Christine Walsh.
Estoy en el balcón del segundo piso de mi casa a hartas horas de la noche, arropada entre suéteres y cobijas, con una taza de chocolate caliente entre mis manos y con el peor de mis enemigos postrado a un lado de mí.
Esperábamos que amaneciera mientras compartíamos el más extraño, abrumador y hasta cierto punto nada incómodo silencio entre los dos.
–Tu padre, me agrada. –me dijo rompiendo la calma, luego… dio un sorbo a su taza. –Es del tipo de hombres que me agradan porque no me llama por mi apellido. –se atrevió a confesar, me quedé absorta a sus comentarios, sentía que la magia de la noche, quizás el chocolate caliente o el aura navideña estaban generando en él un efecto cómplice en sus palabras, sentía que deseaba sincerarse y que, estaba buscando un confidente con quien hacerlo, para mí mala suerte… tendría que ser yo porque no podía huir de mi propia casa. –Sabes Chris, muchas personas piensan en mí de formas tan diferentes que a veces ellos mismos me confunden de quien soy en realidad. –miraba hacia la lejanía, yo estaba callada. –Desde que tengo uso de razón he escuchado a mucha gente dirigirse a mí como: “Hey, el chico que viene ahí… ¿cómo se llama? Ah, el hijo de Roger Maxwell” y, supongo que tienes razón cuando dices que estoy loco porque realmente me enoja demasiado cuando me dicen: “¿Tú eres el hijo de Roger Maxwell?”, sé que tienes un concepto de mí y, no estoy seguro de que sea bueno, probablemente es malo y no pretendo cambiar tu manera de pensar con esta charla, pero… –calló un momento, es obvio que ese chocolate lo estaba dopando y que, intentaba ordenar sus ideas. –Lo que trato de decir es que… amo a mi padre, más que a nadie, siempre ha estado ahí para mí y es un estupendo hombre, pero… quiero mi propio lugar en este mundo, no quiero que la gente me recuerde como: “¡Ahí viene el hijo de Roger Maxwell el cual, ignoro su nombre!” –volvió a beber de su chocolate. –Mucha gente se sorprende de escuchar mi apellido e instantáneamente su trato hacia mí se modifica, como palabras mágicas, se convierten en personas amables y educadas cuando a veces fueron toscos y groseros, me pasa siempre y me fastidia porque, quiero que la gente diga al verme: “Ahí viene Lex”, sin tener que referirse a mí con un apelativo más que el de la simpleza de mi nombre o mejor aún… que cuando vean a mí padre digan: “Ahí viene el padre de Lex”. –añadió y luego, echó una carcajada, realmente lo había imaginado. –Por eso soy bastante “alocado, extrovertido, un cabeza hueca hiperactivo” porque deseo con todas mis fuerzas el poder tener mi propio lugar en este mundo sin el dinero o la reputación de mi padre, por eso no ingresé a la escuela de Jacob Sallow, porque en ese lugar todos están acometidos al éxito de sus padres, sin la necesidad de buscar su esencia por sí solos, y luego… piensan que soy estúpido por patear las oportunidades que las influencias de mi padre podrían darme, porque muchas veces he declinado “oportunidades” que me otorgan pronunciar mi apellido, pero la verdad es que jamás me he sentido cómodo con ello y, no se trata de vanidad como otras personas piensan de mí, se trata de trazar mi propia ruta con los elementos que tengo, aunque es indudable que las enseñanzas de mi progenitor me acompañarán para siempre, sus valores y todo lo que él es, pero con eso debe bastarme... lo demás tengo que lograrlo con mi propio esfuerzo. –dijo finalmente, yo no entendía porque me contaba algo tan personal a mí. –Y sé que estás pensando en porque te estoy diciendo esto… piensas que he perdido por completo el juicio, te lo diré. –exclamó con un tono más confidente que el del principio. –Eres la primera persona que me odia. –me confesó fijamente, quedé anonadada ante ese comentario, no esperaba algo tan abrupto de su parte. –Yo… siempre había querido el cargo de “Consejero estudiantil” de la preparatoria, tenía el anhelo de pelar por el porque desde que ingresé a la escuela se rumoreaba que era muy difícil obtenerlo, pero resultó totalmente lo contrario, nadie estaba dispuesto a darme batalla, ni mucho menos