El día había pasado en un abrir y cerrar los ojos, el sol empezaba a ocultarse por el horizonte y Franco en ese momento le enseñaba a Susan a conducir el yate, ella tenía las manos en el timón, él estaba tras de la chica, y la guiaba. Susan miraba maravillada todo ese paisaje a su alrededor, sentía la respiración de Franco en su oído, y el calor de su cuerpo detrás, la adrenalina recorría sus venas, se sentía libre. —Nunca había visto una puesta de sol tan maravillosa —murmuró ella. —Es hermoso —respondió él, hacía mucho que no disfrutaba de eso. Inhaló profundo. Susan recargó su cabeza en el pecho de él. Franco sintió una profunda paz. Luego de que condujeron el yate por unos minutos más, ella volteó para verlo a los ojos, colocó sus brazos alrededor del cuello de Franco, el vient