Capítulo 3. Decisión final

1451 Words
Capítulo 3: Decisión final. Los días transcurrían, ya tenía algunos seguidores, y toda la escuela ya sabía mi nombre, incluso los profesores, pero aún así… el alumnado parecía estar hipnotizado por Lex, la escuela parecía sobornada a votar por él desde el inicio de los tiempos, desde antes de que empezara esta contienda, porque en los discursos la gente no me ponía atención, ni mucho menos leían los afiches que les daba, es verdad… hablo un poco bajito y soy introvertida pese a ser temperamental, pero esta situación rebasó mi límite así que… con la adrenalina a flor de piel y los nervios terribles, comencé a levantar la voz y expresarme de forma más fluida porque ya estaba hundida, entonces, si no me esmeraba enserio este esfuerzo sería a medias. Sí… esa sería mi nueva estrategia. –Buen día compañeros soy Christine Walsh. –balbuceé. Todos me miraron, muchos con fastidio, otros más con desinterés. Algún susurró corrió al fondo del aula, alguien que cuestionaba si… yo era nueva en el colegio porque jamás me había visto. > pensé con fastidio. –Mis propuestas son… son…–susurré nerviosa. Luego… otros susurros comenzaron, eran diversas voces, lejos de ponerme atención, me ignoraban y de la peor manera, mi rostro se magulló, mi corazón se agitó, tragué duro. –Va a llorar…–exclamó alguien, su musitar fue bastante perceptible. –Maldición…–escuché decir a Ariel, porque estaba junto a mí y… por alguna razón mis sentidos en ese instante, se agudizaron; mi amigo, estaba preocupado por mí. –Yo…–susurré, entonces, una cuerda se reventó, recuerden que les dije que soy muy impaciente. –¡Hagan silencio, por favor! –levanté la voz. –Mi nombre es Christine Walsh y soy candidata para el puesto de consejero estudiantil de la escuela, por consiguiente, mi plan de trabajo para mi gestión es el siguiente… –mi tono se elevó, lejos de llorar, estaba a punto de gritarles a todos, no soy una chica delicada, por el contrario, soy tosca y terca, además… he pasado por situaciones más difíciles que estas, este hecho no amerita que llorara, lo que amerita es que me pusiera ruda. –¡¿Alguna pregunta?! –interrogué con fuerza cuando terminé mi discurso. –¡No! –exclamó el salón al unísono, yo sonreí, perfecto… me habían puesto atención. –Recuerden que soy una estudiante como ustedes y que mi intención es ayudarles, cualquier duda o comentario háganmelo saber, gracias y espero contar con su voto el día de las elecciones, hasta luego. –terminé mi sermón para disponerme a salir del lugar. –¡Wow! Eso fue genial Chris. –me halagó Ariel cuando salimos del salón de los de segundo año y tomamos un respiro en el pasillo. –¿Tú crees? –pregunté porque honestamente, mis manos estaban temblando del pavor. –¡Por supuesto! ¡Los dejaste impresionados! –insistió Kitty sonriente. –Eso espero…–me mordí el labio. –Démonos prisa, hay otros salones que necesitamos visitar…–los animé. Mi tropa de guerra me siguió hasta el final, caeríamos juntos, su apoyo moral era increíble, aminoraban mucho la carga emocional e incrementaban mi confianza. Esa noche, no pude pegar el ojo por más de un par de horas, sentía una ansiedad terrible, nauseas y nervios, esta espera me estaba matando, sobre todo con esta personalidad cero tolerante que tengo. Me asomé en el modesto balcón de mi diminuta habitación, el aire era frío y había luna llena, me gustaba contemplar la noche cuando estaba así de inquieta y la luna llena era mi favorita, me recordaba tanto a mi difunta madre y a las pocas, pero valiosas enseñanzas que me dejó antes de su partida. Al día siguiente… ya estaba en la escuela. –¿Ariel, tú crees que… tu amigo de ajedrez, el tal Chester vote por mí? –interrogué, porque estaba llevando en una libreta la “contabilización” de los posibles votos que obtendría en esta contienda. –No sé, ¿por qué? –dijo. –¿Acaso estás llevando el listado de los que posiblemente voten por ti? –me preguntó. Kitty entonces, me