Capítulo 6. Llevémonos mejor

1431 Words
–¿Cómo va todo? –llegó el tan aclamado “presidente”. –Normal, pero definitivamente podría estar mejor. –le contesté sin mirarlo. Por el tono de su voz… supe que quería socializar, y lo que yo menos deseaba era que me dirigiera la palabra. –¿No acaso la vida no es bella? –cuestionó, tenía una sonrisa radiante sobre su rostro. Lo miré con fastidio, lo que menos quería era que platicara conmigo, ¿cómo le podía hacer para que no me dirigiera la palabra? –¿Para quién o qué? –le cuestioné, es obvio que no pensamos igual, ¿qué no se daba cuenta de que no estaba feliz? –Estoy feliz. –afirmó. > pensé y seguí en mis asuntos, sin contestarle. Quizás si lo ignoraba dejaría de dirigirme la palabra. –Al fin, Amber Grant ha aceptado salir conmigo. –exclamó sonriente. –La conocí en un campamento el año pasado…–me relató, ¿por qué me daba tantos detalles al respecto? > me interrogué, creo que era la líder del equipo de danza de la escuela, la verdad es que no me he fijado mucho en ella, pero si no me equivoco es a la chica que le dicen: “Afrodita”: es pelirroja, de cabello ondulado y largo hasta la cintura, sonreí, era una perfecta “Diosa griega” porque todos los mortales estaban detrás de ella, seguramente era divertido hacerlos miserables. –Muchas felicidades. –le contesté y seguí con mis asuntos, como una auténtica piedra. –¡Vamos, Chris! –exclamó, es obvio que deseaba intimidar conmigo, quizás deseaba hacer más llevadera la situación: no funcionaría. –O me dirás que… ¿nunca te has enamorado? ¿nunca has tenido esa sensación de nerviosismo y emoción cuando ves a la persona que te gusta cerca de ti? ¿nunca has temblado y dicho cosas estúpidas por no poder controlar tus sentimientos? –me interrogó, sentí que me estaba hablando en otro idioma. –¿Podrías ayudarme revisando esto? –le pregunté enseñándole un documento que aparentemente debía firmar. –¿No me dirás? –afirmó, a la par que, emitía la firma sin mirar el documento. –Lex, no tengo idea de lo que estás hablando. –lo miré con desinterés. –¡No puede ser! ¿Alguien te rompió el corazón? –me interrogó. > me cuestioné, porque deseaba terminar de llenar esos formularios para poder irme a trabajar. –No. –contesté tajante. –¿Jamás has tenido novio? –No. –¿Alguien que te guste? –No. –¡Eso es imposible! –exclamó. –¡¿Qué tal ese chico con el que platicas, el alto de bicicleta!? –Es mi mejor amigo. –respondí. –¡Eso es imposible! ¡Las chicas se enamoran y piensan en cosas cursis como: citas, besos, detalles! –se veía muy escandalizado por mis respuestas, y yo solo quería que se callara. –Supongo que no soy como “todas” las chicas. –respondí. –No creo en el amor de pareja. –afirmé, vi el gesto de su rostro magullarse ante esa respuesta. –¿No crees que somos muy jóvenes para hablar de esa forma? –me volvió a preguntar mientras acercaba un último documento hacia él. –Firma aquí. –le dije, él dejó su autógrafo en la hoja. –Es todo por hoy, acabé, me voy, tengo algo que hacer, nos vemos mañana. –me despedí después de ordenar de manera inmediata mi escritorio. –¡Chris! –me gritó. –¿Ahora qué? –le pregunté con una mueca. –Sonríe…–me sugirió. –Claro…–le contesté con desgano. Después de eso, evité hablarle de mi vida personal, no quería que se metiera en mis asuntos, le contesto con monosílabos o simplemente lo ignoro, ya han pasado tres semanas, y he sobrevivido a él, me siento orgullosa, solo deben transcurrir de la misma manera once meses y con ello habré logrado sobrevivir. Los días pasaban… –¡¿Chris?! –escuché al contestar la llamada. –¿Quién habla? –pregunté enojada. –¡Soy el “castaño