Capítulo 27. No te lo ordené.

1035 Words
Christine Walsh. Me escandalicé de ver la ruta que estaba tomando, había prometido llevarme a mí casa después de su mugroso partido de futbol, pero esta ruta no era a mí hogar. –Tranquila, esto no es un secuestro. –afirmó Lex cuando me vio ligeramente sorprendida. –Pero sé que no deseas llegar así a casa, noté como a cada instante te jalabas la falda, mientras murmurabas cosas por no poder andar en tacones, sé que no quieres que nadie te vea así…–me dijo. > fue lo único que pensé mientras me ponía nerviosa, porque los ojos verdes de Lex Maxwell a veces... pueden ser demasiado quisquillosos, inquisidores, no pierden detalle alguno cuando se lo propone. Como sea, bajamos del auto y le ayudé a caminar, su mayordomo se acercó a auxiliarnos. –Mi habitación está tan lejos. –exclamó en un tono de queja. –¡Deja de quejarte! –le dije y él se calló, no puedo creer que me haya hecho caso. Abrió la puerta de su recámara, nunca había estado ahí… su mayordomo se alejó. Lex se recostó en su cama y observó lo hinchado que estaba su pie. –¡Es que eres demasiado necio! –le reprendí mientras daba vueltas sobre mi eje, quería regañarlo, jalarle el cabello y… y… –¡Vamos, esto no es nada! –se encogió de hombros, mientras ponía sobre su rostro una sonrisa totalmente burlona. –¡Como sea! –farfullé y salí de su habitación dejándolo totalmente solo. Busqué a una de las personas del servicio que trabajaban en su inmensa mansión y de la forma más amable posible le solicité que, me otorgar hielo y un botiquín de primeros auxilios, entonces… retorné a su guarida. –Pensé que te habías ido a casa…–exclamó ligeramente sorprendido. Tenía muchas ganas de decirle cosas, cosas horribles, y de paso darle un buen golpe en ese “bello” rostro que tiene, pero… me contuve, le quité el mugroso zapato lleno de lodo… Lex Maxwell. No sé qué estoy sintiendo, me duele el pie, pero cuando vi salir a Chris me puse un poco mal… sentir su lejanía me estaba ocasionando algo que no puedo describir, después… la noté volver, fue como si una pequeña luz se encendiera. Le dije que imaginaba que se había ido a casa y lejos de reprenderme como siempre hace solo se portó amable y atenciosa, aunque en su rostro se notaba un gesto de enojo. Me sacó el zapato de futbol y, se inclinó hacia mí… comenzó a sermonearme sobre lo descuidado e inútil que soy, pero lejos de enojarme solo me causaba cierta gracia sus reprimendas. –No es gracioso. –me reprochó y puso un puchero muy divertido, siempre que discutía conmigo hacía muecas, le era muy difícil ocultar sus emociones. –Claro que lo es. –le dije mientras me apretaba la venda al pie herido. –Espera, espera… está muy tensa. –me quejé al sentir la fuerza con la que oprimía mi carne, le vi sonreír ligeramente, hacerme maldad le causaba un poco de gracia. Tragué duro, tenía una mirada preocupada y divertida por la travesura que me hacía… su cabello olía bien y era largo y oscuro, su piel era nívea. > pensé mientras la observaba de cuclillas frente a mí, me perdí un poco en sus facciones, me anestesió el dolor con su presencia, mi mente estaba en blanco y el único objetivo era ella… > volví a pensar, preso y cautivado por sus encantos, por su esencia, por su luz. > –¡Auch! –chillé cuando sentí como apretó el retazo de tela sobre mi pierna. Ella se echó a reír, disfrutaba tanto de hacerme maldad. –¡No abuses de mi vulnerabilidad en este momento! –la reprendí. –¡Cállate, héroe! –afirmó. –¿Cómo me dijiste? –una instantánea sonrisa se dibujó en mis labios. –Héroe. –repitió. –Los héroes ganan batallas, no las pierden. –le informé. –No siempre las ganan, pero si siempre lo intentan, no se rinden y siempre apoyan a sus amigos. –me dijo con una linda sonrisa. –No sé qué piensa tu equipo, ni tu entrenador, pero para mí al menos, tu ganaste…–me dijo. > pensé. > le pregunté a mi todo omnisciente, a mí creador. –Gracias, Christine. –le dije casi en un susurro íntimo. –Pero… deja de apretar demasiado la venda. –me quejé. –¡Lo estás haciendo al propósito! –reclamé. –¡Por supuesto que sí! ¡¿Cuándo volveré a tener una oportunidad como esta?! –exclamó con un gesto lleno de maldad. Ese mohín en su rostro me causaba mucha gracia, apaciguaba el dolor con ese semblante lleno de malicia… –¿Por qué haces esto? –me atreví a cuestionarle, tenía muchas ganas de acariciar su mejilla, de apartarle el cabello que tenía en la lateral de su rostro, porque sus pómulos se notaban suaves al tacto, que ansiedad el tocarlos y descubrir su textura contra mis dedos. –No te lo ordené. –afirmé. La vi dar un respingo, quiero creer que ni siquiera ella tenía la respuesta a esta interrogante, pensar que quizás tampoco ella se había planteado esa cuestión en esa cabecita suya. –Ya lo sé. –me dijo. –Soy buena persona, no te creas especial. –me aseguró. –Tan solo sentí pena por ti…–me recalcó. Algo se rompió dentro de mí, mi ánimo descendió más rápido que cuando noté que había perdido contra Jacob Sallow. ¿Acaso esperaba una respuesta romántica? Algo cursi que me provocara un cosquilleo en el estómago… no lo sé, estoy un poco confundido, se supone que tengo novia, pero en este momento lo he olvidado. –Claro…–sonreí intentando disimular la decepción. Después, se fue, no me permitió llevarla a casa, me drogó con un té de valeriana y me dejó durmiendo en mi cama.
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