arrebató el cuaderno y lo revisó. –¡Enloqueció! –se burló. –¡Sí! ¡No quiero perder! –le quité mi libreta a mi amiga. –No quiero estar a sus órdenes…–balbuceé. –¿A sus qué? –cuestionó Kitty, porque lo conferí tan bajito que, mis palabras no alcanzaron a ser claras. –No dije nada. –negué con la cabeza porque, no quería que se enteraran del trato que había hecho con el “castaño odioso”, ya demasiada era mi vergüenza. Mi amiga me miró con recelo, cómo si no diera crédito a lo que decía. –¡Cómo sea! ¡Debemos ganar! –afirmé entusiasmada y logré de forma heroica soslayar a Kitty. El último día de campaña terminó… Me sentía satisfecha de mi esfuerzo, nada más podía hacer al respecto, había trabajado cuánto pude con el tiempo que tenía, había explicado las propuestas y cómo las llevaría a cabo, entregué tiempo y dedicación, así que, sin titubeos podía afirmar que… había dado lo mejor de mí y, podía constatarlo con la frente en alto y una sonrisa en el rostro. El día de las votaciones llegó, porque como dice mi padre: “No hay hora ni fecha que se prolongue a nuestros caprichos”. Estábamos en un aula en donde se estaban llevando a cabo las votaciones, estaba deseando con todas mis ansias que yo resultara vencedora, crucé mis dedos y llevé todos los amuletos que mi padre me otorgó, también mi hermanita me dio un prendedor que aseguraba que era de buena suerte, lo más bello fue que, todos me habían echado muchos ánimos: mi hermanita, mi papá y mis amigos. Crucé los dedos, hoy me siento más supersticiosa y creyente que nunca, pero como sea… todo estaba en las manos de mis compañeros. Podía percibir como caían los papelitos uno a uno en esa gran urna de plástico, deseaba saber su contenido y que, este fuera favorecedor a mí, y juro que, mi corazón no puede con tanta tensión y mi alma mucho menos. –Tranquila, no hay nada de lo que debas preocuparte, además… ¿No que estabas segura de que me ganarías? –me afirmó Lex con un tono socarrón que me hacía reventar de ira. Respiré profundo, porque si de algo aprendí en clase de literatura cuando leímos: “El arte de la guerra”, es: No importa que tanto miedo tengas, no se lo demuestres a tu enemigo. –Estoy tranquila, lo que pasa es que estoy preocupada por ti. –le mentí y le sostuve la mirada, no deseaba verme ni débil ni vulnerable a él. –Sí…–se tocó el mentón con escrutinio. –Justamente eso pensé. –afirmó con la cabeza y su cabello castaño se sacudió a esa turbulencia. –¡Se cierran las votaciones! –chilló la profesora Regina Wilde cuando dieron exactamente las cinco en punto. –Los representantes de los candidatos, por favor, den un paso adelante. –expresó con voz firme. –¡Comienza el conteo! –afirmó la directora de la escuela. –Tranquila. –me dijo Kitty, porque ella era la representante de mi campaña, yo solo asentí con la cabeza. Nos enviaron a mí y a Lex a otro salón a esperar los resultados, traté de no cruzar palabras con él, ni mucho menos de dirigirle la mirada, y eso era porque no lo soportaba y, aunque era muy incómodo el silencio lo prefería de esa manera, centré mi mirada en la ventana: el sol se metía y la brisa se sentía agradable. De pronto, escuché la perilla de la puerta, no sé cuánto tiempo transcurrió, pero sé que… la espera ha cesado. Regina Wilde, la directora de la escuela, apareció frente a nosotros con un folder en las manos; inmediatamente nos pusimos de pie, intenté buscar en esa alta mujer rubia una llama de esperanza que me favorezca, por pequeña que sea. –Ya tengo los resultados de las elecciones para “presidente de consejo estudiantil” del colegio: Clifton. No podía parpadear, y como un árbol… mis pies quedaron pegados al piso de la inmensa habitación, de pronto, sentí una mano sobre mi hombro, ladeé la mirada. –Ariel. –susurré cuando vi su suave gesto, me sonrió dulcemente. –Tranquila. –me susurró al oído y me sujetó de la mano. Yo asentí con la cabeza. –El ganador es…
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD