Chris Walsh
Mi situación familiar era difícil, pero trataba de no desanimarme, mi madre había sido una mujer muy alegre y entusiasta, así había conseguido cautivar al hielito de mi padre; ella siempre tenía una sonrisa en la cara y nunca se rendía, y yo… quería mantener esa viva imagen de su persona en mis pensamientos, deseaba creer que ella estaría orgullosa de la persona en quien me convertiría, ese era mi mejor motor, aunque no estuviera aquí, conmigo. Me esforzaba pensando en que ella mantendría ese gesto sonriente en su semblante si me viera.
Mi padre perdió su empleo y vivimos de una pequeña pensión que le da el gobierno a causa de su condición física, le es difícil hacer muchas cosas que requieran fuerza debido a la herida de su espalda, con más razón trato de esmerarme, no quiero que esté triste, porque, aunque él no lo sepa lo he escuchado llorar en las noches.
Si ella estuviera aquí pienso que mi personalidad sería diferente, la complejidad del caso no me hubiera orillado a estar siempre preocupada por todo, a andar a las prisas en el trabajo y la escuela, quizás de esa forma disfrutaría un poco más mi adolescencia, pero ya no había tiempo de lamentarse…
–Seguro fue difícil. –me dijo Lex, salí de mi ensoñación.
–Lo fue, lo es. –aseveré. –Pero estaré bien. –afirmé, porque mi orgullo era una de las cosas que me mantenían firme y di un paso hacia atrás.
Él dio uno al frente y me sujetó con fuerza, parpadeé sin entender la situación, el aroma de su cabello era fresco como a cítricos, me puse un poco nerviosa al sentir sus manos sobre mis hombros en un gesto de consuelo, no me resistí mucho, supe que esto lo hacía por él también, habíamos tocado un tema que era muy doloroso para ambos, no me atreví a ser tosca como siempre lo soy, porque ciertamente esa herida aún sangraba…
Mi celular sonó, me apuré a contestarlo, sentí que Lex no deseaba soltarme, quizás fueron ideas mías.
–Es mí papá. –afirmé y al ver sus ojos verdes, estos lucían ligeramente cristalinos, creo que los míos estaban iguales, nos habíamos sensibilizado demasiado.
–Contesta. –me dijo y un poco nerviosa hice lo solicitado.
–Hola padre. –saludé.
–Hija es muy tarde. ¿Cuánto más te demoraras? –me preguntó.
Titubeé, el tiempo había pasado y ni siquiera me había percatado de ello, miré un reloj que enseguida encontré dentro de esa biblioteca.
–En un rato más. –le dije para que no se preocupara.
–Es tarde y vuelves sola. Sé que te no te gusta que te lo diga, pero… eres una chica.
–Sé que soy una chica. –rebatí. –Pero eso no me hace débil.
–¿No pueden traerte a casa?
–No te preocupes.
–Chris, pregunta.
–Esta bien, veré si pueden llevarme a casa, pero no prometo nada. –le dije para tranquilizarse, no me gustaba que se exaspere, eso no le hace bien. –Dile a Zoe que se cepille bien los dientes antes de dormir, y que reparé el botón de su uniforme.
–Yo le digo, hija.
Sonreí ante su afirmación, eso me daba severa tranquilidad.
Continuamos estudiando, estábamos muy agotados, cuando me di cuenta, Lex se había quedado dormido sobre la mesa, eso solo provocó que me dieran ganas de pintar su cara con plumas y plumones, sería muy gracioso ver la expresión de su rostro al despertar.
Eché una risita confidente, porque en mi mente eso sería muy divertido, sujeté con fuerza el marcador y lo acerqué a su mejilla, una fuerza me detuvo de mi acto malicioso, contuve el aliento, dentro de mis pensamientos resonó algo que Mili me decía siempre que Lex iba a la panadería por esos roles de canela que tanto le gustan, ella siempre expresa que es: guapo. –¿lo es realmente? –esa es la verdadera cuestión.
Con timidez, miré sus facciones, sus pestañas eran sumamente tupidas y oscuras, además… tenían un recoveco muy particular, su nariz era respingada y su rostro alargado, su cabello caía sobre su frente con un vuelo muy particular.
Bajé la mirada, en el bolsillo de su camisa sobresalía una orilla de papel.
> pensé y mis sentidos se pusieron alerta en un parpadear. Se trataba de mi secreto, de ese trozo de papel que guardaba tanto en tan corto espacio, me mordí el labio y me acerqué lentamente hacia él… sujeté el sobre y lo jalé con cuidado, mis sentidos vibraban y una dosis de adrenalina se había disparado a través de mi sangre.
–Te extrañé… –murmuré mientras lo besaba, mientras apretaba mis labios contra él con tanto fervor, lo acaricié y luego… lo observé, estaba intacto, debía admitir que el castaño odioso lo estaba cuidando debidamente, no se veía rasgado, ni mucho menos violado a curiosos ojos
Apreté el trozo de papel contra mi pecho, lo tenía de regreso y justamente ahora, podía salir corriendo con ello sin tener que seguir soportando a este castaño odioso, la quimera sonaba tentadora, era una siniestra invitación a un desfallecido reto, las manos me temblaban, debía darme prisa y huir…
No, eso no era correcto, y eso odio tener que hacer lo indicado en todo tipo de situaciones… ¿por qué de vez en cuando no podía ser una chica mala o mal portada? Maldición.
Me puse de pie y sujeté mi mochila después de haber guardado mis libros en ella, dejé el maldito sobre con dificultad sobre la mesa y me fui del sitio con gran apuro, antes de cometer una verdadera abominación.
Salí de su casa sin despedirme, se había quedado dormido sobre el escritorio y solo liberarme de la tentación de dejar de ser esclavizada y sujetar mi libertan con gran ahínco, pero eso no sería correcto, yo debía de asumir mis errores y responsabilidades de la mejor forma porque esta lección solo me ayudaría a: “forjar carácter”.