odioso”! –quise echarme a reír ante esa afirmación, me causó gracia que ya supiera como me refería a él sin tanto conflicto. –Estoy teniendo problemas con la revisión de los presupuestos, ¡Necesito que vengas, ya! –demandó. –Pero… –¡Es una orden! –me expresó. > pensé internamente. –¡Espera un momento! –le grité y silencié la llamada. –Señor Douglas, ¿podría salir temprano hoy? Me surgió algo muy importante. –le cuestioné a mi jefe. –¡Mañana llego antes! –sugerí. –Está bien Chris, puedes irte entonces. –afirmó porque yo nunca pedía permisos. –¡Voy para allá! –le contesté. Salí precipitadamente y subí a mi bicicleta, he manejado las cosas de manera estupenda, me siento muy orgullosa de mí, he aprendido a organizarme más y estoy sobrellevando todo, pedaleé a gran velocidad, por suerte la escuela no estaba lejos de esa pequeña panadería, así que llegué enseguida, eran las ocho de la noche y la escuela estaba a oscuras, no podía creer que ese inútil castaño siguiera ahí… –No puedo creer que sigas aquí. –me burlé de él. –¿Qué quieres? –le pregunté de mala forma. –Necesito que me ayudes a terminar el presupuesto para… ¿Qué es eso? –cuestionó cuando vio que dejé una caja sobre su escritorio. –No has comido, ¿verdad? –alcé mi ceja. –Te traje unos roles de canela. –le informé y me senté de prisa a ver de qué se trataba la cosa, mientras más rápido acabara, más de prisa me iría a casa. –¿Me trajiste roles? –cuestionó. –Sí, has estado todo el día, trágatelos en silencio. –le dije con maldad. –¡Son mis panecillos favoritos! –demandó. –Qué bueno. –le dije con sarcasmo, no me importaba demasiado. –¿Por qué tienes harina en la cara? Hueles a canela. –me comenzó a cuestionar. –¿Por qué tienes ese mandil? –me interrogó. Dios, no me di cuenta de que no me lo quite, lo aparté de prisa y lo metí con fuerza en mi mochila, luego pasé mi mano sobre mi rostro para limpiarlo a gran velocidad, quitando ese manchón de mi rostro. Me puse nerviosa, no quería decirle, pero su maldita perseverancia haría difíciles las cosas. –¿No me dirás? –me volvió a cuestionar de forma penetrante, ante su gesto, yo rodé los ojos. –Trabajo en una panadería medio tiempo. –respondí. –¿En cuál? –me interrogó. – Bôulan. –contesté. –¡Amo el pan de ahí! ¡Siempre compro charolas de roles y cajas de galletas! –me anunció. –¿Eres el loco que se lleva todos los roles glaseados? –interrogué totalmente impactada. –Soy ese loco. –me afirmó > pensé en mis adentros, la demanda subió excesivamente desde hacia unos meses para acá, porque había alguien que agotaba los roles todas las noches, mis jornadas se hicieron más pesadas, resulta que a ese individuo lo tengo en frente. –No sabía que trabajabas ahí, en realidad... no sabía que trabajabas. –No es algo que me la pase diciéndole a todo el mundo. –le contesté. –Es bueno saberlo, de esa forma nos conoceremos un poco más ya que conviviremos juntos mucho tiempo, podemos intentar llevarnos mejor. ¿No crees? –me recitó. Lo miré con fastidio, no tenía planeado llevarme “bien” con él. –¿Llevarnos mejor? En realidad, dudo mucho que eso llegue a suceder. –le refuté e hice una mueca con la boca. –¿Ah sí? –alzó la ceja. –Quizás debería ordenártelo…–se mofó. –¡No puedes ordenarme llevarme bien contigo! –le advertí. –¡Claro que puedo! –afirmó e hizo el ademán de que acercaba la mano hacia el bolsillo de su saco. –Tengo el poder… o ¿pondrás resistencia? –me amenazó. –¡Alto, alto, alto, alto! –exclamé al verme en peligro. –Lo intentaré, pero es que hablas demasiado…–me quejé. –Trataré de no hablar tanto. –sonrió.
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