a competir contra mí: “el chico más popular del colegio”, todos se apartaron dejándome el camino libre a ese cargo, era la más insulsa de las victorias, la obtendría sin esmerarme realmente, porque falsamente todos creen que soy invencible y, no ven lo tan humano que puedo realmente ser. Me sentía muy decepcionado de esta contienda, incluso estuve a punto de desistir de la idea… y, sí querías saber un gran secreto mío pon mucha atención porque aquí viene…–murmuró. –Entonces, llegaste tú…retándome en mí reto, odiándome por sepa Dios cual sea la razón, despreciándome, infravalorándome y, mofándote de que incluso tú podrías vencerme fácilmente, no parecía importarte mi “popularidad”, mis orígenes, mis influencias, ni nada de lo que todos los demás estaban al tanto de mí, tú eras la única que me veía como lo que soy: un mortal; y aunque no lo creas, estás tan loca como yo, e incluso más. –En eso tenía razón, pensé internamente mientras escuchaba totalmente acomedida su relato. –Fuiste valiente y admiré eso de ti, brillabas mucho y la verdad es que yo no te escogí como mi rival Chris, fuiste tú quien me escogió a mí, por eso cuando noté que comenzabas a vacilar en tu decisión… decidí formular esta “apuesta” algo me decía que te generaría algún tipo de “placer” tenerme a tus mandados. No pretendía ganar, solo darte una buena batalla… –cuando me dijo eso último, eché un respingo, era cierto que yo no sabía lo que pasaba en la cabeza de este niño, era totalmente una turbulencia. –Te admiro mucho Chris, haces tanto por tu familia lo cual, se nota que es lo que más amas, tratas de tener buenas notas, te esfuerzas en tu trabajo y… me soportas, el odio que me tienes no es correspondido porque lo que yo siento por ti es: admiración, te has ganado mi más profundo respeto, independientemente de si me odias o si un día dejas de hacerlo, para mí eres… la más digna de mis rivales. –yo quedé pasmada. –Guarda el secreto, por favor. –exclamó poniendo un dedo sobre sus labios mientras me guiñaba el ojo.
–Mi madre murió en un accidente automovilístico en navidad. –le dije, porque había tocado fibras muy sensibles de mi lado humano. –Ese día, antes de la tragedia, había discutido con ella… era una niña muy berrinchuda y consentida, quería que me compraran un juguete muy ostentoso, estaba enojada con “Santa Claus” porque no me lo trajo, me fui a dormir molesta esa noche, y no quise hablar con nadie. –le conté y sentí que me picaban los ojos. –A la mañana siguiente, mi madre ya no estaba más conmigo, fue muy doloroso, y en ese momento mientras Zoe lloraba preguntando por ella, mientras mi papá estaba hospitalizado peleando entre la vida y la muerte, sentí que entendí muchas cosas, que lo más importante para mí era mi familia y que los objetos materiales no llenarían la falta que mi madre me está haciendo, decidí entonces… esforzarme para que ella siempre estuviera orgullosa de mí, tome la decisión de estar al tanto de Zoe para que no llorara demasiado en las noches, ayudar a mí papá que quedó casi inválido, decidí dejar de llorar y comenzar a esforzarme en verdad por conseguir las cosas, y la verdad es que… soy muy débil Lex, lo que sucede es que me gusta creer que puedo ser fuerte y, aprecio mucho lo que piensas de mí, pero no estoy segura de sí soy digna de ser una rival admirable. –confesé.
–Lo eres, porque eres una guerrera que ha perdido mucho en batalla, de tus cicatrices has hecho galardones, conoces el dolor y no quieres que los que amas lo sientan, eso es muy admirable. –me dijo.
Después, miramos hacia la lejanía, comenzaba a amanecer, lo supe porque el cielo comenzó a pintarse de tonos lilas y rosas, fue muy reconfortante, incluso me atrevería decir que mi herida había sanado un poquito.
–Nuestra tregua se va a acabar. –le dije a punto de darle el último sorbo a mí bebida.
–Lo sé, puedes seguir odiándome después de esto. –me dijo.
–Lo haré. –le respondí decididamente.
La luz se asomó, nos golpeó con suavidad en la cara, ambos le dimos un último sorbo a nuestro chocolate el cual, ya estaba frío y, no conferimos nada más…