Lex Maxwell.
El primer tiempo concluyó, seguíamos empatados con un: “cero a cero”, eso me generaba cierta frustración e ira, me sentía muy desesperado en ganar.
–¿Estás bien Lex? Te ves sumamente ansioso. Pateas con mucha fuerza el balón, te agotarás pronto si continuas así…–me regañó el entrenador. –¡Ponte serio y déjate de niñerías! –me dijo frunciendo sus tupidas cejas oscuras.
Hice una mueca ante esa reprimenda, pero tenía un poco de razón.
–Está bien. –contesté.
Si las miradas mataran tanto el cuerpo de Jacob como el mío yacería sobre el césped inerte y sin vida. Me sentía irritado, llegar a su portería era totalmente complicado, tenía un equipo fuerte y bien preparado, sin embargo… también mi equipo era poderoso y disciplinado, por lo cual la fortaleza de ambos equipos lograban que el partido sea totalmente emocionante.
El calor estaba insoportable, sentía mi playera pegarse a mi cuerpo bañaba a causa de las altas temperaturas que me provocaban sudar.
Intenté meter varios goles a la portería de mi contrincante, pero mis intenciones se veían totalmente ofuscadas por la tenacidad de este equipo rival.
Los minutos transcurrían de forma irremediable y, nadie lograba anotar absolutamente nada eso comenzaba a impacientarnos y comenzar a perder la cabeza por el anhelo ferviente de ser el equipo triunfante.
¡Faltaba tan poco para concluir esta contienda y, no estábamos poniendo agresivos a medida que transcurriera el tiempo!
–Maldición. –susurré frustrado y con el balón entre los pies.
Giré la mirada, mi equipo ya se notaba ligeramente fatigado, sediento de victoria… no debía perder esta oportunidad, había logrado atrapar la esfera en un fantástico pase que había efectuado Cameron, en ese momento sentí mis ojos cubrirse de sudor, picaba, pero… nada ni nadie me impediría llegar a la potería contraria.
A cada paso que daba la sentía más cerca, esquivaba a los que intentaban rodearme, tenía sed de ganar y esta aumentaba a medida que la distancia disminuía.
–¡Corre Lex! –escuché un femenil grito desde lejos, se había desgarrado la garganta con ese bramido, lo sé porque sonaba a un alarido doloroso, giré la mirada… se trataba de mi hermosa “novia” Christine Walsh, se había puesto de pie y tenía ambas manos apretadas frente a ella, estaba tan nerviosa como yo… sonreí mientras contemplaba su alta silueta a contra luz del sol de otoño.
¡Este será un estupendo gol de victoria! ¡Lo anotaría milisegundos antes de que el silbato sonara! ¡Metí más velocidad! ¡Una increíble energía había surgido de alguna parte! ¡inspiración!
¡Estaba frente a la portería!
Jacob y sus cómplices me rodeaban… ¡Debía darme prisa! alcé la pierna después de haberme posicionado en el punto justo para mi glorioso disparo…
–¡Ah! –grité al sentir palpitar mi pierna.
Un silbato sonó, yo caí al suelo, el dolor me nublaba cualquier dejo de raciocinio, me separaba de mi realidad actual para sumergirse en una terrible punzaba justo en mi tibia.
Mi entrenador discutía con el arbitro sobre el acto, se había trataba de un fuerte golpe por parte de George, un rival muy tosco en el equipo de Jacob. Mi entrenador insistía que se trataba de un penal evidente, de una “tarjeta roja”.
–¡Eso claramente fue una falta! –escuché una resonante voz quejarse, pese al dolor y que mis compañeros me estaban ayudando con la lesión, levanté la mirada para dirigirme a la persona que se quejaba con tanto esmero.
–¡Por favor señorita no se entrometa! –le decía el árbitro evidentemente cabreado.
–¡¿Qué no me meta dice!? ¡No me metería si hiciera un trabajo adecuado, incompetente! –agredió. –¡El chico de ahí cometió una evidente falta! –señaló sin mucho problema a George, el cual… negó con la cabeza.
–¡Señorita, le pido de forma educada que regrese a su asiento! –exclamó con una voz llena de autoridad el árbitro.
