Capítulo 34. Visita de Santa Claus

1149 Words
Subimos las escaleras para encaminarnos a mi habitación, abrí la puerta permitiéndole el paso a mí huésped, Zoe corría de un lado a otro, yo ya le había dicho que fuera a cepillarse los dientes y cambiarse el vestido por el pijama, pero estaba muy emocionada por la visita de este chico castaño. –¿Es tú habitación? –cuestionó Lex instante después de que yo encendiera la luz. Me sentí un poco juzgada. –Es muy diferente a tuya, no es tan grande y la cama no es tan suave, no tiene baño propio, esté esta en el pasillo si lo necesitas… y la vista de la ventana no es marav… –¡Está bien! ¡No tienes porque justificar nada en lo absoluto! –exclamó con una sonrisa, deteniendo mi vómito verbal empapado de prejuicios. –No tiene que ser “lujosa” para sentir la calidez que desprende. –afirmó, ladeé la mirada ante ese comentario. –Ahí están las cobijas, ponte cómodo. Buenas noches. –dije de forma directa y tosca, porque por alguna razón comenzaba a sentirme nerviosa de estar a solas con él. –¡Espera! –me detuvo sujetándome del brazo con prontitud, sin dureza, me obligó a encararlo. –Gracias por esta noche. –me sonrió, su gesto se notaba dulce y suave, yo solo le asentí con la cabeza… como si intentara minimizar la acción por la que había sido congratulada, me deshice del agarre y salí de mi propia habitación tan pronto como pudiera porque la tonalidad de sus ojos esmeralda me estaba causando ansiedad. Le cerré la puerta y me encaminé hacia la habitación de Zoe, ahí… dormí junto a ella, intenté abrazarla, pero mi pequeño monstruo en un desastre en las noches, suele patear, balbucear cosas dormida y lanzar manotazos como si estuviera siendo atacada por un enjambre de peligrosas abejas, además de que… me robó las cobijas sin darme la mínima oportunidad de cubrir mi existencia, batallé con ella un buen rato, pero… se tornó a una misión arduamente complicada, me rendí, eché un bufido y froté mis manos unas con otras, tenía frío y Zoe se había convertido en un cálido c*****o de frazadas meramente inalcanzables para mí, entonces… después de darle algunas vueltas a esta sinuosa situación me decidí… en mi habitación había muchos cobertores y sábanas calientes las cuales, debí coger antes de dejar ahí a Lex, pero… ya saben lo que sucede conmigo siempre: esa tonta personalidad impulsiva que no hace nada más que estorbarme, suena fácil intentar deshacerse de ese defecto que ya he visualizado en mí, pero es más complicado de lo que piensan… sobre todo porque es un acto deliberado y espontáneo. Como sea, después de un diálogo interno mío, me dispuse a recoger valor para ir a escondidas hasta esa zona de guerra. Sería una misión fácil, a prueba de tontos: entrar de puntitas, como un verdadero ninja, tomar con cuidado el objetivo y, salir de ahí de la misma manera, en mi mente ya lo había logrado y al parecer, salía victoriosa, además… por el sueño tan pesado que tiene Lex estaba totalmente segura de que él ya estaría completamente rendido a su descanso, entregado a Morfeo. Me llené de valor, a tientas caminé hasta el pasillo que daba a mi habitación, abrí la puerta con tanta suavidad que fue imperceptiblemente inaudible a un oído humanos normal, me acerqué lentamente al closet… no podía creer que estaba a punto de lograr mi hazaña, tenía el botín entre mis manos, ahora solo esa cuestión de salir de ahí, lo haría con el mismo sigilo con el que me había incursionado a estas tierras turbulentas y bélicas, –realmente me sentía un soldado de guerra. –¿Tampoco puedes dormir? –su voz fue como una piedra que cae sobre un balde de agua: perturbadora. –¡Ah! –pegué un pequeño grito cuando noté como él se ladeó hacia donde yo estaba y sus ojos me miraban con total nitidez, estaba oscuro, pero entraba un tenue y delatador rayo de la luz de la luna a través de la ventana. –Te escuché entrar. –me dijo. –Eres muy cuidadosa, lo admito, pero te ha delatado tu respiración nerviosa y el “tum tum” de tu corazón. –se sentó en la orilla de la cama, clavando su mirada sobre la mía. Quizás tenía razón y… el pretexto de las sábanas era un asunto por la cuestión de tener insomnio. –¡Me atrapaste! –articulé soltando las cobijas y frazadas las cuales, cayeron directamente al suelo. –¡Me declaro culpable! –le seguí el juego a este impertinente niño. –¿Por qué? ¿Cuáles son los cargos? –Quería perturbar tu sueño. –exclamé con mofa, pero eso no era cierto… –¡Te ha resultado! –afirmó. –¿Qué hacías despierto? –pregunté al fin, porque era obvio que él también estaba teniendo problemas para conciliar el sueño. Me miró con complicidad y entonces… se acercó a la ventana como si acechara algo. –Esperaba a Santa Claus. –me confesó. Estuve a punto de echarme a reír ante semejante niñería. –Estás demente…–me burlé inmediatamente y, repentinamente… lo vi entristecerse ante mi comentario, porque fue abrupto. –No llegará sino duermes… –exclamé con suavidad. –En eso te equivocas, Santa Claus a veces puede estar disfrazado de diferentes formas, quizás lo tengo en frente. –explicó, yo quedé absorta ante esa confesión. –Entonces Santa Claus, ¿qué me has traído este año? –me interrogó. Yo sonreí, este era mi momento de vengarme. –En realidad pequeño Lex, no te has portado nada bien. –reprendí. –Te la has pasado atormentando a una pobre niña, por ello… te he borrado de mi lista. –afirmé y le pellizqué la mejilla en señal de regaño. –Además… los otros niños se esmeran más, al menos me hubieras dejado el vaso de leche y las galletas de cada año. –me crucé de brazos en señal de reproche. –Sí me lo permites te lo puedo compensar con una taza de chocolate caliente. –me propuso. –Olvídate de los otros niños y ve el amanecer conmigo. ¿Jugaba o habla en serio? –No creo que eso sea buena idea. –intenté desistir porque este niño está loco y, nada de bueno puede traer una convivencia con este chico, di un paso hacia atrás. –¿A qué le tienes miedo? –me dijo en tono de burla, me estaba retando y no desistiría hasta obtener lo que busca. –Está bien pequeño Lex, pero que sea el mejor chocolate que has hecho en tu vida. –le anuncié, entonces... como un verdadero niño a punto de abrir un regalo, corrió escaleras abajo hacia la cocina.
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