Lex Maxwell
Había buen clima, por lo cual el día prometía ser espléndido. Me sentía un poco nervioso y, eso se debía al partido de futbol que se concretaría hoy.
Me había levantado temprano para tomar un desayuno completo y planeaba llegar pronto a la cancha para poder realizar mi calentamiento previo al juego, incluso… estaba tan emocionado que, ya traía puesta la playera del uniforme.
Me subí al auto después de haber subido todas mis pertenencias y, miré mi reloj, debía pasar por Chris a su casa, eso me desviaría un poco del camino, tenía que darme prisa sino quería llegar tarde.
> pensé al notar que mi celular comenzó a vibrar, contesté la llamada.
–¡No me voy a poner esto, Lex! –me gritó al oído.
> pensé.
–¡¿Por qué?! Es un atuendo muy bonito, yo mismo lo elegí, además… ya estoy en camino. –señalé mientras manejaba, e intenté apurarla con esa última afirmación porque no debía llegar retrasado hoy.
–¡Por Dios, ni siquiera se le puede atribuir el concepto de: “ropa” a esto! –volvió a quejarse, por lo regular con Chris la mayoría de nuestros diálogos giraban en torno a reproches o discusiones.
–¡No voy a discutir, se nos hará tarde! ¡Llego por ti en veinte minutos! –demandé de forma fulminante y antes de que ella pudiera conferir algo más, le colgué la llamada. He sido un poco tosco y sé que luego me lo echará en cara, pero ya me voy acostumbrando a sus malos tratos.
Aparqué el auto en donde se supone que ella vive, estaba pensando en hacer sonar el claxon para que ella saliera apurada, pero eso estaba lejos de ser parte de los modales que mi padre me ha inculcado, así que… me bajé de prisa y sujeté el teléfono celular, le llamaría para que no me hiciera demorar más tiempo, entonces… una silueta se asomó con esmero, pude verlo por el rabillo del ojo, despegué la atención del aparato que tenía entre las manos y muy estresado…
–¡¿Chris?! –cuestioné totalmente impactado de la figura que tenía frente a mí.
–La misma…–exclamó una conocida voz, su tono se escuchaba lleno de enojo.
Después de esa confirmación, quedé mudo… los tacones eran altos y la falda innecesariamente corta, la blusa era de tirantes y se ajustaba a la perfección a su cuerpo, su cabello oscuro estaba suelto sobre sus hombros y desde aquí se que… huele delicioso. La noté hacer un puchero de disgusto y proceder a intentar jalarse la falda, le incomodaba lo corta que era. Elegí ese atuendo al azar, realmente no conjeturé con malicia sus atributos físicos, ni mucho menos me detuve a cavilar incluso si ambas prendas combinaban o no, simplemente las seleccioné sin mayores deliberaciones.
–¡No te quedes ahí parado! ¡Ya es tarde, acabemos con esto! – rezongó y, bajó el par de escalones que nos separaban y me golpeó levemente con el bolso que llevaba entre las manos.
Me puse muy nervioso, no sé que estaba pasando conmigo.
–Sí claro… sube. –afirmé abriéndole de forma muy torpe y atrabancada la puerta.
Ella hizo un acostumbrado mohín, subió al auto y emprendimos la marcha. No pude decirle ni un solo maldito halago sobre su apariencia, siempre con ella, ese tipo de palabras se me quedaban atorados en la garganta porque tampoco sé si… decirle algo con respecto a su imagen sería algo de su completo agrado o no y más que vendría de mí: una persona a la que odia y detesta.
Definitivamente lucía bien, intentaba manejar, pero la verdad es que no podía desprender los ojos de la imagen que daban sus níveas piernas con esa diminuta falda, la vi removerse un poco incómoda en el sillón… yo seguía sus movimientos con la mirada, Dios… no sé qué está pasando, logré despabilar gracias al maldito “GPS” con su: “diríjase hacia el noreste” porque en estos momentos no logro distinguir entre “derecha” o “izquierda”, me siento hecho un caos mental.
Llegamos al campus de la preparatoria “Aldwickbury” porque era en su cancha en donde se concretaría el partido.
–¡Wow! ¡Es inmenso! –exclamó Chris mientras contemplaba la magnitud de la escuela.
Mientras ella admiraba las instalaciones, yo me dispuse a abrir la parte trasera del carro con el fin de sacar mi maleta con mis tenis y mi balón de práctica, cerré la cajuela y me di la vuelta abruptamente.
–¡Maldición! –me quejé al ver lo que había hecho con mi acto desenfrenado.
–¿Qué te pasó? –me cuestionó Chris casi al instante, después de escuchar mi blasfemia.
–¡Mi camiseta! –grité mostrándole el hoyo que se hizo cuando la tela se atoró en la portezuela, entonces… escuché a esa muñeca de porcelana mofarse de mí, al parecer… mi reciente desgracia le causaba mucha gracia. –¡No es divertido! –añadí iracundo.
–¡Claro que lo es! –afirmó limpiándose algunas lágrimas de risa.
–¡¿Qué rayos voy a hacer?! –exclamé totalmente estresado. Me llevé el cabello castaño hacia atrás, mientras intentaba pensar en alguna solución pronta.
–¿No tienes otra de repuesto? –me cuestionó ella.
