Chris Walsh.
Subí al auto.
Lex estaba muy desesperado mirando a cada mínimo instante el reloj en la pantalla del auto, balbuceaba reproches, creo que había olvidado hacer algo importante.
–¿A dónde vamos? –interrogué.
–¡Mañana es catorce de febrero! –exclamó.
–Lo sé, por eso mismo estamos organizando un festival. –le recordé.
–¡No le compré nada a Amber por la fecha! –me anunció, solo lo miré sin entender.
Se aparcó en un gran estacionamiento repleto de carros y, descuidadamente se incursionó a una tienda sin darme la oportunidad de seguirle el paso, no me importó, él tenía que resolver su asunto en el cual… yo no tenía nada que ver, ni siquiera sé porqué me hizo venir hasta aquí.
–¡Chris! ¡Ven! –me pidió.
Me di a la tarea de acercarme, era la boutique más llamativa de todas, en ese lugar había una selecta variedad de zapatos de diseñador, estaban bien escorados en vitrinas elegantes con reflectores bastante favorecedores, todos eran a base de materiales fabricados en otros países, con mezclas diferentes de colores, entonces… llena de curiosidad me acerqué a mirar los precios y… contuve el aliento mientras daba algunos pasos hacia atrás, totalmente temerosa.
–Maldición. –susurré asustada, estos zapatos valían más de lo que he ganado en toda mi vida en la panadería, los precios eran sumamente absurdos, eran cantidades irrisorias, ni siquiera podría comprar un solo del par doblando turno o haciendo horas extras. Me di la vuelta, nunca debí entrar aquí… mi karma es pésimo, que tal si por una estúpida razón me tropezaba sobre alguna de esas vitrinas y rompía algo realmente costoso, mi libertad ya esta en deuda, ni siquiera he logrado saldarla… caminé con mucho sigilo hasta la salida.
–¡Chris! –chilló mi verdugo al verme salir casi de puntillas del lugar. –¡¿A dónde vas?! ¡Ven aquí! –ordenó apurado, di un respingo y, resignada decidí acceder a la obstinada petición de él, porque no deseaba que me dijera el maldito: “Es una orden”, eso solo provocaría ira en mí.
–¡¿Qué?! –cuestioné en voz baja, pero… había gesticulado mucho con mi boca, porque no deseaba hablar en voz alta, tenía miedo que la resonancia de mi tono provocara un accidente en el local, ya estaba perdiendo la cabeza totalmente.
–Necesito que te pruebes esto. –me dijo cuando me acerqué a él, entonces, puso una delicada sonrisa en sus labios y me incitó a sentarme en una hermosa y cómoda silla del lugar.
–No creo que esa sea buena idea, Lex. –le dije y comencé a retroceder, porque no había aceptado su oferta de sentarme en dicho sitio.
La verdad es que poco sabía yo de zapatos de diseñador y poco me importaba, pero los que tenía en la mano lucían ser de los más costosos de la tienda, eso me generó pavor porque, no podría pagar algo así si llegara a estropearlo y dudo que él quiera ayudarme si me meto en problemas.
–Vamos, pruébatelos. –me sonrió con dulzura, pero uno no debe de ceder a los encantos de este niño porque, también el diablo se disfraza de ángel cuando es conveniente. –Chris…–susurró al notar mi indecisión, podía ver como sus labios estaban a punto de gesticular esa frase que odio tanto.
–Está bien. –terminé cediendo, tomé asiento en el lujoso diván y sujeté el calzado con mucha delicadeza, con apuro me quité mis precarios zapatos, me daba un poco de pena que la hermosa y bien vestida vendedora que estaba a unos metros, los mirara, ladeé un poco el gesto, luego… observé el artículo que tenía entre las manos y me le quedé mirando por largo rato.
–¿Qué pasa? –me interrogó Lex.
–N…ada. –exclamé torpemente.
–¡No te los sabes poner! ¿cierto? –se carcajeó de mí.
