué no? –le interrogué con malicia.
–Eso no te incumbe, solo has lo que te digo si no quieres que nada malo suceda. –me advirtió.
Alcé la ceja.
–Comprendo “princesa” ni una sola palabra a tu ingenuo novio. –me burlé de ella.
–Buena niña… –me dijo con sorna.
Retorné a mis recuerdos.
–Fue un infierno. –le contesté a Lex y enseguida le cambié el tema, porque no quería que me soslayara a que esa loca me agradara, y creo que… definitivamente lo tiene engañado, porque cuando está con él, Amber se comporta totalmente diferente, como una dulce muñequita, no quise dedicarle más tiempo a cavilarlo, era obvio que no debía meterme en asuntos ajenos ya tenía yo mis propios problemas existenciales, y mis propias crisis emocionales.
Pero sí sentí pena por Lex, no era mala persona, aunque eso no significaba que me agradara, pero se esmeraba tanto en complacerla…
–¡Muchachos, por favor! ¡No olviden que tenemos examen el lunes! ¡Estudien todas sus notas para obtener una buena calificación! –nos incitó el profesor.
–Sobre todo tú, Lex. –regañó al castaño odioso, el cual palideció ante esa afirmación, quise reírme, pero me contuve.
–Sí… profesor. –añadió.
Habían bajado sus notas desde que empezó a salir con Amber, y notaba que lo suyo no era la química, se le daba mejor otras materias.
El timbre sonó y salimos al descanso.
–Vamos a almorzar Chris, muero de hambre. –chilló Kitty poniéndose de pie.
–Vamos. –argumenté con todas las intenciones de seguirla.
–Chris. –escuché detrás de mí y… aquí venía esa molesta voz que me perturbaba.
–¿Qué quieres, Lex? –cuestioné después de haberle pedido a Kitty que me dejara a solas con él.
–Chris…–llamó y se rascó la cabellera.
–Dime. –argumenté secamente.
–¿Podrías ayudarme en química? –suplicó.
–¡¿Qué?! ¡¿El gran Lex Maxwell pidiéndome ayuda?! –me carcajeé, que regocijo sentía ante ese cuestionamiento.
–He tenido algunas juntas con la directora para dar respuesta por los temas de Consejo estudiantil, y quizás me he distraído un poco con Amber. –respondió.
–Pero sí siempre sacas buenas calificaciones.
–Pero odio química y a ti se te da muy bien. –me respondió.
–Entonces… ¿Quieres que te ayude? –interrogué con sorna.
–¡Oye te lo pedí de buena forma! ¡Pude haberte dicho: ¡Es una orden! ¿Sabes? –me dijo, rompió el encanto, hice una mueca, no podía decir que no.
–Está bien, ¿Cuándo quieres empezar? –le pregunté.
–Mañana, en mi casa. –me informó.
–¡¿En tu casa?! –interrogué totalmente sorprendida. –No sé donde vives. –argumenté.
–Tranquila. ¿Mañana a qué hora sales del trabajo? –me preguntó.
–Los sábados a las seis. –respondí.
–¡Bien, te espero después de que salgas!
–¿No puedes el domingo? Es que…
–No puedo, saldré con Amber, irá a mi casa y…
–¡Está bien! –respondí. –No tienes que darme más explicaciones, nos vemos mañana en tú casa. –sujeté mi almuerzo y salí del salón haciendo un verdadero berrinche.
Estaba próxima a salir del trabajo, me encontraba lavando los utensilios de panadería que empleábamos para la elaboración de los panecillos.
–¡Chris! ¡Un chico te busca! –me llamó Mili, la chica que ayudaba en la caja.
–¿A mí? –interrogué al limpiar mis manos en el mandil para deshacerme del montón de espuma que tenía, me asomé hacia la recepción de esa pequeña panadería.
–Hola Chris. –me saludó ese castaño cuando vio mi semblante aparecer.
–¡¿Qué haces aquí?! –exclamé escandalizada.
–Vine con mi novia a comprar pan porque el de aquí es muy bueno y… recordé que laboras en este sitio. –me dijo, yo solo pensé en lo molesto que era. –No sabía que tú hacías los roles de canela.
–Bueno… ahora lo sabes. –respondí con mi habitual gesto de aburrimiento y pesadez, porque parecía que se burlaba, yo no había nacido con los beneficios de una familia adinerada y pudiente, ¿no veía acaso el esfuerzo que hacía en sobrellevar la escuela, el trabajo y ese inútil cargo como vicepresidenta del consejo estudiantil? Suspiré enojada.
–Chris. –me volvió a llamar, yo estaba a un movimiento de retornar a mis labores, sin embargo, le dirigí una mirada, en mi gesto había una mueca desabrida. –¡Son los mejores roles de canela que he probado! –me sonrió. –¡Nos vemos mañana! – y salió de ahí porque Amber le esperaba en la puerta, se veía desesperada e inquieta por marcharse, como si estuviera en la tienda solo por la insistencia renuente de Lex.
–Gr…acias. –susurré intentando salir de mi ensimismamiento, no alcanzó a escuchar mi murmurar, había sido muy tarde, eso me había sorprendido, no lo esperaba.
–¿Esa chica es su novia? –cuestionó Mili, al ver a la bella pareja salir de la tienda y dirigirse por la acera a un sitio distante.
–Sí. –contesté.
–¿Qué le vio? Digo, él es alegre, dulce, amable y guapo. ¿Cómo se fijo en esa chica pesada y caprichosa?
> me pregunté en silencio. > volví a interrogarme en mis adentros, era algo que escuchaba de forma muy común entre las chicas, siempre lo halagaban por ser apuesto, pero… ¿lo era? Intenté detallar un poco más sus facciones antes de que desapareciera totalmente su silueta a través de ese escaparate, pero… solo alcancé a percibir como su mata de cabello se desvaneció de mí.
–¡Chris! –exclamó Mili irritada.
–¿Sí? –cuestioné.
–No escuchaste nada de lo que dije, ¿verdad? –frunció el ceño mi compañera.
–Sí te oí, pero no sé que le vio, quizás es porque… es bonita. –alcancé a contestar.
–¿Por qué es bonita? –alzó la ceja. –Lex no parece ese tipo de chicos. –lo conocía porque al parecer, siempre iba a la tienda a comprar pan y se detenía unos instantes a dialogar con ella.
Me encogí de hombros.
–Yo creo que esa es la razón de mayor peso. –afirmé con la cabeza. –Es bonita y ya…