Revisé entre mis pertenencias, en el carro… y nada, solo me limité a negar con la cabeza, por alguna tonta razón no había cargado conmigo otra camiseta de repuesto, eso fue algo muy estúpido de mi parte, en realidad.
–¡Ay que tonto eres! –se volvió a mofar, ella estaba realmente disfrutando demasiado esta situación tan engorrosa, de pronto… se quedó callada y tomó una gran bocanada de aire, su aura transmutó en breve. –Pero tranquilo…–me dijo acercándose a mí lentamente, en ese instante sentí como su delicioso perfume invadió mi olfato. –Estás conmigo. –aclaró.
¿Me acababa de guiñar el ojo? Dios, tragué duro a ese gesto… negar lo atractiva que se veía sería una completa estupidez, me quedé hipnotizado a sus acciones porque lo siguiente que hizo fue rebuscar en el bolso que tenía en la mano.
–¿Qué harás? –me atreví a cuestionar, porque deseaba saber todos sus secretos.
–Lo coceré. –afirmó sacando un pequeño estuche.
–¡¿Traes hilo y aguja contigo?! ¿¡Qué clase de chica eres Chris Walsh?! –interrogué con una notoria sonrisa, porque sin duda esa rareza en ella estaba siendo de demasiada ayuda en estos momentos.
–Una… muy eficiente y precavida. –asintió con una sonrisa, sintiéndose totalmente orgullosa de ello. –Además… recuerda que tengo una hermana menor: Zoe y, después de este evento tuyo iba a ir a recogerla a una fiesta de cumpleaños a la que fue, ella siempre destroza los dobladillos de sus faldas. –me explicó mientras hábilmente enhilaba la aguja con magnífica destreza. –Quédate quieto si quieres mi ayuda. –me reprendió.
–Está bien. –afirmé y de pronto… me sentí totalmente acalorado, por alguna extraña razón el cruzar palabras o miradas con ella el día de hoy se está tornando algo totalmente dificultoso a mis facultades.
> pensé al tenerla totalmente cerca de mí, a tan solo unos centímetros, mis manos estaban a la altura de su delgada cintura, tragué durísimo porque repentinamente todo se estaba complicando en mi existencia, recordé la vez que sin planearlo la besé… obviamente esa escena era algo totalmente fuera de mí, ni siquiera había tenido demasiada importancia para mí, ¿por qué retornaba justo ahora?
–¡Auch! –me quejé porque mis pensamientos se vieron totalmente interrumpidos con un fuerte pinchazo en la piel. –¡Ten cuidado! –la regañé y la vi fruncir sus labios.
–¡Deja de quejarte! –me rebatió, ella siempre me contestaba a cualquier demanda que viniera de mi parte.
–¡Auch! –volví a chillar. –¡Ese fue al propósito! –le reclamé.
–¡Claro que lo fue! –confesó entre risas. –¡Es que no te callas! ¡Oh vamos! ¡Es tan difícil hacerlo de esta forma! ¡Sería más fácil si te quitaras la playera! –sugirió de forma tan abrupta y espontanea que, estoy totalmente seguro de que no caviló lo que acababa de decir.
–¡Me la quitaré entonces! –añadí prontamente y procedí a colocar las yemas de mis dedos en la orilla de la camiseta y deslizarla hacia arriba, despegándome de la prenda en su totalidad.
Entonces pasó… noté como ella se escandalizó y, giró el semblante hacia otra parte, le avergonzaba verme con el torso totalmente descubierto frente a ella, incluso me atrevo a decir que… estaba pintaba en mil colores y además se había puesto muy nerviosa.
–¡Ten! –le extendí, la sujetó de prisa y se apoyó en la parte trasera del auto con el fin de improvisar esa área como una superficie lisa en donde pudiera apoyarse, prontamente, sin quitarle la mirada de encima ni por un ínfimo instante me percaté de como sus antes hábiles manos se convirtieron en unas herramientas torpes y lentas, solo sonreí ante ese descubrimiento tan interesante.
–Auch…–se quejó en un leve alarido, tan sutil, tan suave.
Se miró el dedo y lo apretó con fuerza, una gota carmín brotó de ello…
–Tonta. –regañé posicionándome detrás de ella. –Déjame verlo…–demandé refiriéndome a la herida, Chris se giró hacia mí, con suma habilidad la acorralé contra el auto y… noté como perdió completamente el aliento sin defenderse de mi excesiva e innecesaria cercanía. –¿Estás bien? –cuestioné al sujetar su delgada mano entre la mía.
–Sí…–susurró.
Fui más firme con mi agarre, su muñeca era delgada y suave, examiné la lesión, la sangre había dejado de fluir, se la limpié prontamente con un pañuelo que llevaba en el pantalón, en ese instante… mil cosas y a la vez ninguna rondaban por mi cabeza como un remolino, aproximé mi hálito a su piel y sentí su estremecimiento, me acerqué más a ella sintiendo como se pegó un poco su cuerpo al mío y… besé con suma suavidad el dedo herido, como si de una delicada pieza de cristal se tratara, ella solo tragó saliva a mis acciones sin resistirse demasiado a mi acto, la miré fijamente… noté su nerviosismo y como sus labios temblaban, esa boca pintaba con un leve tono que le sentaba muy bien, lucía tan tentador… dulce como un delicioso caramelo que estaba a tan solo un pequeñísimo movimiento…