Christine Walsh.
¿Qué acaso perdí la cabeza por completo? ¡¿Cómo se me ocurrió invitar a Lex, mi enemigo a la cena de navidad de mí familia? ¡He perdido por completo la cabeza! Y todo fue porque me dejé engatusar con su melancólica historia de tristeza, lo único que pensé era que… se trataba de navidad y, debía hacer una tregua con él, solo por esta ocasión.
Así que, solo por esta vez totalmente especial, decidí minimizar mi orgullo, porque me atormentaba un poco que él se sintiera desolado y, porque nadie debe pasar una mala navidad.
Me la pasé todo el día cocinando con mi padre y mi hermanita la cena navideña, preparamos un delicioso lomo de cerdo con ensalada y roles de canela, todo se veía sumamente delicioso.
Más tarde, me encargué de que Zoe tomara un baño y se acicalara apropiadamente, luego… bajó de las escaleras vestida en una hermosa prenda color crema: parecía realmente un pequeño ángel, aunque por dentro tenga un temperamento complicado y una astucia muy precisa.
Me arreglé con una falda tipo tweed, y una blusa blanca de manga larga, me puse medias negras y unos zapatos con un tacón pequeño, mantuve mi cabello suelto y apenas y me puse un poco de labial muy tenue en los labios.
Mientras terminaba de ajustar algunos detalles de la mesa, escuché la puerta sonar… esa era la señal, la visita del mismísimo lucifer a mi morada.
–¡Ya voy! –conferí para que el visitante no comiera ansias y se impacientara, miré mi reloj… aún era bastante temprano. ¿Cuál era su prisa y desesperación?
> pensé.
Me limpié las manos con el mandil que tenía encima de la ropa y me aproximé al picaporte de la puerta, lo jalé de prisa.
–Hola. –me sonrió Lex, se veía estupendamente bien arreglado, no tenía ningún pelo fuera de lugar, se notaba fresco… recién bañado, olía bien y su traje le quedaba de maravilla. Entre las manos llevaba un obsequio: una canasta con frutas, enlatados y sidra de manzana.
–Hola. –lo saludé y lo incité a pasar, entonces, justo en la puerta, cerca de mí, se detuvo. –Sabes… ¿Qué te parece si esta noche hacemos una tregua? –me dijo y entonces… me entregó el sobre blanco que me la he pasado protegiendo, quede anonadada frente a ese acto.
–Pensé que planeabas devolvérmelo como regalo de navidad. –afirmé en burla.
–No lo aceptarías. –me dijo.
Tenía razón, no recibiría ni un solo acto de misericordia que viniera de él, tragué duro… me espantaba un poco el hecho de que predijera con tanta certeza cada uno de mis actos y más, cuando se trataba de un pensamiento profundo que circulaba en mi cabeza.
–En eso tienes razón. –exclamé y ladeé la mirada.
–Chris; qué te parece si esta noche olvidas que no te agrado… –me propuso, miré hacia sus ojos color esmeralda, se notaba realmente desesperado, yo puse un gesto totalmente tosco, como si con mi mohín tratara de explicarle que eso era algo totalmente inaudito. –¿Aceptas? –me interrogó sin apartar ni por un instante su vista de mí, entonces… suavicé mis facciones frente a esa petición navideña.
–Sí, está bien. Solo porque es navidad. –aclaré y él extendió la mano: cerramos un pacto, una tregua navideña.
Ya debía yo pararle a hacer cualquier tipo de contrato verbal con él.
En ese instante apareció mi padre, los presenté a ambos, pensé que a mí progenitor no le agradaría Lex, pero la verdad es que este desgraciado niño rico tenía unos modales maravillosos a la hora de tratar con adultos.
–Me comentó Chris que son buenos amigos. –exclamó mi padre, yo torcí la boca ante esa mentira… yo jamás conferí algo de ese tipo, yo me referí a Lex simplemente como un amigo, jamás le agregué ningún adjetivo innecesario.
–Sí, claro. –afirmó él con velocidad.
> pensé mentalmente.
–Pero… usted no tiene intenciones de enamorar a mí hija. ¿Verdad? –cuestionó rotundamente.
Me pinté de mil colores inmediatamente ante esa afirmación tan absurda e improbable.
–¡Papá! –grité totalmente escandalizada.
Giré la mirada, Lex debía desmentir esa acusación con prontitud, lo vi cavilar un segundo. ¡¿Qué rayos le sucede?! ¡No había nada que tuviera que pensar al respecto! Me enfurecí y le puse unos ojos terribles.
–No, no tengo esas intenciones. –dijo al fin y fue tan raro porque sentí que solo se atrevió a negarlo por la presión de mi mirada.
>
–En realidad, tengo novia. –expuso.
> pensé internamente.
Mi padre se notó satisfecho por esa respuesta y, no volvió a cuestionar nada más.