Hice una mueca de enojo, lo maldije internamente por su descaro y falta de tacto, por eso mismo sé que no me ayudaría si cometía la estupidez de estropear dicho calzado; luego… con el fin de salir de ahí de una maldita vez comencé a inmiscuir aún más en esos zapatos con el fin de descubrir su funcionamiento.
¡Es obvio que no me los sé colocar! ¡No uso nada igual a esto!
–Dámelo. –me dijo, al fin fue sensato y se arrepintió de concluir esta tontería. –Te ayudaré. –me anunció.
–¿¡Qué?! ¡No, es una locura! –negué con las manos de prisa.
–¡Oh vamos, deja que te ayude! –me sonrió. –¡He visto a Amber usar muchos de estos siempre! ¡Sé cómo funcionan! –esbozó una sonrisa y luego, me guiñó en ojo intentando darme confianza, estaba pasando exactamente lo contrario, me sentía tensa.
–Como quieras…–respondí porque sé que no lograría soslayarlo de lo contrario, él… pareció sonreír a mí afirmación.
Lex se posicionó frente a mí, sujetó con firmeza y suavidad la zapatilla mientras se acercaba a mis pies, en ese momento me cuestioné. –¿Qué hacía un príncipe de cuclillas frente a una plebeya? – nadie respondió a esa interrogante, se trataba de uno más de esos estúpidos y repetitivos diálogos internos. Él… se veía sumamente concentrado en esa absurda labor, estaba siendo muy gentil con esa proeza, me estaba tratando con delicadeza porque… sentí como me despojó de esos horrendos zapatos escolares que me había yo quitado a medias para ponerme estos con total suavidad, como si estuvieran hechos de cristal, sonreí… me sentí cenicienta frente a mi príncipe azul, él… alzó la mirada, nuestras pupilas chocaron y… me sostuvo el semblante como si estuviera buscando a una doncella en mis ojos, me perdí en ese instante mágico, me sentí totalmente embelesada a su mirar, de pronto… perdí su atención.
–Te quedan grandes. –dijo toscamente y me los quitó deprisa, yo sonreí de forma absurda… la realidad me azotó azarosamente una vez más, con ese ímpetu que le gustaba emplear en mí. ¡Cierto! ¡Yo no soy cenicienta! Soy una plebeya, mejor dicho… una esclava, la hermosa princesa era Amber, por eso no me había quedado la zapatilla.
–¡Es una suerte! ¡No tendré que comprarlos! –respondí con brusquedad, porque me sentía estúpida por haberme perdido un microsegundo en el tono de sus ojos esmeralda. ¡Como sea! ¡Yo mantendría mi orgullo en alto! No me dejaría aplastar por un par de zapatos estúpidos, ni por sus comentarios toscos porque honestamente… ni siquiera debería estarme probando esos artículos que están fuera de mi alcance ¡bah! Poco me importaba algo tan material y superficial como eso, había cosas más importantes a las que debía prestarle atención.
–Traeré una talla más pequeña. –añadió con desesperación la vendedora.
–No se preocupe, no son para ella. –aclaró inmediatamente Lex.
> pensé, pero… ¿lo cavilé por mí o por la desesperada vendedora? Y con esa afirmación Lex solo me había dejado más en claro muchas cosas.
Lex se notaba sonriente.
–¡Es perfecto! ¡Eres una talla menor que Amber, el que te queden grandes significa que a ella le quedarán perfectos! –me explicó, yo ni siquiera quería obtener argumento de sus decisiones tontas.
> me dije a mí misma rodando los ojos, por un segundo me había sentido un poco especial.
–Es una suerte no ser su misma talla. –exclamé con desdén. –¿No es así? –alcé la ceja, porque eso significaba que no soy ella, gracias a Dios, no lo soy. Lex como siempre en su vida, no entendió mi argumento, me dispuse a ponerme mis feos zapatos por cuenta propia, porque él… ya había obtenido lo que quería de mí y ahora, me ignoraba. Solo soy un juguete para este niño.
–Los llevaré. –le dijo a la chica y, prontamente los pagó como si de un par de caramelos se trataran. Después, salimos de la tienda, él se notaba muy contento con el paquete que llevaba entre manos.