El canto de las aves, el murmullo de las personas en el exterior, y los rayos solares que empezaron a posarse en el rostro de Susan, la despertó, parpadeó antes de abrir sus ojos por completo. Cuando se despabiló se dio cuenta de que Franco no estaba a su lado, bostezó, estiró sus brazos se puso de pie, y salió a la terraza, contempló el paisaje, y aquel aroma tan fresco. Suspiró profundo, y aprovechó para llamar a sus padres a Estados Unidos. —Hola cariño. —La voz de George, la estremeció. Susan sintió un vacío en su pecho, le hacía falta su familia. —Buenos días, papá, ¿cómo están? —preguntó aclarándose la voz. —Estamos bien, y tú: ¿cómo te encuentras? —Bien —susurró—, la hacienda es hermosa, ayer recorrí una parte. —Susan. —La voz de Grace se escuchó al otro lado de la línea—