–Dijo que su apellido es… Maxwell? –cuestionó mi padre con total asombro, vi a Lex ponerse muy nervioso ante esa interrogante, como si su apelativo heredado por su familia lejos de orgullecerle le incomodara.
–Sí, así es. –respondió.
–Maxwell. ¿Cómo industrias Maxwell? –se atrevió a cuestionar mi padre.
Creo que jamás lo he mencionado, pero Lex es un niño rico (eso ya lo saben), su padre se dedica a la manufactura de motores para autos, los cuales venden a otra marca muy reconocida.
–Sí…–contestó con timidez, lo vi abochornarse un poco.
–¿Entonces es hijo de Roger Maxwell? –bueno, es obvio que mi padre puede ser un maravilloso agente de la CIA, porque ha descifrado en pocos instantes el misterio, ¿qué más secretos logrará descubrir?
–Sí, Roger Maxwell es mi padre.
Lex se notaba incómodo, mi progenitor lo notó y detuvo ese terrible interrogatorio, yo me sentía un poco afligida también, porque… Lex no me agradaba, pero tampoco deseaba hacerlo sentir fuera de sitio.
Mi padre, cambió el tema drásticamente, decidió hablar de algo que fuera más trivial, entonces… pasamos a la mesa, cenar nos ayudaría a poder disipar esta aura extraña que se había establecido en la velada. La charla fue muy amena, la velada se hizo tenue y tranquila. De forma extraña todos nos sentíamos muy cómodos con la visita de Lex, mi padre se notaba fascinado por él, como si su elocuencia y frescura le tuvieran atrapado y Zoe por otra parte, estaba encantada con él y eso se debía a que él se dispuso a jugar con ella, correteaban por la sala y alrededor del árbol de navidad.
–Estuvo deliciosa la comida. –mencionó el castaño en algún punto de la noche.
–Chris preparó la gran mayoría. –contestó la pequeña chismosa de Zoe.
–¡Zoe! –reprendí, ella se hizo chiquita.
–Cocinas muy bien Chris. –me halagó lex, eso me hizo ponerme un poco nerviosa repentinamente.
–El gusto por la cocina es herencia de su madre…–afirmó mi padre, no supe si debía avergonzarme o sentirme orgullosa, ese tipo de secretos familiares no se deben vomitar de forma tan deliberada a cualquiera.
Pasó un rato más, la temperatura del ambiente descendía… sin embargo, nos protegía una chimenea bastante prominente. Se escuchaba en la televisión que habría una pequeña tormenta de nieve que cubriría parte de la ciudad, no había nada de qué preocuparse, pero pese a ello se debían tomar las precauciones adecuadas.
–Malas noticias joven Alexander. –exclamó mi padre asomándose por la ventana. –La tormenta de nieve luce más agresiva que lo pronosticado. –afirmó mi progenitor. Todos alzamos la mirada ante su afirmación. –Creo que tendrá que pasar la noche aquí. –dijo finalmente.
–¡Pueden venir por él! –chillé enseguida e inconforme por la hospitalidad de mí padre.
–Sí se ve peligroso…–dijo Lex asomándose también por el ventanal.
Yo me angustié demasiado ante esa afirmación y corrí a ver por mí misma. Es verdad, tenían razón… la entrada ya se había cubierto de nieve al igual que el asfalto de la calle, cuando eso sucede suelen acontecer accidentes automovilísticos, los neumáticos ceden a la humedad del suelo y, aunque fuera duro para mí admitirlo si era bastante peligroso que Lex se fuera de la casa en esa situación, totalmente derrotada me senté sobre el sofá de la sala de forma abrupta y totalmente dramática.
–Creo que puedo pedir que vengan por mí…–dijo finalmente, creo que mi espectáculo lo había desalentado de quedarse, quizás no deseaba incomodarme. –No quiero abusar de su hospitalidad. –afirmó Lex.
–No es ningún abuso. –respondió mi padre.
–Pero papá…–exclamé, ambos me miraron. –No hay donde quedarse. –expuse porque mi casa es bastante pequeña y apretada.
–Se quedará en tú habitación, tú pasarás la noche con Zoe. –demandó, eso sonaba a una orden más que a una opinión. Quedé totalmente anonadada ante esa resolución que se había realizado sin mi previa consulta, obviamente estaba descontenta. –Me paso a retirar jóvenes…–exclamó poniéndose de pie con cierta dificultad porque estar mucho tiempo sentado le entume las articulaciones. –Chris, ayuda a Alexander a acomodarse. Buenas noches. –se despidió y con cierta lentitud debida a su condición, desapareció de nuestras vistas.
Estaba boquiabierta, si alguien me hubiera dicho que Lex pasaría la navidad durmiendo en mí casa sin duda lo hubiera enviado al diablo, pero esta situación era totalmente real.