Christine (Chris) Walsh.
Mi libertad dentro del próximo año, estaba a punto de decidirse en dos segundos el cual, era el tiempo exacto en que le tomaría a la directora Regina Wilde pronunciar el nombre del ganador, esa respuesta me pesaba mucho y más, porque de no ser mi nombre el que pronuncie me vería totalmente condenada a un año entero de “esclavitud”.
Mi corazón arremetía contra mi pecho, una ansiedad se apropió de mí y, los labios de esa hermosa mujer se movían demasiado lento a mis ansias.
–Chicos, quiero recordarles que independientemente del resultado, ambos son ganadores y también que estoy orgullosa de ustedes por su arduo trabajo– nos expresó con una bella sonrisa, pero lejos de calmar mi paciencia, la acrecentaba, es obvio que ella no sabe que hay una deuda de por medio y que mi secreto más valioso será puesto en juego si no salgo ganadora. –El nuevo presidente (a) de consejo estudiantil es…
Giré la mirada hacia Lex, me dio gusto saber que sí estaba muy nervioso, estoy segura de ello porque… no deja de juguetear con la corbata de su uniforme, parecía que le estaba ahorcando la existencia, sabe que pese a todo le di una buena batalla, o eso creo.
–El nuevo presidente de consejo estudiatil es…–murmuró.
> resonó en mi cabeza y apreté más la mano de Ariel.
–… es: ¡Alexander Gabriel Maxwell! –anunció fervientemente.
El mundo se desmoronó a mis pies, pero obviamente solo para mí; mi corazón se rompió en mil pedazos. Escuchar su nombre fue como… una bala asesina que atravesó mi corazón, detonador el hecho que… mi libertad se irá lejos por un tiempo.
Se armó un barullo al ser expresada la noticia, el castaño fue felicitado por todos sus amigos, compañeros y equipo de trabajo.
Después de asimilarlo, decidí levantar la mirada y… abrirme paso entre la multitud, Lex solo me miró con seriedad, estoy segura de que sabe que ahora lo odio más que nunca y también creo que piensa que voy a gritarle o darle un buen golpe.
Hice un gesto con la boca y… le extendí la mano.
–¡Felicidades Alexander Gabriel Maxwell! –sonreí. –Felicidades, presidente de consejo estudiantil. –esa frase quemó mis cuerdas vocales, tenía ganas de vomitar, pero lo haría más tarde.
–Gracias Christine Walsh. –me sonrió con tibieza, eso me dio más asco.
Me di la vuelta y salí del sitio, un gran vitoreo se escuchó a mis espaldas, todos estaban galardonando a Lex por su increíble desempeño y felicitándolo por su victoria.
Salí de ahí con la frente en alto, estaba satisfecha con mi desempeño, había luchado cuanto pude, no quise quejarme, ni reprocharme nada, porque recordé otra frase que me gusta mucho: “Sí lo estás intentando, no estás fallando”.
Al menos no perdí contra un inútil, debía reconocer, aunque me ardiera que Lex era muy aguerrido y perseverante, eso solo me daba más aberración.
> pensé.
Ariel y Kitty me consolaron de forma excepcional, son los mejores amigos que he tenido.
Después, con toda la intención de saborear el dulce néctar de esta derrota me guardé un instante para mí sola. Me fui al patio de la escuela a sentarme un rato, me gustaba ese lugar porque era muy silencioso y despejado.
Me eché a llorar levemente, así me desahogaría, yo podía con todo, pero llorar un poco lo aminoraba.
–¿Estás bien? –me preguntó una voz, odiosa, por cierto.
–¡¿Qué haces aquí?! –ahora sí le grité. –¿No deberías estar festejando con tu equipo? –le cuestioné y… disimulé mi sentir, lo transformé en coraje.
–Vine a proponerte algo…–me dijo, mejor le puse atención. –Podemos revertir la apuesta si quieres. –me extendió el sobre. –Como sea, diste una buena batalla. –asintió con la cabeza.
> frente a mí, estaba él extendiendo con suavidad el papel, podía arrebatárselo y salir corriendo, de esa forma, no podría chantajearme, me tentó… pero yo no era una maldita cobarde.
