Consejo estudiantil: ¡Estás bajo mis órdenes!

Capítulo 11: Niña cruel

Chris Walsh

Hoy tengo clase de arte con la profesora Rose Wilde, admito que esa clase me genera paz y tranquilidad porque… nos deja ser libres y expresarnos como queremos, nunca nos juzga y siempre nos retroalimenta.

Nos había encomendado hacer un dibujo del tema que queramos y con la técnica de nuestra preferencia.

Estaba con mi inseparable Kitty, nos sentamos en el patio, sobre el césped recién cortado, para evitar ronchas pusimos una pequeña manta que había traído exclusivamente para ello.

–¿Qué dibujarás? –me preguntó mi hermosa amiga, mientras me veía reflexionar un instante.

–No lo sé…–y no mentía, había tantas cosas en mi cabeza que me gustaría capturar en un trazo, pero… me cuestionaba sobre mis habilidades en este arte, puesto que aún no soy buena con el manejo de colores o sombras… ¿un atardecer? ¿una noche de luna llena? ¿un bosque? O algo mejor aún… el rostro de mí madre… ¿cómo era ella? ¿cómo se escuchaba el timbre de su hermosa voz? Cierro los ojos, aprieto los párpados y, ¿con qué me encuentro? Con el insaciable deseo que no conseguir mi propósito ni de cerca, que frustrante.

Después de un rato, estiré las piernas.

–Iré al baño. –me anunció Kitty porque ella acostumbraba a tomar mucha agua.

Me quedé sola con mis pensamientos, mientras delineaba con los ojos las líneas sobre el papel que tenía entre las manos.

–¡Hey, plebeyita! ¡Despierta! –escuché una voz horrible, la propietaria… me chasqueaba los dedos, hice un gesto de severo desagrado, se trataba de Amber. –¡Te estoy hablando! –volvió a blasfemar, la ignoré, yo no deseaba meterme en problemas, entonces… tan solo ladeé la mirada hacia otra parte, lejos de ella y su presencia tan escandalosa. –¡Te estoy hablando! – repitió. Era del tipo de personas que detestaba que las ignoraran. –¡Tráeme una botella de agua! –replicó, estaba con su grupo de amigas, sudaba… seguramente acababa de terminar un ensayo del grupo de porristas.

Decidí contestarle, pero solo porque el tono de su voz era muy hostigante.

–Deja de gritar, intento concentrarme, además… hay muchas chicas detrás de ti, pídeselo a cualquiera de ellas. –le afirmé intentando no perder la compostura y ser más grosera de lo que ella estaba siendo.

La vi hacer un gesto de enojo, se trataba simplemente de una chica tonta y caprichosa que estaba acostumbrada a que le cumplieran cada cosa insignificante que requiriera, por mínima que fuera, en su rostro vi… frustración. La situación aquí… yacía en que, yo no iba a seguir sus órdenes o satisfacer sus exigencias.

–¡Voy a contar hasta tres y si no haces lo que te digo! ¡Tú sabes bien cuales son las consecuencias! – me amenazó, eso parecía divertirle mucho, porque en ese perfecto rostro suyo había una despiadada sonrisa, eso me irritó mucho… ¿por qué tenía una fijación conmigo? –Uno…

–Amber… –le llamé. –Es estupendo que sepas contar, en realidad, me alegra mucho, pero no voy a hacer lo que me pides, así que… ahórratelo. –le aseguré con rectitud y firmeza porque, ya de por sí era demasiado desgastante el tener que soportar a Lex como para sumarle las actitudes de su novia, yo debía “obedecer” al castaño no a ella; sin embargo sé que, eso no será suficiente a esta hermosa chica, por lo que decidí ponerme de pie para salir del sitio, no deseaba que se generara une escándalo por mí culpa, porque siento honestos, yo tengo más de perder…

Seguramente estaba colérica por mí comportamiento tan abrupto y perspicaz.

–¡No esperaba menos de una panadera con mal gusto! –gritó a mis espaldas.

¿Se supone que eso debía ofenderme de alguna manera? Solo me causaba gracia la forma tan desesperada en la que estaba buscando llamar mi atención, porque era totalmente absurdo y ridículo, mi trabajo no me avergonzaba en lo absoluto.

> pensé en mis adentros y continúe caminando lejos de ella.

–¡Escúchame cuando te hablo! –volvió a proferir con fuerza, seguí sin prestarle atención. –¡Cómo lo supuse, no tienes modales! ¡¿Qué podría esperarse de una panadera sin madre! –exclamó.

Paré en seco.

> cavilé, le había contado algo muy personal y al parecer, se había encargado de divulgarlo con una chica que no me agrada, mi hería ardía y nada le daba derecho a meterse con ella.

–Además… tú padre está inválido ¿no es así? –me cuestionó con mofa cuando al fin, obtuvo mi atención… mi rabia se desató y eso fue porque nada le daba derecho a tomar mis conflictos como objeto de burla, sentí un nudo en la garganta y mis ojos ardían. ¿Cómo una chica tan hermosa podía ser tan cruel y caprichosa? –¡Miren chicas, va a echarse a llorar! –anunció. –¡Mejor hubieras traído mi botella de agua! –me mostró una sonrisa. –¡Niña tonta, pobre y huérfana! –las demás chicas se echaron a reír.

¿Quería mi atención? ¡Iba a tenerla! Me acerqué hacia ella porque no dejaba de vociferar cosas horribles y desgarradoras, con sus palabras buscaba lastimar, herirme, y lo que estaba provocando era conseguir sacarme de mis casillas, quería que se callara, que cerrara esa hermosa boca rosa, pero no dejaba de hablar… era un continuo “blablablá” que me rodaba en la cabeza, me acerqué a ella.

–¡Cállate! ¡No te permito que hables así de mi familia! –le grité con fuerza cuando la tuve en frente, pero ella no se detuvo, no pude controlarlo, todo fue culpa mía… le di una cachetada, su nívea mejilla enrojeció al instante por el acto.

–¡Eres una salvaje! ¡Estás loca! ¡Esto no va a quedarse así! –me amenazó dando trompicones hacia atrás, su sequito la sujetó en señal de consuelo.

–¡Has lo que quieras, no te tengo miedo! –le respondí sintiendo mi pulso agitado y mi corazón bombear con fuerza. Todo había sido muy precipitado, un impulso de acciones que desatarían consecuencias funestas, respiré profundo, intentando disipar el coraje… Kitty estaba regresando del baño, me veía conmocionada, me preguntó que había sucedido, no tuve el valor de contarle.

Sentía mucho calor… lo que había hecho estaba mal y sí podría salirme muy caro, solo me entristecí… es siempre esta actitud tonta e impulsiva la que me lleva a cometer error tras otro.