–¡No! ¡Es injusto que hayan lastimado a Lex y que usted no reprenda al causante! –la vi zapatear el pasto y cruzarse de brazos totalmente enojada, no sé si estaba fingiendo, porque su drama se notaba muy real.
–Bueno y dígame, ¡¿quién rayos es usted que viene a gritarme de esa manera?! –cuestionó el hombre mayor a Chris.
–Soy… bueno, yo soy…–giró la mirada, Jacob estaba cerca y la observaba fijamente, todo su equipo en realidad, también el mío, el profesor Roberts, mi entrenador, luego… me miró a mí, se veía en problemas, pero como siempre… ella misma se lo había buscado, me gustaría ayudarla, pero de verdad me duele muchísimo el golpe que me dieron. –Yo soy…–seguía balbuceando, mis compañeros comenzaron a murmurar cosas, eché un enorme suspiro porque es evidente que su indecisión generará polémica, creo que hasta aquí llega el teatro… –¡Soy su novia! –la escuché gritar de forma frenética, en ese instante… sentí como mi corazón echó una tremenda carrera, me puso muy nervioso la manera tan abrupta en la que había confesado “nuestra” relación.
Todos mis compañeros hicieron un gesto de asombro ante esa declaración, incluso Jacob y su equipo habían quedado anonadados, y les digo que yo… sentía mi corazón latir con extrema fuerza, la observé detalladamente, sus mejillas ardían, sé que se está odiando por esto…
–¡Vaya Lex, tu linda novia salió a defenderte! –se burló el maldito que me había lesionado: George, lo fulminé con la mirada.
El árbitro como es evidente, ignoró a Chris, y declaró el juego como: Empate.
Así terminó el juego, dejándome a mí frustrado y a Jacob aliviado porque él tenía todas las de perder.
> fue lo único que logré pensar en ese momento y honestamente espero poder tener otra oportunidad de hacerlo morder el polvo, de quitarle esa sonrisa llena de mofa de su rostro.
Mis compañeros me ayudaron a ponerme de pie, yo les insistía en que me sentía bien, me gustaba hacerme al fuerte y sentirme valiente.
Mi equipo y el contrario se saludaron, fue mera cortesía hipócrita. Jacob tenía en su horrible rostro una sonrisa burlona que yo tenía ganas de quitarle con un golpe en la cara.
–¿Seguro que estás bien? –me cuestionó Joe y en ese instante… Chris se acercaba, se notaba totalmente nerviosa.
–¡Ja! ¡Claro que sí! –constaté.
–¡No Joe, Lex no está bien, pero es demasiado orgulloso para admitirlo! –exclamó Nate, el siempre sensato Nate.
–¡Claro que estoy bien! –reclamé.
–Aja…–exclamaron varios de mí equipo.
–Como sea, esta con su linda novia. –aseguró Cameron, se notaba celoso por la forma en la que lo confirió. –¿Verdad, Chris? –cuestionó Cameron.
Ella dio un respingo y enseguida contestó…
–Sí…–fue una respuesta muy nerviosa.
Todos se fueron y tuvo que ser Chris quien me ayudó a llegar al auto, me sermoneaba mientras caminábamos o más bien… ella caminaba, yo cojeaba de ese pie.
–¿Podrás conducir así? –me cuestionó con esos lindos ojos que pone a veces, verla preocupada provocaba algo en mí.
–¡Por supuesto! –afirmé orgulloso.
Ella hizo una mueca, muchas cosas en mi personalidad no le gustaban.
–Por cierto…–le llamé cuando subimos al auto, ella giró la mirada hacia mí. –Gracias por lo que hiciste en la cancha.
La vi prenderse de mil colores, fue una reacción totalmente espontánea.
–Ah…–abrió la boca. –Odio las injusticias, y esa fue una clara injusticia. –me dijo sin poder mirarme a los ojos.
–Como sea, gracias. –volvía a decirle.
–No fue nada…–murmuró nerviosa. –Estoy segura que…–dijo. –Amber hubiera hecho lo mismo que yo…–aseveró. –Quizás ella hubiera golpeado al árbitro por no amonestar a ese jugador. –Sonrió. –Lo puedo asegurar.
> Pensé y arranqué el auto, esa afirmación suya me había dejado con un extraño sabor de boca.
¿Qué hubiera hecho Amber? Qué ganas de saberlo…