–Lex, “la vida no es justa, y mientras más rápido lo comprenda, sufriré menos”. –le dije.
–¿De dónde sacaste eso? –me interrogó con curiosidad.
–Me gusta leer. –me encogí de hombros. –Así que… resérvate tu lástima y piedad para otra persona, yo cumpliré mi parte del trato, aunque no esté de acuerdo, porque siendo honestos, si yo hubiera ganado no hubiera sido misericordiosa contigo. –le perfilé una maliciosa sonrisa.
–Entonces, no tendré compasión por el resto del año, seré duro y estricto contigo. –me informó fijamente, con esas cuencas verdes y esas pestañas tupidas, no, no es atractivo, al menos a mis ojos no lo es.
–Intenta doblegarme, no me importa. –sonreí. –Eso solo forjará mi carácter y me haré más fuerte. –tomé mi mochila y salí de ahí sin despedirme.
¡Ay! ¡Sigo siendo tan idiota! ¡¿Por qué rayos no tomé el funesto sobre y salí corriendo?! ¡A veces… detesto mi propia personalidad altanera! Miré hacia el cielo y caminé sin mirar atrás, mientras hacia muecas y pucheros en reproche a mí misma.
Esa noche, tuve las peores pesadillas de mi vida, y estaba segura de que así sería por mucho tiempo.
Pasaron algunos días, el “castaño odioso” no me había dicho nada aún, algo tramaba… puedo sentirlo.
Y justo hoy, estamos en la ceremonia de entrega del puesto de: “presidente de consejo estudiantil” de la escuela.
Ese día llegué triste y desanimada, observé todos los preparativos para la ceremonia de Lex, con melancolía continué mi camino, sin querer prestarle más importancia de la necesaria.
El el auditorio...
–Hago entrega oficialmente del cargo de: “consejero estudiantil” al alumno: Alexander Gabriel Maxwell. –recitó la directora Regina Wilde, el castaño tenía una horrible y deslumbrante sonrisa, entonces la directora le cedió el micrófono.
–Muchas gracias compañeros, pero este logro no es solo mío, sino que, también es suyo, todo fue gracias al apoyo de todos, les agradezco que crean en mí y depositen un voto de confianza conmigo, no los defraudaré jamás y haremos de esta escuela una mejor. ¡Gracias! –el publicó reventó emocionado, yo solo podía pensar en que sería un excelente político porque los tenía a todos comiendo de la palma de su mano, intenté no hacer muecas como justamente mi amiga Kitty predijo días atrás.
–Y para concluir…–susurró cuando los aplausos cesaron. –La compañera Christine Walsh, ¿podría pasar al frente? –solicitó de forma contundente, la gente me miró y yo palidecí ante ese llamado.
> me cuestioné cuando sentí mi silla vibrar, en realidad, nada vibraba solo mis nervios y, quizás no debí decirle que… poco me importaba si fuera duro o no conmigo.
Como un soldado a punto de entrar al campo de batalla, me puse de pie y caminé el largo pasillo que saba hacia el patíbulo, es decir, a la plataforma en donde estaba parado, fue la caminata más larga que he dado en mi vida y además podía sentir las miradas absortas de mis compañeros así como escuchar levemente los murmullos que soltaban esas pirañas chismosas, subí los escalones, mis pasos generaban un sonido seco, me puse frente a Lex, este solo sonreía de una forma en la que no puedo interpretar porque este niño está demente, sus pensamientos son tan volubles que es difícil imaginar lo que está transitando en ella.
–Tú pediste que sea rudo con esta apuesta…–me dijo al oído, apartando el micrófono de sí mismo para que solo yo pueda escuchar su sermón, quería golpearlo, el puño me palpitaba, pero la directora estaba cerca de mí, a unos cuántos metros y todo el colegio en frente, me resistí.
–Has lo que tengas que hacer. –le susurré.
–Bien entonces. –exclamó él y giró su rostro hacia el alumnado y al micrófono. –Queridos compañeros me gustaría informarles que…
> el pensamiento me descalabraba las emociones, estaba muy nerviosa, juro que, a punto de desmayarme ahí mismo, sudaba frío, cerré mis ojos, mientras esperaba la puñalada que me iba a lanzar.
–Que Christine Walsh…